lunes, 12 de diciembre de 2011

LA TRADICIÓN Y EL DUELO

Los seres humanos a partir de sus capacidades mentales superiores han desarrollado a lo largo de su historia una cultura que se ha ido nutriendo a través del lenguaje; la función de la memoria y la simbolización (aunado a la interpretación) de los acontecimientos que ocurren en la vida diaria ayudan al individuo a tener mecanismos psicológicos para hacer frente a circunstancias emocionales diversas. Se revisará a continuación el planteamiento de la función de la tradición en la vida de los sujetos.
         La tradición es: “la transmisión hecha de generación en generación, de hechos históricos, doctrinas, leyes, costumbres, etc.” / “costumbres o norma transmitida de esa manera”; a partir de esta definición entendemos que para poder transmitir un hecho a alguien más, a una generación posterior, debe existir un suceso que desencadene la comunicación; este hecho habría de tener un impacto profundo en la vida del o los individuos para que éste o estos necesiten preservarlo en la memoria, en forma de recuerdo. Si nos dejamos guiar por las asociaciones inconscientes, las palabras “memoria” y “recuerdo” tienen al menos dos significados, el primero de ellos tiene que ver con lo descriptivo y lo funcional en cuanto a una función cognoscitiva; Memoria es la “capacidad mental que permite fijar, conservar y evocar información de situaciones que el sujeto percibe como pertenecientes al pasado” y el Recuerdo es “hacer conciente una vivencia pasada almacenada en la memoria, sabiendo que se trata de un acontecimiento pretérito”. Pero también ambas palabras se utilizan para designar “ese” mismo hecho pasado pero asignándole un Valor que conlleva una carga afectiva, una memoria podría ser un “recuerdo valioso”, y un recuerdo volverse tangible mediante un objeto que signifique algo, o intangible si es una evocación mental de un suceso o persona, un ritual, o una celebración que sirva para honrar algo o a alguien pasado.
         Entonces, todo hecho puede dejar una huella importante en el sujeto, esto dependerá de la forma en que lo signifique, los acontecimientos habituales por lo general se ‘pierden’ en el inconsciente, levantarse a determinada hora, bañarse, comer, salir al trabajo, etc.; pero hay sucesos que se presentan de manera fortuita o planeada y que le causan un impacto al individuo, ya sea porque la impresión emocional (cualquiera que fuese) cala profundamente en el ánimo del sujeto o porque se le anuda un afecto al evento acaecido. En cuanto al recuerdo de este tipo de eventos, el proceso psicológico es automático, involuntario, es un mecanismo adaptativo del Yo para mantener la estabilidad en el mismo, esto influido de manera significativa por la “compulsión de repetición” a la que se refiere Freud y que deviene de la pulsión de Muerte. Esto es un plano individual en cuanto al recuerdo de sucesos al cual regresaré más adelante, existe también el plano social, el cual se comentará a continuación.
         Para empezar, haré una consideración acerca de la figura más representativa de un pueblo en cuanto a su poder y su influencia sobre los demás; en este sentido podríamos pensar que las deidades o las representaciones totémicas son referentes obligados para todo individuo, por lo tanto su ley, sus mandatos e incluso su propia investidura es imperativa para todas las personas allegadas a su representación a que se le venere, se le ame, se le siga, se le respete, se le cumpla, se le Recuerde. Pero como bien lo podemos intuir, esto también se asocia a la instancia del superyó, por lo tanto es algo estructural, por lo que si la ley del “dios” o del “padre” exige un ritual o un tributo para alabarlo o recordarlo el sujeto consciente e inconscientemente seguirá ese mandato inevitablemente.
         ¿Qué pasa entonces si se deja de rendir tributo a esta figura ensalzada? Sabemos que el sujeto se podría revelar y desear no querer estar más por debajo de su autoridad, fundando una nueva investidura en su persona o alabando a alguien más, pero quienes no tienen la misma suerte, faltar a un designio que su sociedad le señale le acarreará cierta culpa y sentirá que ha faltado a un principio elemental, esto por consecuencia le hará reprocharse por su falta (no necesitaría ser señalado por otros) y recaerá sobre su Yo (y autoconcepto) una reprimenda a partir de su propio sentido crítico (superyó) no saliendo tan bien librado de tal querella. Así, un destino de este conflicto puede ser la tristeza, e incluso en cierto casos la depresión. Se ha observado en personas con tendencia a la melancolía y a la depresión, la acción de un superyó crítico y punitivo que los empujan a denigrar su propio ser, reclamándose “no hacer nada bien” o simplemente ser sujetos infelices debido a la incapacidad a adaptarse a circunstancias diversas.
         Ahora, habría que entender también que la veneración a un dios, a una figura representativa o la conmemoración de un hecho por lo general va acompañada de un ritual, un festejo o ambas actividades que los individuos toman con ánimo y gusto, son menos los casos de personas que no ven con “buenos ojos” las festividades de su pueblo. Siendo así, en los significantes asociados a dichas conmemoraciones se encuentran las circunstancias que componen la “festividad” en general, así, muchos de nosotros que celebramos las tradiciones no sabemos el origen de las mismas y no estamos concientes de la razón por la cual hacemos tal o cual acto ‘ritual’. Entonces la omisión del seguimiento de una tradición o de la veneración a algo o alguien no precisamente conlleva la culpa por haber “faltado” a una ley o mandato superior porque ni siquiera estaría escrito en el inconsciente algo que ni siquiera se sabe, solamente habría una referencia a partir de los hechos existentes en la misma celebración o la idea asociada tal como la navidad nos recuerda al “nacimiento de Jesús” pero bien podría haber alguien que no conozca en profundidad su filosofía o su sentido religioso. Así, no se estaría faltando a la entidad sino a la celebración en su nombre, y sabemos que la celebración en sí no generaría una culpa, este proceso pudiera tener una semejanza con los retoños de lo reprimido en cuanto a que lo reprimido sería aquella instancia suprema por la cual devienen todas las celebraciones, siendo éstas los retoños, a este punto regresaré más adelante para cerrar nuestra disertación. De estos últimos hechos planteados podemos pensar entonces, que la falta de participación en una celebración influiría en el ánimo del sujeto independientemente de la causa por la cual exista, esto nos lleva a algo muy sencillo como lo es la frustración asociada a la no satisfacción de algo deseado (principio del placer); pero también al sentimiento de “no pertenencia” al estar alejado de la participación social en ‘Ese Algo’ que une a los integrantes de la sociedad dentro de su cultura.
         Hablemos ahora acerca del duelo; Freud (1915) refiere que el duelo es: “… la reacción frente a la pérdida de una persona amada o de una abstracción que haga sus veces, como la patria, la libertad, un ideal, etc.” A partir de esto, se explica que el duelo no podría considerarse de carácter patológico mas no así la melancolía, afecto con características muy similares a las que se sienten en el duelo salvo por la “perturbación del sentimiento de sí”. Ahora, bien se me pudiera argumentar que la “no-celebración” de un rito no precisaría un duelo porque no existe una pérdida “real”, y atendiendo eso así es, pero como el sujeto vive su presente y el inconsciente es atemporal, ese hecho actual de alejarse del ritual que el individuo ha hecho durante toda la vida lo dispone a un estado afectivo melancólico debido a que no tiene contacto con los simbolismos a los cuales está acostumbrado. En este hecho presente, su tradición ha sido cancelada, ha faltado a la misma, si bien la pudiera revivir tiempo después, en ese momento no se puede consumar la unión de su persona con los significantes que su tradición conlleva. Pero aún pudiéramos argumentar algo más; el sujeto comprende la universalidad e inmortalidad de su tradición, así que no la ve por entero perdida, siendo así, no existiría un duelo profundo porque sus símbolos ahí siguen, por lo que las reacciones emocionales serían sólo una ilusión del duelo, se acercaría más a la melancolía sabiendo que podría existir un encadenamiento inconsciente que genera el afecto doloroso, por lo que se refuerza la idea de que no sería un duelo por lo “no-celebrado” sino por algún significante que enlazado a la tradición le genera al sujeto tal sentimiento. Cosa que probablemente sí pudiera representar una pérdida, aunque no conciente.
         Con lo último, podríamos pensar que se ha esclarecido en algo el panorama, pero hay un hecho más que nos haría volver a dudar; Freud refiere que en la melancolía existe un empobrecimiento del Yo, y en el duelo no, sólo una visión “pobre y vacía” del mundo. Cuando no se sigue la tradición, lo más probable es que el sujeto vea con gran tristeza el día o los días actuales, pero por lo regular no tendrá un autorreproche tan grande sobre su persona, salvo que la culpa lo consuma y aleje la consideración buena de sí mismo a un lugar apartado (de su psiquismo) para solo describirse como una “mala persona”. Pero como se mencionó anteriormente, en sí un ritual no genera una culpa, sino que solamente la podría generar la misma entidad venerada, siendo así, serán menos el número de personas que sufran de sentimientos de culpa por haber faltado a la “ley” a la que alaban.
         Así, lo que este ensayo ha ido tejiendo, es la necesidad humana de recordar hechos memorables y la afectación que los sujetos pueden tener al dejar de lado las tradiciones que han venido celebrando desde chicos. La parte final de la descripción del tema, nos deja la duda de si acaso es un duelo o un sentimiento melancólico el que el individuo siente por dejar de llevar a cabo su tradición, y se han abierto distintas posibilidades. Una razón más, que es importante señalarla como variable es el motivo por el cual el sujeto no ha celebrado su tradición, las causas específicas son muchas, pero dentro de las razones generales puede ser el decidir no hacerlo, por una circunstancia fortuita, por un estado emocional que influye en su ánimo o por la influencia de alguien más. Cada una de estas razones puede causar efectos diferentes, podemos pensar que una decisión ‘voluntaria’ no causaría demasiados estragos emocionales en el individuo, pero aquellos casos donde fue orillado sin querer, la persona se sentirá “removida” de un deseo, lo que le ocasionará un pesar. Pero de esto último, a pesar de la importancia para el entendimiento creo que no necesita más elucidación puesto que se aprecia claramente una frustración. Pasemos ahora al punto que da pie a la conclusión.
         ¿Existe un duelo por no celebrar una tradición? Ante la posibilidad que sólo sea melancolía tendríamos que ser un tanto cautos al generar nuestra conclusión; en líneas anteriores ya se había generado una discusión en este respecto y se tuvo al alcance una idea. Para complementar la misma tendríamos que pensar acerca de lo reprimido. Como se comentó anteriormente, cada tradición conlleva símbolos y significados que la estructuran, pero además de su génesis “pura” existen varios agregados que la enriquecen, estos agregados pueden ser culturales, familiares o individuales. Regresando al ejemplo de la navidad, y plasmándolo de una manera escueta, ésta celebración se refiere al nacimiento de Jesús, es su base y su razón de existir, lo que Jesús significa para las personas es lo que mantiene viva esta fecha, basándose además en una ideología cristiana, aunque sabemos que no todos los cristianos celebran la fecha porque parten de otras referencias históricas. Ahora bien, cada cultura puede celebrar la navidad con ciertas variantes y le agrega sus propias representaciones y baña la conmemoración con sus propios bagajes tales como la comida, las ropas, los ritos, las prácticas sociales de la ‘temporada’, las emociones compartidas a partir de identificaciones (que creo que sería otra forma de entender eso que Jung denominó inconsciente colectivo, o sea, los simbolismos y los afectos que se extienden a partir de identificaciones); y una vez que se tiene ese acervo inconsciente, se pasa a lo familiar, los usos de cada familia, las cosas que repiten cada año, las personas que asisten, eso pareciera que va integrando una totalidad en el significante de una tradición en la psique del niño, momento de la vida en la que el sujeto empieza a abrazar y a sentirse parte de una cultura.
         Y por último, las vivencias que cada sujeto tiene al estar siguiendo una tradición, las experiencias y los recuerdos relacionados a una fecha o celebración tienen un especial significado para el individuo; tales recuerdos parecieran ser ‘envueltos’ por una cantidad de libido que los vuelve importantes y motivo de satisfacción al serlos expuestos a la conciencia, podrían volverse momentáneamente en objetos (esto por la envestidura libidinal), pero no sólo esos recuerdos, sino que muchos significantes de los referidos en líneas anteriores, y es por esto que una tradición conlleva una fuerte carga afectiva para el sujeto, porque van pasando a ser parte de su propia satisfacción en el devenir de su vida.
          Pero hay algo más, existen casos en que una los simbolismos de una tradición, forman parte de los retoños de lo reprimido y pudieran funcionar como los síntomas; personas que les afecta emocionalmente con melancolía la llegada de una celebración pueden presentar este tipo de formaciones, unen una vivencia emocional dolorosa a la investidura de la tradición, y pueden existir dos situaciones, una en que recuerden muy bien la causa de su dolor, u otra en que sepan que esa celebración no les agrada pero no sepan porqué, repitiendo conductas y hábitos que bien no son necesariamente parte del ritual de la tradición sino formas particulares de vivir la misma (alcoholizarse, comprar compulsivamente, llorar, etc.).  En estos casos, la falta de celebración se resentiría más, puesto que a lo “normal” que para todo sujeto en una cultura significa una tradición se sumaría algo de índole afectiva o incluso de la propia neurosis que el individuo sigue sufriendo. Resumiendo, habría todo un mar de significantes culturales que han sido y son parte de la estructura del individuo (dispuestos en el superyó) y también recuerdos inconscientes que retoñan en usos y costumbres para seguir manteniendo reprimido aquello que no se quiere recordar pero que se necesita de alguna forma para vivir.
         Hasta aquí esta exposición que nos puede ligar a la pregunta ¿qué melancolías y qué duelos son los que el hombre de hoy vive?

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
“Duelo y Melancolía”
Freud, Sigmund
(1917 [1915])
Amorrortu Editores 2007

Diccionario de Psicología
Edit. Oceano
Tomo 4

El pequeño Larousse ilustrado
1999

sábado, 30 de julio de 2011

EL SUEÑO COMO MECANISMO ADAPTATIVO

El sueño se ha referido como un mecanismo inconsciente que es satisfactor de deseos, como protector del estado fisiológico de dormir, o como un medio de brindar un blindaje ante eventos futuros que generan angustia al individuo. Precisamente este último punto es de un particular interés, porque es entonces en donde se presentan los mecanismos defensivos del yo ante la angustia generada por el conflicto de un estímulo ambiental de posible ocurrencia futura y afectos particulares.

         Esto conduce a la idea que inconscientemente se mueven mecanismos adaptativos que son básicos para el desenvolvimiento del yo con respecto a las influencias ambientales, puede ser entonces, el contenido manifiesto del sueño relevante para un entendimiento de las defensas impuestas inconscientemente y que son de difícil accesibilidad para la crítica conciente.

         Se revelan en el sueño varios factores asociados a la conflictiva del sujeto, los miedos concomitantes fundidos con la habitual pauta de respuesta del sujeto ante los mismos, los afectos primarios (infantiles) inmersos en las reacciones adultas ante el dolor, la pérdida o la culpa, que a su vez forman parte de la personalidad, asimismo la anticipación de las reacciones posibles que el sujeto podría tener al enfrentar en la realidad el evento soñado. Este contenido manifiesto del sueño y lo verbalizado al despertar, puede endurecer las defensas de la persona, puesto que se ha puesto en contacto con los miedos preconcientes concomitantes, y es ahí donde se ubica el filtro donde se erigen las defensas y se desarrollan los mecanismos de adaptación. Este argumento lo podemos apuntalar en el sentido que lo recordado o verbalizado del sueño es viable a levantar una resistencia si es que ese material se quiere interpretar por medios empíricos, por interpretaciones culturales comunes, o incluso si es que el soñante trata de hacer una elucidación psicoanalítica y sus defensas le impiden el paso; ante este hecho y no contando con la guía del analista o por lo menos con el empuje para llegar al meollo del sueño, el sujeto puede guiarse ante la vida con la influencia de la interpretación subjetiva de su sueño conteniendo la angustia con actitudes, pasajes al acto, omisiones, compensaciones o negaciones, formando una barrera más para la defensa de lo inconsciente.

         El contenido latente sin embargo, como en cualquiera de los sueños, se puede traducir a través del impacto emocional que al soñador le genere, la agitación que le cause se relaciona con los afectos desarrollados en los sueños que están relacionados con las conflictivas originales. Los simbolismos asociados que son como siempre los más oscuros se tendrán que resolver en la interpretación tratando de imponerse al tema principal del sueño (en cuanto al contenido manifiesto) que, además, puede ocupar una parte importante de las preocupaciones conscientes y preconscientes del sujeto; la preocupación consciente está relacionada en parte con el mantenimiento de la estima y la estabilidad de la ‘personalidad’ misma, las preocupaciones ‘preconscientes’ son las que procuran la facilitación de las defensas. Es entonces el análisis del contenido absurdo y menos relevante del sueño, lo que se impone como un reto al análisis.

         La pulsión de muerte influye a su vez en el individuo, los eventos pasados insatisfactorios que se repiten en el sueño tratan de “rectificar” o “rehacer” un pasado que pueda ser más “digerible”; la resolución de las problemáticas fundidas con las fijaciones pregenitales son comunes como causas del soñar repetido; se trata de buscar solución por medio de mecanismos infantiles de adaptación.

         Pareciera que el dejar huellas de mecanismos adaptativos en la personalidad a lo largo del crecimiento es un medio que tiene la pulsión de muerte para no apartarse de fases previas, como el llorar del niño que parece el mecanismo predilecto para expresar el disgusto de haberse separado de la madre. Las regresiones narcisistas que marcan un egocentrismo parecen también las siguientes huellas; así como el ensimismarse en las propias frustraciones y las propias ideas como medio para repeler el mundo punitivo, cosa que después se identifica como orgullo. Aceptar las pérdidas en una forma adulta podría ser una pregunta interesante para el analizado.

lunes, 11 de julio de 2011

APUNTES SOBRE LA MORAL

Pareciera que los ajustes de la moral, la escala de valores y los esfuerzos por lograr la asertividad ponen a los pacientes y a los psicólogos en una paradoja. Paradoja que es producto del deseo de llevar a término decisiones personales que pretenden ser libres de toda influencia social pero que a la vez no se pueden eludir.

          La regulación de la conducta tiene como origen la interpretación de la realidad, así como prohibiciones del superyó y la conformación de sus ideales. Pero la apertura de la conciencia hacia las fantasías que los padres crearon en los niños para regular su comportamiento facilita los juicios lógicos que tratan de desmantelar los mitos generados, estos son aquellos que conllevan la religión y los símbolos y supersticiones de la cultura; claro está que éstos generan en los niños el miedo de que sí ellos faltan a las normas establecidas algo muy grave les podría suceder, toda esta ideación es fácilmente adquirida por los niños y se funde con el proceso primario que es también una parte importante de la generación de la personalidad. Debido a esto, cuando se logra un entendimiento adulto (racional) de todas aquellas cosas que fueron dadas por hecho en la infancia, se logran romper ciertas ataduras que controlaban la conducta y el individuo se guiará de una forma mucho más conciente.

         Pero ¿qué pasa cuando se desmitifica todos aquellos principios y regulaciones culturales? Si bien es cierto que la personalidad tiene una concretización importante una vez acabada la adolescencia, pareciera que romper las sujeciones fantásticas de la cultura conllevara un tipo de regresión a la etapa del establecimiento del superyó. Se sabe que los psicópatas no interiorizaron las reglas de una manera efectiva, así como presentan la imposibilidad de tener ligas afectivas importantes, una extrema ambivalencia de los padres motiva al niño a mantenerse alejado de las transacciones con ellos. La generación de ‘reglas’ propias es común en los psicópatas, asimismo, las personas que empiezan a ajustar sus propias escalas de valor con relación a su personalidad se ven impelidas a denegar reglas sociales; este acto conlleva un juicio conciente que llega a generar angustia y vergüenza, pero por otra parte hay un empuje inconsciente importante que tiene que ver con las pulsiones (el ello) que liberadas de las ataduras infantiles negocian con el Yo su establecimiento, pero la conformación del superyó vía identificación con los padres y figuras significativas hacen que se conserven las convicciones de la propia conducta con relación a los demás. Analizando un poco más, es también una fuerza importante, puesto que las identificaciones conservan una parte de libido ligada.

         Entonces, se podría pasar al punto del conflicto entre las satisfacciones narcisistas y satisfacciones objetales. El egocentrismo primario con el que todo ser nace se enfrenta primero a las frustraciones generadas por los padres, y en esa etapa de la vida lo que necesita el niño es poder seguir las normas parentales para asegurar el amor y los suministros de aquellos, es también importante identificar que los padres que procuran el narcisismo secundario en sus hijos son una importante fuente de satisfacción, y por lo mismo la identificación que los niños encuentren de ellos será elemental para su personalidad. Una vez que se llega a cierta independencia, la misma confianza para tomar decisiones que le fue brindada en la niñez llevará al individuo a modificar de alguna forma su escala de valores y ajustarlas a su propio medio. Aún también aquellas personas que crecieron con desconcierto y desconfianza debido a su medio familiar, ajustarán sus principios de acuerdo al común social, en cualquiera de los casos, las pulsiones empujarán y solamente se podrán regular de la manera en que les fueron ‘enseñadas’ (inconscientemente) a domeñarlas. Cuando hay agujeros más grandes en el superyó la conducta será un tanto más caótica y anárquica.

         Una característica de las pulsiones es que al ser representaciones se inscriben en el lenguaje y tomarán una especificidad para cada persona, y de ahí, la forma en que se reprimen, se subliman, se desplazan o se manifiestan por cualquier otra vía contraria o diferente al fin de las mismas. Las pulsiones se dividen en 2 de acuerdo a su origen y meta (de vida y muerte), y a pesar que tienen esa raíz común, la descripción de cada una de ellas y sus ramificaciones son exclusivas de cada individuo, por lo mismo no se llegan a empatar las definiciones de amor u odio en 2 o más personas; es por esto que una empatía exitosa conlleva una identificación con el inconsciente del otro. Es esto lo que hace tan difícil el consejo terapéutico como una herramienta eficiente y eficaz, y así, de la misma manera, el consejo de las personas comunes con base en la experiencia es en muchas ocasiones una tarea en vano puesto que los diques construidos para un flujo pulsional no pueden contener al deseo encarnado del Otro, sólo cuando la misma persona puede construir el suyo; así, usando esta analogía, la labor del terapeuta es educar al paciente en las artes del construir sus propios causes.

         Retomando el conflicto entre tendencias narcisistas y objetales se denota que éstas últimas satisfacen necesidades sexuales y de destrucción, existe una imperiosa demanda del objeto, esto es también una reminiscencia de la liga con los padres y de las satisfacciones que éstos proporcionaron al niño; o sea, establecidas las relaciones objetales se necesita al objeto así como la determinación natural hizo que el hombre necesitara la comida y el agua para poder vivir. Cuando se enviste libidinalmente un objeto aunado al deseo, el sujeto buscará todas las formas para poder satisfacer ese deseo, de una manera real o imaginaria, alcanzando la meta intacta o deformada de la pulsión original, y además, también se crearán derivados de la satisfacción pulsional “total”, estos muy parecidos a los objetos parciales que tiene el niño de pecho. Esto es, hablando de un objeto de amor, de una persona, el sujeto que desea alcanzará diversos tipos de satisfacción con esa sola persona, no solamente el coito y el orgasmo que sería el punto último en término fisiológico-sexual, sino que a su vez satisface pulsiones que tienen un gran significado inconsciente (en términos del lenguaje), esto trae excitaciones y reaseguramientos esenciales para el Yo; el beso, el contacto corporal, la exploración, el Ser amado, el Ser deseado, la compañía, el ser inscrito en la sociedad como un sujeto adulto con éxito en sus distintas áreas, el cumplimiento de expectativas parentales, las fantasías infantiles y adolescentes. Todas ellas llevan consigo fines activos y pasivos que cumplen a cabalidad esas necesidades humanas inscritas congénitamente y en el curso de su desarrollo.

         Entonces, se puede observar que cuando ambas tendencias chocan, las normas que regulan los impulsos entran en conflicto y la moral del individuo se trastoca de una u otra forma y se ajustará consciente o inconscientemente a las circunstancias que rodean al sujeto, y esto sólo por la consecución de la satisfacción (genuina o deformada). Seguir el modelo de las normas preestablecidas lleva al individuo al congraciamiento con los nudos sociales, esto tiene que ver con el cumplimiento de una pasividad que satisface al individuo y su yo ideal. Esto de alguna manera incrementa mucho más la censura y vuelve al individuo más puntilloso en cuanto a sus juicios emitidos contra los impulsos originales, en otras palabras, las defensas como la formación reactiva y la racionalización incrementan su acción, y en muchos casos el desplazamiento tiene que reforzar la contención de la pulsión y su paso hacia la conciencia y la concomitante identificación con el Yo. Pero como ya se ha mencionado, la pulsión es incontenible, una vez que arriba como representación-palabra, tiene por fin su satisfacción (cosa que no la anula) o su derivación hacia cualesquiera de las áreas del dominio psíquico, o sea, debido a la plasticidad del proceso primario y su implicación con el lenguaje, y a la economía psíquica, la pulsión permanece como una entidad mental subjetiva inconsciente o conciente (pensamientos, complejos, ideas, fantasías, representaciones, sueños, neurosis, etc.) o como una tendencia viable a la representación sustitutiva (síntomas, enfermedades psicosomáticas).

         Por otra parte, cuando el individuo es más flexible, sucede el ajuste de la moral, entonces, da paso a la intención de la pulsión y trata de satisfacerla de alguna manera. Esto no lo libra de angustia, pero prefiere trasgredir las normas aprendidas a perderse del alcance que le impele su deseo. Es importante recalcar que el deseo y su satisfacción es alimento de la estructura, mantiene una estabilidad importante para el Yo simplemente porque las propias pulsiones que se marcaron desde el nacimiento fueron acompañando al sujeto deseante que en su incorporación al mundo de los objetos fue reforzando su estructura por medio de la satisfacción de sus necesidades y deseos cada vez más imperativos. En este caso, la moral llega a ser un contrincante bastante débil para las pulsiones, pero depende de los padres (educadores) para que con ‘triquiñuelas’ traten de mantenerlas al margen, cosa que en repetidas ocasiones sólo trae la ‘infelicidad’ del sujeto.

         Puesto que la Moral tiene que ver con los principios que rigen la convivencia entre las personas de una cultura, así como una responsabilidad personal y social es innegable su acción en la personalidad y por ende en los procesos mentales. Esto hace que todas las racionalizaciones que son de las defensas más comunes contengan un discurso pseudo-lógico, o sea, contiene precisiones que son aceptadas como razones de peso para ‘no hacer’ determinada conducta, pero el mismo discurso deja entrever indicios del deseo empujado por la pulsión, y por lo tanto, se denota una incongruencia entre lo que el individuo dice y lo que su ánimo refleja (por ejemplo, “si quiero tener relaciones sexuales pero que tal si se rompe el condón, no tengo dinero, etc.), esto trae consigo insatisfacción, que siempre mantiene vivo el cumplimiento deformado o en fantasía del impulso, y en un momento dado puede dejarse ver la fractura de la contención represora y se llega a alcanzar la satisfacción muchas veces por un acto impulsivo, y mientras sea así, el individuo no dejará de dudar acerca de su culpabilidad, cosa que trae consigo un placer culpabilizado. Así, un pasaje al acto, es el medio preferido para quitar del camino la represión erigida por medio de amenazas, de principios fantásticos irracionales e incomprensibles para el niño y no por medio de la identificación. El establecimiento del superyó por medio de la identificación crea una mayor convicción en el individuo puesto que siendo también un medio de satisfacción libidinal ya enviste por sí misma la estructura del individuo y construye caminos más estables hacia las satisfacciones objetales y negocia de mejor manera con los nudos sociales.

lunes, 27 de junio de 2011

CULTURA, APRENDIZAJE Y PSICOANALISIS

El aprendizaje ha sido objeto de estudio por mucho tiempo, diferentes teorías han explicado la forma en la que un individuo aprende o han descrito varios procesos por los cuales se interiorizan las experiencias para hacer uso de ese conocimiento adquirido en cualquier momento. Pero cuando se echa un vistazo al aprovechamiento escolar en nuestro contexto mexicano, podemos notar que hay ciertas deficiencias en el aprendizaje de contenidos de los alumnos de escuelas básicas, medio superiores y superiores; esto aunado a los niveles de deserción escolar, número de analfabetas o el grado de estudio promedio que posee el ciudadano mexicano.
         Si bien se sabe que como seres humanos poseeríamos las mismas cualidades mentales que cualquier otro habitante del mundo, nos podríamos preguntar acerca del factor que incide directamente en las circunstancias educativas de los mexicanos. La primera respuesta la podríamos encontrar en la organización social, y en la constitución histórica de nuestra población. Hace apenas 500 años, existían las culturas prehispánicas con sus propias formas de organización social y desarrollo ajustado a sus propios tiempos de evolución como cultura, vemos en los mexicas una distinción del espacio educativo para personas de distintas clases, así como el desarrollo científico de los mayas; incluso hoy, por ejemplo, hay estudios que destacan los cálculos mayas en astronomía
         Pero a partir de la conquista, la población autóctona que se encontraba en lo que hoy es el territorio mexicano, fue relegándose y siendo menospreciada, así como su organización social que fue desapareciendo a partir de la misma imposición de la cultura española. Aparece a la vez la distinción de clases, que es el ‘gran’ evento en cuanto a la influencia en la organización social que se empezó a desarrollar en el territorio y que podemos apreciar que aún existe en nuestros días. El hecho que exista una diferenciación ‘violenta’ de clases, obliga a que no exista una identificación del individuo indígena o aún mestizo con aquellos sujetos ‘blancos’ o ‘ricos’ que sustentan el poder y son la punta de la pirámide social y que además determinan las políticas públicas del país (provincia), siendo la educación una parte de ellas.
         El primer adoctrinamiento del español sobre el habitante mesoamericano fue una imposición más que una oportunidad para conocer, conforme pasó el tiempo y se fue infiltrando la cultura occidental en el tuétano del Novo-hispano, la aceptación de los preceptos educativos fue viéndose como una posibilidad para trascender, mas sin embargo, aún existía un grueso de la población que estaba muy lejos de ostentar un bienestar junto a los nuevos dueños de las tierras y las formas de pensar.
         Aunado a la ambivalencia afectiva que existía por el ‘padre’ español, el individuo empobrecido por las formas económicas que se impusieron en los nuevos centros de población batallaba por adaptarse, siendo esta adaptación un conflicto psicológico puesto que no acababa por aceptar del todo las nuevas disposiciones y quería a la vez rescatar hasta donde se pudiese lo que sus más lejanos ancestros le heredaron alguna vez. Esta situación, es una fuente de motivación para las guerras que se nombraron como ‘independencia’ y ‘revolución’; y la clase ‘popular’ siguió siendo la misma clase que ocupaba la posición más precaria de esa pirámide social mencionada anteriormente, y vemos que hasta nuestros días aún persiste.
         Entonces, de esto se puede hacer la lectura que la educación no es el principal objetivo del sujeto mexicano debido a que históricamente no ha tenido una completa identificación con los sujetos que representan la autoridad y que ofrecen el servicio. Es muy importante puesto que luego entonces, existe una oposición por someterse a las reglas o a las demandas que un gobierno (que a la vez es una figura de autoridad) dicta, y esta figura de autoridad pasa también como significante del padre, ese padre descompuesto que nunca pudo situarse como alguien por completo amado una vez que se instituyó a la fuerza (aquel sujeto español), y es entonces que la madre pasa a ser una representante de gran valía, y una de ellas para la cultura mexicana fue y sigue siendo para muchos la virgen de Guadalupe, quien salvaguardó a Juan Diego, el indígena mexicano por excelencia. En nuestra cultura, la madre siempre será bienhechora, amorosa, condescendiente y abnegada, de la cual los mexicanos han sabido aprovecharse a cambio de un poco de sometimiento que se acerca al fantasma edípico que Freud describió.
         En este tenor religioso, la virgen es aquella que hace los milagros, quien ayuda y protege, mientras que los padres (sacerdotes) son quienes evangelizan, quienes mandan la penitencia, quienes catequizan y son una autoridad muchas veces poco flexible y a quien hay que darle el diezmo para estar en paz con Dios; pero las personas como agentes de perversión tratan de pasar por encima de esta figura autoritaria y gozar lo máximo que se pueda con el favor de la virgen, sólo para caer en alguna ocasión por motivo de la culpa en la confesión, tal como puede ser también el diván en la consulta del analista.
         Por otra parte, el aprendizaje tiene que ver con el deseo, aunque podría alejarse del principio del placer lo que nos lleva directamente a lo inconsciente. Sabemos que una gran parte de procesos mentales devienen del inconsciente, la atención de las percepciones presentes es sólo aquella parte que el Yo ha sabido utilizar a lo largo del tiempo por la necesidad de adaptarse a las circunstancias actuales. Aquellas cosas que se enganchan con las circunstancias que son apreciables para el sujeto son mayormente valoradas y por ende interiorizadas por el mismo, de ahí que se explica el ‘aprendizaje significativo’.
         El niño será un tanto más influenciable a nuevas experiencias y se prestará de mejor forma a aprender nuevos contenidos a partir de los vínculos que tenga con el medio, el desarrollo del Yo será primordial en este sentido, ya que si va estructurándose a partir de los preceptos que los padres le inculcan al niño a partir de la lógica y de la adecuación de las satisfacciones pulsionales con base en los diferentes contextos en los que el niño crece, éste tendería a circunscribir su atención de mejor forma a los diferentes estímulos que un ambiente escolar le proveería, puesto que no tendría necesidad de satisfacer en la escuela necesidades o impulsos reprimidos en casa, y prestaría mejor atención a las demandas educativas de sus maestros. A esto es importante sumar los afectos que el niño desarrolla, en muchas ocasiones afectos con un carácter positivo en cuanto al ánimo del individuo como el amor o la felicidad que a su vez conllevan una satisfacción personal adecuada a un autoconcepto favorable de sí, fomentan la motivación para encarar los contenidos de las materias, esto también se anuda a los ideales que el niño tiene a partir de sus padres, familia extensa, contexto cultural, amigos o referentes como algunos ídolos que ven en la televisión o algún otro medio de comunicación; por lo contrario, los afectos que tienen un carácter negativo en cuanto a la productividad que el niño puede tener en su funcionamiento cotidiano, tal como el enojo, ira, tristeza, miedo o vergüenza, éstos son nocivos para el aprendizaje; pueden deberse a fuertes represiones de las pulsiones, contenidas e insatisfechas por coerciones parentales violentas o irracionales que no sirven para un vínculo adecuado entre padres e hijos, y, por desplazamiento, las figuras de autoridad en general también se vuelven causa de rechazo no siendo nada provechoso para los docentes el trato con estos niños, además que éstos están más preocupados y ocupados por satisfacer sus impulsos reprimidos mediante la conducta caótica, la agresión, la consecución de placer por encima del principio de realidad o la desatención (distracción) generada por fantasías (ensoñaciones) continuas en donde pueden lograr aquello que no se les ha permitido.
         Lo que se ha presentado aquí son elementos inconscientes que influyen en la motivación a aprender, muchas veces no es el hecho de la capacidad intelectual, los programas, las técnicas pedagógicas utilizadas o incluso la pobreza, sino circunstancias que fluyen “secretamente” en cada sujeto que a su vez está inmerso en una sociedad (y cultura) que en ciertos estratos no se valora la educación sino otras fuentes de satisfacción narcisista como el dinero, el poder o la simple ganancia de placer.

miércoles, 8 de junio de 2011

FUNDAMENTOS PSICOLOGICOS DE LAS TENDENCIAS CULTURALES

La evolución del hombre y su cultura se presenta a partir de los cambios sociales, económicos, políticos y mediáticos. En nuestra cultura occidental, hay dos aspectos muy importantes que parecen dirigir la vida de los hombres, el dinero y el poder. Aunque esta situación se ha venido dando en muchas culturas a lo largo de la historia, lo que nos hace pensar que el valor que le concede el hombre a estos dos significantes es muy alto. El poder en sí es la vuelta a la omnipotencia que el niño pequeño tenía cuando era atendido por su madre y gozaba de privilegios importantes, esto se relaciona desde luego con el narcisismo y las satisfacciones orales concomitantes; el dinero por otra parte va tomando un significado muy importante en cuanto a que le ayuda al individuo a conseguir ciertas satisfacciones que no son fácilmente asequibles para el mismo, cabe entonces en el orden del ‘Deseo’, un deseo que empuja como pulsión, la cual como se sabe es inagotable. Entonces, poder y dinero se funden con los impulsos más arraigados del hombre, con aquello que lo liga con el principio del placer, y eso es un factor inseparable de la naturaleza humana, solamente domeñable por medio de la cultura.
         En el presente, los medios de comunicación son una prioridad para la economía de las sociedades, y también llegan a ser una referencia para el establecimiento de tendencias sociales, las cuales se van estableciendo progresivamente hasta situarse como ‘objetos’ de identificación que le pueden brindar a los sujetos una satisfacción del orden del narcisismo o bien pueden ser reaseguradores contra la angustia. Para que estas tendencias puedan situarse de una manera efectiva, se muestran a través de personajes que aparecen como ideales sociales, en cuanto a belleza, fuerza, astucia, inteligencia, simpatía, poder, erotismo o incluso hasta con características agresivas o perversas; y son con estos personajes con los que muchas personas quieren identificarse para gozar y participar de cierta forma de esos atributos que ven en el Otro. En el caso del adolescente o el infante, las identificaciones tienen una participación en la construcción de ciertos rasgos de personalidad o de la elaboración de ciertas fantasías que pueden integrarse al repertorio conductual que puede tener una duración variable, aunque si éstas se funden con conflictos afectivos o pulsionales pueden tomar cierta fuerza que le podría provocar después algunos problemas al sujeto.
         Ahora, con respecto al establecimiento de modas, éstas pueden tomar participación en los pueblos a partir de qué tan atractivas puedan ser para la idiosincrasia del mismo, cosa dependiente  también de la cultura, pero también hay tendencias que son globales y se comparten en varios países, tales como modas en la vestimenta, en algunos pasatiempos, en la música. En general, la adquisición de estas modas son parte de aquello que ya se comentó al principio de este ensayo, y se añade además la necesidad de pertenecer y de sentirse identificado con un grupo, cosa que le puede brindar al individuo un estatus, pero además de eso pareciera que muchas modas están matizadas de varios significantes que se asocian directamente a ‘imágenes’ inconscientes que le son de una relevancia significativa  al sujeto, y es ahí donde se abre la pregunta de ¿por qué un sujeto escoge una moda y otro otra? Cada cual se adueña de aquello que siente que le pertenece, y si es algo que en un principio no le es suyo, lo toma para incorporarlo a sí mismo ya que de alguna manera lo necesita, no porque necesariamente le falte sino porque lo alimenta, lo desea.

lunes, 23 de mayo de 2011

CONCEPTUALIZACION DEL SISTEMA HOMBRE-TIERRA

La relación entre el ser humano y el planeta es una callada noticia que tiene que ver con la poca conciencia que el primero posee acerca de su función dentro de un sistema mayor. Vamos a posicionarnos de que el planeta tierra es la casa donde habitamos todos los que obviamente vivimos en él, y que si bien podemos poner un pie en la duda de si acaso hubo en elemento extraterrestre que cayó en este planeta y se desarrolló como una entidad parásita dentro del mismo, no podemos tampoco soslayar que todo organismo terrestre existe debido a la adaptación a las condiciones prevalecientes en esta entidad estelar. Ahora bien, al evolucionar nuestra especie en el planeta, y como seres biológicos que somos, podemos apostar que tenemos una función sistémica, así como todas las demás entidades; yo apuesto que nosotros junto con todas las especies animales somos un regulador homeostático de la tierra, ya que si sólo existieran las plantas junto con las rocas y el agua, éstas invadieran la mayor parte del territorio y probablemente generarían otras condiciones atmosféricas siendo un planeta diferente. Por lo tanto todos los seres que habitamos la tierra tenemos una función ‘biológica’ dentro de la misma.
         Pero con el grado de desarrollo cerebral que hemos tenido, los seres humanos nos hemos vuelto un cáncer para el propio planeta, es como si uno de sus reguladores se haya salido de control y su desarrollo vaya gastando las condiciones que le permiten al mismo hombre vivir dentro de su ‘hogar’. Nuestra especie, por lo tanto, se acerca a la concepción de esa figura parásita que mencioné anteriormente, que trata de obtener cuanto puede del lugar donde se encuentre no trayendo ningún beneficio a la estabilidad y mantenimiento del organismo que habita. Este planteamiento se ofrece con el objetivo de proponer una visión ‘biológica-funcional’ del ser humano en cuanto a su constitución, y esto cómo se relacionaría con su psicología.
         Si partimos de que somos una entidad necesaria para mantener la homeostasis del planeta, como un organismo importante dentro del mismo, así como lo puede ser un átomo o un tejido para el cuerpo humano, debemos pensar que nuestra reproducción se asocia a la necesidad de expansión de la población de seres humanos, así como si fuéramos glóbulos blancos o rojos; entonces, la tendencia biológica es sumamente importante como individuos, el ciclo de vida nos brindaría la idea de ser más funcionales en cuanto al servicio que le brindaríamos al planeta; ya que si pensamos en la muerte, cuando un individuo muere se entierra y al ser seres orgánicos, nuestra constitución física pasa a ser producto o alimento de otras entidades propias del planeta, manteniendo un tipo de equilibrio. Así que, todas aquellas ideas sociales que reprimen la parte biológica-instintiva del hombre son contrarias a la estabilidad del individuo humano como ser sistémico, y podemos apreciar que cuando esto sucede el sujeto enferma física o psicológicamente y además puede empezar a afectar a otras entidades cercanas a él, es como cuando una parte del cuerpo enferma repercute inmediatamente en su proximidad.
         Pero vayamos a un posicionamiento importante que tiene que ver con el establecimiento social del humano. Si se revisa la vida de los animales, muchos de ellos tienden a ser seres sociales, necesitan de otros para poder desarrollarse, aquí podríamos poner el ojo una vez más en el ciclo de vida: nacer, crecer, reproducirse y morir. Entraría entonces la importancia de la sexualidad como una función de vital importancia para el mantenimiento de esa homeostasis ‘planetaria’; la función sexual es una génesis para la ‘creación’ de nuevos seres; y en este sistema, la mayoría de especies tiene dos componentes de cualidades diferentes para la consumación del funcionamiento de este catalizador genésico; por lo tanto la unión de seres lleva a los individuos a organizarse en grupos, igualmente porque tienen que ser cuidados por otros mientras pueden valerse por sí mismos. Las organizaciones funcionan para proteger a sus integrantes, sirve por lo tanto para el mantenimiento de la especie. De esto, podemos intuir que las reglas que los miembros más viejos (y sabios) del grupo sirvieron primeramente para crear una ‘conciencia’ en los nuevos individuos, y nuevamente con el objetivo de cuidarlos, pero poco a poco se ha ido distorsionando esta visión comunitaria por una visión individual; y así, los más grandes y fuertes han sometido a su servicio a los más débiles. La parte biológica de la personalidad que Freud distinguió como Ello, conlleva esta necesidad de conservación, y por esta cualidad hay un posicionamiento ‘egoísta’ en cada individuo. Entonces, esta necesidad de conservación que todo ser lleva en su estructura, en el hombre se vuelve también parte de su impulso agresivo, y es totalmente constitucional.
         Lo que ha acontecido una vez que se ha desarrollado una ‘conciencia’ colectiva por decirlo de un modo, es que la construcción del poder del más fuerte o más viejo se ha transformado continuamente y ha mutado en un sistema de dominación hacia el otro. Si entendemos la psicología animal, el defender un territorio es algo igualmente instintivo, así que los hombres también defienden su territorio y sus ‘posesiones’ ante otros hombres, y hay incluso hasta luchas a muerte. La psicología del humano ha hecho de esta circunstancia una necesidad para su satisfacción, ha pasado de la satisfacción como producto de la función, a una búsqueda de la satisfacción como símbolo de la función, pero esta última como un mero pretexto que a lo largo de la historia se ha distorsionado y se ha olvidado ante la negación de un pasado ‘animal’ que nos uniría mucho más al sistema “planeta tierra”. Ahora, el referirme al pasado ‘animal’ lo hago no como una alusión directa a la propuesta darwiniana, sino que lo considero como ese pasado donde no había una escritura ni medios de comunicación verbal entre los individuos (lenguaje verbal), con organizaciones pequeñas y primitivas donde resolvían necesidades que ahora podemos llamar ‘básicas’, pero que entonces era todo lo que constituía su campo como especie. Es entonces que puedo entender que la cultura es lo que ha hecho separarse al hombre de la conciencia de su pertenencia al sistema biológico que compartimos con la entidad planetaria. Con esto no quiero decir que la cultura sea contraproducente, sino que la malinterpretación de las funciones que el individuo tiene como especie y el deseo de someter a otros hombres para satisfacciones personales es lo que ha llevado a la mayoría de comunidades culturales a pervertir el ideario del hombre funcional, y lo ha vuelto una especie parásita dentro del sistema.
         Pero bien se me pudiera cuestionar ¿Qué hubiera pasado si no hubiese existido alguien que dirigiese y pusiera reglas sobre los demás? Es aquí donde voy a insertar una idea sobre el miedo común de todos los hombres e incluso de los animales; este es: el miedo a lo desconocido. Los primeros hombres no sabían acerca de los rayos, de la lluvia, de la sequía, de los movimientos del planeta; es entonces que empezó a generar explicaciones de las cosas, algunas de esas cosas con el paso del tiempo fue entendiéndolas desde su marco contextual, otras que eran menos comunes o recurrentes fueron inquietándolo más. Es probable que las primeras ‘neurosis’ o angustias crónicas estuviesen relacionadas a eventos climáticos o a otras especies animales, esto debido al ya mencionado instinto de protección; ahora, una vez que el hombre no podía tener el dominio sobre ciertas cosas que le inquietaban empezó a erigirse ciertas ‘reglas’ o ‘mandamientos’ para protegerse de tales eventos; si lo ponemos en nuestra perspectiva actual, tales reglas son totalmente irracionales, tales como los tabúes o mitos que por ejemplo, podemos encontrar en diferentes grupos étnicos. Pero es por esas angustias y defensas contra las mismas que los principios del hombre primitivo fueron tomando un rumbo que fue el que lo llevó a establecer un ‘orden’ social, esto aunado a sus propias necesidades, comida, protección, reproducción, cuidado, acicalamiento, y satisfacciones concomitantes. Y obviamente no podemos omitir que el principio de realidad lleva al individuo a mantener una funcionalidad con respecto a la adaptabilidad con el medio, y ante una vida apegada a la vivencia del día sin mayor proyección a futuro más que aquello que les mandaba el deseo, el principio del placer no fue tan importante para el Yo del individuo hasta que la satisfacción se erigió más allá de un simple acompañante de la consecución de la función. Mecanismos adaptativos o defensas como las llamó Freud fueron importantes en esa primera etapa de la especie humana, el desplazamiento y la proyección como los más destacados, fueron una piedra angular en la estructuración del Yo en nuestra especie. La figuración plástica con la que trabajan los procesos psíquicos permitían el desplazamiento, y la necesidad de repeler aquello ‘peligroso’ sirvió de base a la proyección.
         Entonces, regresando a la pregunta presentada anteriormente podría plantearme otra pregunta: ¿es que los hombres estábamos destinados a ser egoístas, parásitos y neuróticos? Hay animales que matan a sus crías y hembras que matan a los machos después de la unión genésica, y sigue siendo su naturaleza sin tener por ‘fuerza’ un mal; el hombre podría ser la especie animal de mayor desarrollo y complejidad evolutiva, teniendo la posibilidad de manipular ciertos elementos a su favor así como otras especies lo hacen instintivamente o reactivamente a partir de una base estrictamente biológica como las plantas, esa posibilidad se llama conciencia e inteligencia. O es también que la inteligencia es el arma del hombre para adaptarse al medio, debido a que anatómicamente no cuenta con ciertas cualidades como otros animales. Entonces, ante tales especulaciones inciertas, para fines del presente escrito podría decir que el hombre “Es”, sin caer en una conceptualización del “qué hubiera pasado si…”  o simplemente del destino. Pero creo que en esta explicación aún no he contestado la pregunta planteada.
         Así como el planeta necesita reguladores como lo expuse en el principio, es muy probable que las especies en sí necesiten autorregularse a sí mismas para mantener una armonía en el sistema global; en muchas especies animales los reguladores pueden ser otras especies que devoran a aquellos que regulan el crecimiento de las plantas, o sea, carnívoros eliminan herbívoros; el ser humano, al no tener un ‘enemigo’ natural se regula a sí mismo, y he ahí, creo yo, el meollo del asunto.

lunes, 9 de mayo de 2011

LA CULTURA Y SUS DERIVADOS MÁGICOS EN LA PSICOPATOLOGÍA


La exploración de la dinámica psíquica de los obsesivos-compulsivos muestra que las soluciones planteadas por ellos ante su angustia concomitante están fuertemente influenciadas por la fantasía de rituales mágicos que le dan libre paso al sujeto frente a las vicisitudes que los atormentan. El proceso primario de todas las personas es elemental para una primera elaboración del mundo, sobre todo ante la imposibilidad neuronal y fisiológica (inmadurez) de los primeros años de la vida, así, la aparición indubitable de la madre no solo refuerza en el origen la omnipotencia, sino que satisface sin lugar a dudas todo requerimiento pulsional.

         Cuando la madre empieza a espaciar su presencia frente a la exigencia del niño, retira el narcisismo primario, la frustración llega al infante, y se incorpora el masoquismo como una reacción natural ante la ausencia (dolor) que se recompensa con una nueva visita de la progenitora. Pero antes que pueda volverse la presencia de la madre o el padre una referencia de la estructura lingüística en desarrollo, se ha instaurado en el inconsciente, las imágenes y las sensaciones placenteras catectizadas que dejan una impresión importante en el psiquismo.

         Aunado a este proceso “natural”, lo cultural está invariablemente anexo, los padres pertenecientes a un grupo étnico, le inculcan a su hijo directa o indirectamente toda la estructura de una cultura que a su vez da la pauta para la instauración del superyó. Las canciones, las historias, las leyendas, los mitos, las reglas, los ritos, la religión, ideologías político-económicas, la presentación de los afectos, los ideales, la identificación con una raza y una historia nacionalista. Todo esto forma parte de la estructura del individuo, y es aquí donde se presenta una interacción sui-géneris entre el inconsciente de los ‘padres-cultura-historia personal’ con el inconsciente del hijo. Este inconsciente conlleva desde luego todos los impulsos del ello, y de esta manera es como el yo empieza a estructurarse.

         El medio externo, constituido por las leyes de la sociedad y su cultura, trata de someter a sus integrantes por medio de ciertas reglas o inculcando temores. Dios mismo es una entidad de regulación social, y de ahí, se desprenden las autoridades gubernamentales y los castigos que pueden llevar a cabo si se violan las reglas sociales, los padres y sus propias reglas y castigos; y a partir de ahí vienen muchos temores “sobrenaturales” que causan preocupación en la población, muchos de ellos relacionados al fin de reprimir una conducta pulsional o incluso pudieran presentar un carácter instintivo.

         Entonces, en considerables ocasiones los reaseguramientos contra la angustia se forman a partir de figuras conformadas a partir del superyó, este superyó culturizado que además también está fusionado con procesos primarios y que al tener vínculos con el ello, fortalecen tales reaseguramientos. Pareciera, que la omnipotente presencia y ayuda de las figuras parentales que se vivió en la primera infancia, así como la fe que se desarrolló ante la incorporación de los derivados culturales reguladores de la conducta y brindadores de protección, sirvieran a modo de escudos protectores contra estímulos generadores de angustia. Este llamado a las fuerzas defensoras, sirve como un paliativo que la mayor parte de las veces es efectivo, y por lo mismo, ante la eficacia como reductor de la angustia, se queda incrustado en los patrones conductuales usuales y que si han tenido presencia desde la niñez, se funden con la personalidad misma.

         Cuando se presenta una estructura masoquista, el modo ‘masoquista’ de reasegurarse contra la angustia es el predominante, y por lo tanto, se tienen satisfacciones eróticas cada vez que se necesita presentar las defensas. Obviamente, estas satisfacciones presentan un carácter inconsciente, pero, ante la misma excitación se erige la represión, y a su vez, ante la demanda de la satisfacción también se desarrolla un sentimiento de culpa, que es mucho más conciente.

         Así, un miedo al éxito por ejemplo, está acompañado de “mandamientos superyoicos” inhibidores de conducta; entonces, en un principio, el niño pudo haber sido reprimido o criticado por alguna conducta de exploración, y a su vez, castigado por la misma. Otro tipo de introyección del superyó puede venir de principios religiosos sobre la bondad, la humildad, la misericordia, el altruismo, el sacrificio y la renuncia a placeres “carnales”. La desobediencia de los mandamientos o de tales principios religiosos conlleva un castigo, y por lo tanto, se genera culpa que se trata de expiar por medio de la inhibición de tales conductas o por medio de sustitutos, que son otro tipo de conductas que tienen por objeto “pagar” aquello (deseos) que bien pudo solamente haberse pensado.  

         Todos aquellos recurrentes fracasos en cualquier ámbito de las actividades humanas, sobresaliendo aquellas que conllevan una competencia con otros, pueden ser resultado de una incompetencia desarrollada inconscientemente con el fin de bloquear la satisfacción que causaría la consecución del placer ante la excitación del narcisismo ‘omnipotente’ (demanda filogenética del mismo ello). Por el contrario, aquellos que obtienen el éxito, han logrado por vía de la sublimación la herramienta necesaria para obtener el placer sexual ‘deformado’ por medio del logro de esas actividades que cobraron relevancia para ellos en su medio ambiente, y por lo tanto, además de la propia satisfacción ‘ello-yo’, obtienen el reconocimiento del superyó alcanzando sus ideales, así, se congracian con el mismo reforzando en ciertos casos el éxito de la resolución del Edipo.

         Por desgracia, en los seres humanos, nada es determinante ni lineal, hay una gran cantidad de excepciones que paradójicamente se volverían regla en lugar de casos aislados. Así, habrá casos de éxito que esconden fuertes impulsos parricidas, estructuras antisociales e impulsos perversos; y casos de fracaso en donde pareciera que las personas reflejan sublimaciones con resultados excepcionales, pero que a final de cuentas no logran el éxito anhelado. Ante estos hechos obvios, lo único que deja entrever una luz de esperanza es que ante todo caso siempre hay una explicación, una piedra angular que desenmaraña el misterio del devenir humano. Tal, se puede hallar precisamente en aquellas fantasías incorporadas y que parecen tener una vigencia ilimitada sino fuera porque al ser confrontadas con la realidad se tambalean y son viables a perder su fuerza, esto, mediante un análisis riguroso que lleve a la persona a abandonar los reaseguramientos infantiles.

         Otra variante importante es la anarquía y los impulsos antisociales avasallantes en la sociedad mexicana actual. Desde el hecho en cómo se ve el problema, se demuestra la falta de pertenencia de la sociedad ante un hecho propio. Por ejemplo, se hace referencia a la “inseguridad” como algo ajeno de México, a los “maleantes” como venidos de otro estrato y latitud lejos del país. Y es precisamente esta falta de pertenencia de la masa cultural “superyoica” ante sus problemas y sus angustias, lo que ha ocasionado que sus “hijos” quieran recuperar aquello perdido en la niñez, ese narcisismo abandonado de sus padres, ese extrañamiento de sus figuras omnipotentes ante sus exigencias pulsionales, y que ante la frustración desarrollada se vuelcan violentamente ante aquellos que en sus fantasías no son más que las representaciones de los objetos represores que no gozan de ningún favor porque a su vez, éstos no dejaron impreso ninguno en el sujeto demandante. Entonces, al pensarse el problema como algo ajeno a “las buenas costumbres” de los mexicanos no se analiza debidamente, o sea, debido a los propios vicios de la cultura desarrollada, de las propias ambiciones de la sociedad, del mantenimiento de ideales sociales sobre las pulsiones genéticamente determinadas, de  la necesidad del mantenimiento de apariencias que demarcan la solvencia económica y que sigue vigente a pesar de tener como origen la identificación con la ostentación monárquica dominante en la historia del ser humano, pero obsoleta en aplicación en nuestra contemporaneidad, como causa de esto es que la sociedad actual se moviliza de la forma en que lo hace; y una cosa más, que es la necesidad de dominación sobre el otro, que a su vez es un posible rival que “te puede quitar todo”. Este último pensamiento es todavía una reminiscencia del conquistado en el siglo XVI por los españoles, puesto que todavía se ve en el “blanco” alguien diferente, un ser idealizado por un lado (por ser descendiente de Quetzalcóatl) pero odiado por querer destruir un imperio y sus deidades. La diferencia de clases se hacia patente una vez instaurada la Nueva España, y a su vez, desde la independencia hasta la revolución, parecía que nadie podía confiarse de nadie, todos necesitaban obtener cualquier tipo de beneficios ante la amenaza constante de una posible guerra con las pérdidas de tierra y bienes concomitantes. Así, desde la generación de la revolución se mantiene un pensamiento trasmitido consecutivamente a los descendientes, permaneciendo una actitud defensiva rebelde instaurada en el más próximo preconsciente en la estructura del mexicano.
                                                                                                                                
         Obviamente, estos prejuicios transmitidos por la cultura, con la “dosis correcta” de influencias psicológicas, generan en gran parte los impulsos destructivos, antisociales.

         Otro punto fundamental, es la ambivalencia de las necesidades y juicios expresados por la sociedad misma. Por un lado, se ensalzan los valores religiosos y patrios, y por otro se afirman las ambiciones de poder que no son otra cosa más que suministros narcisísticos que se establecieron en el desarrollo de la personalidad.

         Esta ambivalencia como referente de la sociedad crea una gran incertidumbre, tensión y culpa en las personas. Las inminentes frustraciones son grandes, ya que existe una gran exigencia sobre el yo, y por lo tanto, se trata de compensar esas faltas con la obtención de objetos que tienen un valor importantísimo para la estabilidad del mismo Yo, así, estos objetos sirven como refuerzos narcisistas. Y no importa como se obtengan estos objetos necesarios, y hasta se puede resumir esta acción con ‘obtener lo más con el menor esfuerzo y los medios más fáciles’; es por esto que en un grueso de mexicanos puede lanzarse el prejuicio de que se esfuerzan poco, de que son flojos, y/o algo que sería peor, tratar de pasar sobre la ley de cualquier forma con tal de tener beneficios o salvar castigos.

         ¿De qué manera entra la fantasía en este hecho? Nuevamente por vía del proceso primario; para el bebé, la aparición mágica de la madre para calmar sus carencias, dolor y angustia es vital. Pero cuando la madre se ausenta de manera continua, cuando no es constante su presencia, el niño tiene que suplirla de algún modo, del mismo modo en que por los juegos trata de controlar su angustia. Así, las conductas antisociales violentas, pueden perseguir diversos fines inconscientes. Ante el hecho de sentirse in-merecedor de amor, y sentirse culpable ante este hecho, se trata entonces de, expiar la culpa como lo mencionó Freud, haciendo algo con lo cual pueda ser castigado; hacer algo y escapar demostrando que puede escapar al castigo, o en su defecto, buscar el amor por medio de la identificación con un padre-madre golpeador, vejador. Y a la vez, también estarán aquellos que en su adolescencia se unen a un grupo delictivo, y que por la necesidad de identificación y ‘pertenencia’ liberan sus pulsiones destructivas reprimidas y que son activadas rápidamente por las frustraciones cargadas.

         El retraso de varios de mexicanos en su desarrollo económico también refleja una cultura que por una parte es rica en mitos y juicios de valor, y por otra, no le brinda al individuo la posibilidad de enriquecer sus potencialidades intelectuales, así como una “salud” emocional que le brinde estabilidad al yo, y por lo tanto coherencia en sus necesidades y acciones, que a su vez le brinde satisfacciones formando parte de su sociedad.

         Pero, en vez que se pueda tener un desarrollo satisfactorio, se presenta una invalidez para desenvolverse en las distintas áreas de la sociedad, existen personas que parecieran tener una inadecuación para adaptarse a las tareas que brinda el medio para desarrollarse. Estas personas pueden estar vinculadas a un Yo presidido por el principio del placer, que desarrolló una dependencia, la cual bien pudo reforzarse debido a dos cosas, la primera, que fue por gratificaciones continuas que generó una necesidad apremiante de satisfacciones junto a poca tolerancia a la frustración; y segundo, la estructuración del masoquismo en la personalidad, el cual, pone al sujeto del lado del sufrimiento, del autocastigo, de la devaluación y la demanda de “limosnas” afectivas por parte de los demás.

         En el primer caso se observan a aquellas personas que pueden presentar una tendencia a la violación de las leyes y los derechos de los demás, viendo en los otros sólo proveedores de satisfacciones pulsionales. En el segundo caso, es común encontrar a personas que se compadecen de sí mismas, que culpan a los demás de su propia desgracia, o que se aferran a explicaciones del destino o religiosas. En todos los casos, se deja ver una deformada visión de la realidad, una inadecuada toma de conciencia acerca de los propios actos y visiones subjetivas y fantasiosas de las consecuencias y hechos alrededor de ellos.

         La cultura le permite al individuo introducirse a su sociedad de una manera eficiente, pero esto no tiene relación directa con el contacto con la realidad de cada sociedad. Si bien es cierto que para marcar una conducta desadaptativa se tiene como referencia a los hechos habituales que en una sociedad se manifiestan, no se puede determinar que tan apegado o no están las conductas de los individuos a los hechos ‘reales’. Esto puede dar paso a la discusión acerca de la construcción de la realidad, a la significación de las cosas, pero, más allá que es indudable la subjetividad en la formación de relaciones con el mundo, se llegan a presentar construcciones fantásticas (que pueden caer en lo imposible) que rigen la vida y las conductas de las personas, y sólo cuando presentan una repercusión observable (o manifiesta) es cuando se destaca la ineficiencia o la inadecuación de las mismas.



BIBLIOGRAFIA RELACIONADA

El laberinto de la Soledad
Octavio Paz


Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico,
Trabajos sobre metapsicología y otras obras (1914-1916)
Tomo XIV
Sigmund Freud

-algunos tipos de carácter dilucidados por el trabajo psicoanalítico – (1916)

jueves, 28 de abril de 2011

EL PROCESO DE ENAMORAMIENTO COMO UN SÍMIL DE LA OBJETALIZACIÓN POR EL AMOR A LOS PADRES


La percepción del deseo (del amor) por parte del “otro” es un pilar importante para la incorporación de un afecto “agradable” que tiene que ver con la satisfacción de necesidades pulsionales e instintivas de autoconservación. El bebé recién nacido es receptor del calor de la madre, del contacto del padre y las palabras del medio familiar, esto lo va inscribiendo en el mundo de los objetos. El niño va reconociendo y distinguiendo a su madre, y desde luego, sus atenciones que le van a suministrar todo lo necesario para que se desarrolle, cosa que él solo lo va registrando como placer (o displacer según corresponda). El hecho importante en el sentimiento de sentirse aceptado, amado, es todo aquel contacto afectivo con la connotación amorosa que tienen los padres con el niño; en esa etapa de la vida, esta transacción es estructurante, y según sea la emisión y la recepción del amor por los padres así será el encauce de las pulsiones sexuales (y/o agresivas) en la constitución del carácter en el niño.

         Como bien lo distinguió Freud en el complejo de Edipo, el primer enamoramiento de los hijos se da con los padres, y la primera decepción también con ellos; cuando se da eso, lo que viene es una parte importante en el desarrollo psíquico, tanto la identificación con uno de los padres y también la instauración del superyó. Se renuncia entonces a un deseo y se da pie a un proceso que primará en la vida inconsciente.

         Cuando se da un enamoramiento en la adolescencia, juventud y la adultez, existen reminiscencias de lo que en la infancia fue. En primera instancia, el gusto físico puede influir antes de que se de el enamoramiento, así como la sobrevaloración de cualidades subjetivas en el objeto de deseo, o la transferencia de emociones que vivencia la persona que se “enamora”, tal como un sentimiento de seguridad. Pero ¿Cuándo es que se da el enamoramiento como tal? ¿En qué momento se da una relación de dos personas enamoradas una de la otra? Una respuesta podría ser, cuando existe una correspondencia mutua, cuando los dos se transmiten su deseo por la mirada, por el contacto, por la voz, las palabras.

         La validez, la afirmación que el “Otro” (objeto de deseo) hace sobre el sujeto deseante se convierte en aceptación del deseo, le da completa cabida al flujo pulsional. Los padres van introduciendo al niño al mundo de los objetos, le dan cabida a la catectización de los objetos; cosa que también tiene su ramificación en el enamoramiento, en la catectización del objeto de deseo. La mirada de la madre, del padre, tiene un efecto poderoso, llegará el momento en que con solo interpretar la mirada sabrá si es de aceptación o de reprobación, este contacto visual que se busca con los progenitores también se puede buscar en las otras personas, sobre todo cuando se busca la aceptación, la afirmación, el reconocimiento; tales serán suministros narcisistícos, que son necesarios para el establecimiento de una relación de pareja; así se busca la mirada del ser querido para obtener la satisfacción de un impulso que encontró cabida en el calor materno. Ante la excitación corporal del organismo recién nacido, la presencia de la madre y todos sus satisfactores (uno de los cuales pudo volverse el padre), se dejó la impresión psíquica que el contacto del “Otro” es primordial.

         Una pregunta sería, ¿el desear a una persona es el ancla para la estructuración genital? También se hubo deseado a la madre, en una época de la vida en que también había una primacía libidinal de los genitales. Los objetos parciales o inanimados no serían suficientes para instaurar una primacia genital, pero el querer “obtener” una entidad total, por medio de la “fuerza”, la potencia que brinda el poder del falo, puede dar cabida a la posibilidad de instaurar una sexualidad genital. El miedo a la castración le da al niño la posibilidad de mantener en sí ese valor tan importante para sí; es por esto que, en la resolución del complejo de Edipo, cede su deseo a cambio de preservar su pene, su falo.

domingo, 17 de abril de 2011

ENFOQUES PSICOTERAPEUTICOS Y EL DIAGNOSTICO

-Consideraciones generales y un acercamiento a una visión integrativa-
Desde que surgieron los primeros estudios ‘científicos’ sobre el ser humano, se ha tratado de mejorar y tener mejores resultados a través de la experiencia, práctica y filosofía de quienes se han dedicado a tratar a los individuos, y ante esto también han existido contrapuntos entre científicos y médicos, incluso los debates filosóficos que pudieron existir sobre el hombre en la antigua Grecia pudieron mostrar la diferencia de ideas que cada sujeto tenía sobre nuestra existencia.
         Freud empezó a distinguir que los trastornos mentales tenían una génesis inconsciente, y separa de una manera importante a la psicología de la psiquiatría, le da importancia a los procesos psíquicos y le da un fundamento a la conducta del ser humano; mientras, otros psicólogos seguían haciendo investigación y escribiendo principios a partir de reflejos y la asociación de estímulos como parte fundamental de la actividad humana, no brindándole importancia a los procesos subjetivos ya que no al no ser medibles ni observables no podían formar parte de la ciencia de la psicología. Después que Freud planteó su teoría y dictó los principios básicos que le dan forma al psicoanálisis, muchos psicólogos se avocaron a seguirlo y otros tantos a contradecir o variar sus puntos de vista; es entonces que se empiezan a desarrollar otros postulados psicológicos que tratan de describir al ser humano para entenderlo y ayudarlo con sus problemas psicológicos.
         He considerado que para aquellos que nos dedicamos a la psicología y tenemos una afinidad con alguna teoría, la abrazamos porque es la que mejor responde nuestras preguntas existenciales, en mi interpretación esa es la razón por la cual nos dirigimos hacia a algún enfoque específico, pero en la práctica podemos ir respondiéndonos otro tipo de preguntas que nos pueden poner en una disyuntiva acerca de la efectividad de nuestro método; es entonces que llegamos al punto de evaluar y confrontar a los diferentes enfoques, y saber qué tan útil puede ser uno o el otro.
         Ante todo, se hace una evaluación del paciente, desde el primer momento y en la observación inicial se puede generar un juicio sobre la estructura del individuo, y una vez que se escucha el motivo de consulta la orientación de la terapia vislumbra un rumbo. En la práctica del psicoanálisis existen entrevistas previas antes de que el paciente pase al diván con la regla básica de la asociación libre, esto ayudará al analista a determinar la viabilidad del proceso psicoanalítico. Freud escribe en “Sobre la iniciación del tratamiento” (1913) que: “… con los enfermos de quienes sé poco, he tomado la costumbre de aceptarlos sólo provisionalmente, por una semana o dos… uno sólo ha emprendido un sondeo a fin de tomar conocimiento del caso y decidir si es apto para el psicoanálisis”. Y continúa aclarando que: “La iniciación del tratamiento con un periodo de prueba así, fijado en algunas semanas, tiene además una motivación diagnóstica.” Asimismo, Freud refiere que psiquiatras pueden caer en un error diagnóstico, pero esto bien sólo podría ser un error teórico, y su diagnóstico no tendría más que un interés académico, pero para el psicoanalista “… en el caso desfavorable ha cometido un yerro práctico, se ha hecho culpable de un gasto inútil y ha desacreditado su procedimiento terapéutico. Si el enfermo no padece de histeria ni de neurosis obsesiva, sino de parafrenia, él no podrá mantener su promesa de curación, y por eso tiene unos motivos particularmente serios para evitar el error diagnóstico. En un tratamiento de prueba de algunas semanas percibirá a menudo signos sospechosos que podrán determinarlo a no continuar con el intento.” Pues bien, en esta larga cita que he hecho sobre el texto de Freud, se encuentra un fundamento importante sobre la relevancia de la impresión diagnóstica antes de continuar con el tratamiento, consideración que debe tomar en cuenta el terapeuta de cualquier enfoque antes de realizar cualquier movimiento.
         Hay enfoques terapéuticos que no trabajan con diagnósticos, y siendo así, no compartirían la visión de los principios freudianos y el psicoanálisis, pues bien, siempre habrá que tener en cuenta consideraciones médicas (biológicas) que pueden hacer imposible la terapia, ya sea la esquizofrenia, el retraso mental o una depresión mayor; en ese sentido las ciencias de la salud trabajan en conjunto y no podríamos hacer a un lado las consideraciones globales (biopsicosociales) que distinguen al ser humano. Entonces, un principio para determinar nuestra técnica en caso de que tengamos una visión ‘ecléctica’ de la psicología es hacer un diagnóstico de la funcionalidad psíquica del sujeto, una vez teniendo en cuenta tal, podemos andar con cualquier estrategia.
         Milton Erikson, con base en sus trabajos con la hipnosis, la sugestión y lo estratégico, podía llegar a hacer intervenciones desde el primer contacto que tenía con el paciente, esto contradeciría a cualquier recomendación de la práctica de la psiquiatría clásica, y cualquier recomendación freudiana; en este caso yo puedo decir que el primer diagnóstico que hacía Erikson era sólo con ver o escuchar al sujeto, podía tener una sagacidad sumada a la propia experiencia que podía entender algo del contexto de la persona y usarlo a su favor, además que por lo regular ese tipo de intervenciones siempre eran ‘positivas’, o sea, que fuese cual fuese la situación a tratar era más viable que le causara un bien o sino, por lo menos no iba a afectar negativamente la problemática del sujeto. Esto nos está diciendo que el diagnóstico parte porque hay un sujeto, en ese sentido, su sola aparición del mismo en nuestro espacio terapéutico puede decirnos mucho.
         Para la psicología sería una pérdida desechar cualquier conocimiento que ha hecho que la ciencia crezca, los conocimientos que Freud compartió a partir de sus observaciones se basan en el análisis del discurso del sujeto ‘enfermo’, le dio un sentido a lo ‘inentendible’; e incluyendo a la sexualidad como parte fundamental del devenir humano integra al sujeto como esa entidad completa sin una separación ‘cuerpo-mente’; ese mismo entendimiento que culturas orientales también poseían. De la misma forma, las visiones humanistas, estratégicas, gestalt, terapias basadas en soluciones o la terapia narrativa nos brindan nuevas ideas de cómo involucrarnos con el paciente o el sujeto en el campo del lenguaje, incluyendo a la vez esos mismos conocimientos que resaltó Lacan en cuanto a la importancia del lenguaje en la estructuración de psique. Así, podemos decir que el psicoanálisis tiene una práctica muy específica debido a todos los principios en cuanto a la dinámica psíquica que se han descrito hasta ahora, por lo que no es viable un cambio drástico en su ejercicio, pero aquellos que practican la psicoterapia pueden hacer uso de muchas herramientas de una manera responsable, conociendo todas las implicaciones que el tratamiento puede tener con el paciente.
Bibliografía
Freud Sigmund, Obras completas: Sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente (Schreber) : Trabajos sobre técnica psicoanalítica y otras obras (1911-1913) 2da edición, 11va reimpresión. Buenos Aires, Amorrortu,2007. Pag. 125, 126.