La exploración de la dinámica psíquica de los obsesivos-compulsivos muestra que las soluciones planteadas por ellos ante su angustia concomitante están fuertemente influenciadas por la fantasía de rituales mágicos que le dan libre paso al sujeto frente a las vicisitudes que los atormentan. El proceso primario de todas las personas es elemental para una primera elaboración del mundo, sobre todo ante la imposibilidad neuronal y fisiológica (inmadurez) de los primeros años de la vida, así, la aparición indubitable de la madre no solo refuerza en el origen la omnipotencia, sino que satisface sin lugar a dudas todo requerimiento pulsional.
Cuando la madre empieza a espaciar su presencia frente a la exigencia del niño, retira el narcisismo primario, la frustración llega al infante, y se incorpora el masoquismo como una reacción natural ante la ausencia (dolor) que se recompensa con una nueva visita de la progenitora. Pero antes que pueda volverse la presencia de la madre o el padre una referencia de la estructura lingüística en desarrollo, se ha instaurado en el inconsciente, las imágenes y las sensaciones placenteras catectizadas que dejan una impresión importante en el psiquismo.
Aunado a este proceso “natural”, lo cultural está invariablemente anexo, los padres pertenecientes a un grupo étnico, le inculcan a su hijo directa o indirectamente toda la estructura de una cultura que a su vez da la pauta para la instauración del superyó. Las canciones, las historias, las leyendas, los mitos, las reglas, los ritos, la religión, ideologías político-económicas, la presentación de los afectos, los ideales, la identificación con una raza y una historia nacionalista. Todo esto forma parte de la estructura del individuo, y es aquí donde se presenta una interacción sui-géneris entre el inconsciente de los ‘padres-cultura-historia personal’ con el inconsciente del hijo. Este inconsciente conlleva desde luego todos los impulsos del ello, y de esta manera es como el yo empieza a estructurarse.
El medio externo, constituido por las leyes de la sociedad y su cultura, trata de someter a sus integrantes por medio de ciertas reglas o inculcando temores. Dios mismo es una entidad de regulación social, y de ahí, se desprenden las autoridades gubernamentales y los castigos que pueden llevar a cabo si se violan las reglas sociales, los padres y sus propias reglas y castigos; y a partir de ahí vienen muchos temores “sobrenaturales” que causan preocupación en la población, muchos de ellos relacionados al fin de reprimir una conducta pulsional o incluso pudieran presentar un carácter instintivo.
Entonces, en considerables ocasiones los reaseguramientos contra la angustia se forman a partir de figuras conformadas a partir del superyó, este superyó culturizado que además también está fusionado con procesos primarios y que al tener vínculos con el ello, fortalecen tales reaseguramientos. Pareciera, que la omnipotente presencia y ayuda de las figuras parentales que se vivió en la primera infancia, así como la fe que se desarrolló ante la incorporación de los derivados culturales reguladores de la conducta y brindadores de protección, sirvieran a modo de escudos protectores contra estímulos generadores de angustia. Este llamado a las fuerzas defensoras, sirve como un paliativo que la mayor parte de las veces es efectivo, y por lo mismo, ante la eficacia como reductor de la angustia, se queda incrustado en los patrones conductuales usuales y que si han tenido presencia desde la niñez, se funden con la personalidad misma.
Cuando se presenta una estructura masoquista, el modo ‘masoquista’ de reasegurarse contra la angustia es el predominante, y por lo tanto, se tienen satisfacciones eróticas cada vez que se necesita presentar las defensas. Obviamente, estas satisfacciones presentan un carácter inconsciente, pero, ante la misma excitación se erige la represión, y a su vez, ante la demanda de la satisfacción también se desarrolla un sentimiento de culpa, que es mucho más conciente.
Así, un miedo al éxito por ejemplo, está acompañado de “mandamientos superyoicos” inhibidores de conducta; entonces, en un principio, el niño pudo haber sido reprimido o criticado por alguna conducta de exploración, y a su vez, castigado por la misma. Otro tipo de introyección del superyó puede venir de principios religiosos sobre la bondad, la humildad, la misericordia, el altruismo, el sacrificio y la renuncia a placeres “carnales”. La desobediencia de los mandamientos o de tales principios religiosos conlleva un castigo, y por lo tanto, se genera culpa que se trata de expiar por medio de la inhibición de tales conductas o por medio de sustitutos, que son otro tipo de conductas que tienen por objeto “pagar” aquello (deseos) que bien pudo solamente haberse pensado.
Todos aquellos recurrentes fracasos en cualquier ámbito de las actividades humanas, sobresaliendo aquellas que conllevan una competencia con otros, pueden ser resultado de una incompetencia desarrollada inconscientemente con el fin de bloquear la satisfacción que causaría la consecución del placer ante la excitación del narcisismo ‘omnipotente’ (demanda filogenética del mismo ello). Por el contrario, aquellos que obtienen el éxito, han logrado por vía de la sublimación la herramienta necesaria para obtener el placer sexual ‘deformado’ por medio del logro de esas actividades que cobraron relevancia para ellos en su medio ambiente, y por lo tanto, además de la propia satisfacción ‘ello-yo’, obtienen el reconocimiento del superyó alcanzando sus ideales, así, se congracian con el mismo reforzando en ciertos casos el éxito de la resolución del Edipo.
Por desgracia, en los seres humanos, nada es determinante ni lineal, hay una gran cantidad de excepciones que paradójicamente se volverían regla en lugar de casos aislados. Así, habrá casos de éxito que esconden fuertes impulsos parricidas, estructuras antisociales e impulsos perversos; y casos de fracaso en donde pareciera que las personas reflejan sublimaciones con resultados excepcionales, pero que a final de cuentas no logran el éxito anhelado. Ante estos hechos obvios, lo único que deja entrever una luz de esperanza es que ante todo caso siempre hay una explicación, una piedra angular que desenmaraña el misterio del devenir humano. Tal, se puede hallar precisamente en aquellas fantasías incorporadas y que parecen tener una vigencia ilimitada sino fuera porque al ser confrontadas con la realidad se tambalean y son viables a perder su fuerza, esto, mediante un análisis riguroso que lleve a la persona a abandonar los reaseguramientos infantiles.
Otra variante importante es la anarquía y los impulsos antisociales avasallantes en la sociedad mexicana actual. Desde el hecho en cómo se ve el problema, se demuestra la falta de pertenencia de la sociedad ante un hecho propio. Por ejemplo, se hace referencia a la “inseguridad” como algo ajeno de México, a los “maleantes” como venidos de otro estrato y latitud lejos del país. Y es precisamente esta falta de pertenencia de la masa cultural “superyoica” ante sus problemas y sus angustias, lo que ha ocasionado que sus “hijos” quieran recuperar aquello perdido en la niñez, ese narcisismo abandonado de sus padres, ese extrañamiento de sus figuras omnipotentes ante sus exigencias pulsionales, y que ante la frustración desarrollada se vuelcan violentamente ante aquellos que en sus fantasías no son más que las representaciones de los objetos represores que no gozan de ningún favor porque a su vez, éstos no dejaron impreso ninguno en el sujeto demandante. Entonces, al pensarse el problema como algo ajeno a “las buenas costumbres” de los mexicanos no se analiza debidamente, o sea, debido a los propios vicios de la cultura desarrollada, de las propias ambiciones de la sociedad, del mantenimiento de ideales sociales sobre las pulsiones genéticamente determinadas, de la necesidad del mantenimiento de apariencias que demarcan la solvencia económica y que sigue vigente a pesar de tener como origen la identificación con la ostentación monárquica dominante en la historia del ser humano, pero obsoleta en aplicación en nuestra contemporaneidad, como causa de esto es que la sociedad actual se moviliza de la forma en que lo hace; y una cosa más, que es la necesidad de dominación sobre el otro, que a su vez es un posible rival que “te puede quitar todo”. Este último pensamiento es todavía una reminiscencia del conquistado en el siglo XVI por los españoles, puesto que todavía se ve en el “blanco” alguien diferente, un ser idealizado por un lado (por ser descendiente de Quetzalcóatl) pero odiado por querer destruir un imperio y sus deidades. La diferencia de clases se hacia patente una vez instaurada la Nueva España , y a su vez, desde la independencia hasta la revolución, parecía que nadie podía confiarse de nadie, todos necesitaban obtener cualquier tipo de beneficios ante la amenaza constante de una posible guerra con las pérdidas de tierra y bienes concomitantes. Así, desde la generación de la revolución se mantiene un pensamiento trasmitido consecutivamente a los descendientes, permaneciendo una actitud defensiva rebelde instaurada en el más próximo preconsciente en la estructura del mexicano.
Obviamente, estos prejuicios transmitidos por la cultura, con la “dosis correcta” de influencias psicológicas, generan en gran parte los impulsos destructivos, antisociales.
Otro punto fundamental, es la ambivalencia de las necesidades y juicios expresados por la sociedad misma. Por un lado, se ensalzan los valores religiosos y patrios, y por otro se afirman las ambiciones de poder que no son otra cosa más que suministros narcisísticos que se establecieron en el desarrollo de la personalidad.
Esta ambivalencia como referente de la sociedad crea una gran incertidumbre, tensión y culpa en las personas. Las inminentes frustraciones son grandes, ya que existe una gran exigencia sobre el yo, y por lo tanto, se trata de compensar esas faltas con la obtención de objetos que tienen un valor importantísimo para la estabilidad del mismo Yo, así, estos objetos sirven como refuerzos narcisistas. Y no importa como se obtengan estos objetos necesarios, y hasta se puede resumir esta acción con ‘obtener lo más con el menor esfuerzo y los medios más fáciles’; es por esto que en un grueso de mexicanos puede lanzarse el prejuicio de que se esfuerzan poco, de que son flojos, y/o algo que sería peor, tratar de pasar sobre la ley de cualquier forma con tal de tener beneficios o salvar castigos.
¿De qué manera entra la fantasía en este hecho? Nuevamente por vía del proceso primario; para el bebé, la aparición mágica de la madre para calmar sus carencias, dolor y angustia es vital. Pero cuando la madre se ausenta de manera continua, cuando no es constante su presencia, el niño tiene que suplirla de algún modo, del mismo modo en que por los juegos trata de controlar su angustia. Así, las conductas antisociales violentas, pueden perseguir diversos fines inconscientes. Ante el hecho de sentirse in-merecedor de amor, y sentirse culpable ante este hecho, se trata entonces de, expiar la culpa como lo mencionó Freud, haciendo algo con lo cual pueda ser castigado; hacer algo y escapar demostrando que puede escapar al castigo, o en su defecto, buscar el amor por medio de la identificación con un padre-madre golpeador, vejador. Y a la vez, también estarán aquellos que en su adolescencia se unen a un grupo delictivo, y que por la necesidad de identificación y ‘pertenencia’ liberan sus pulsiones destructivas reprimidas y que son activadas rápidamente por las frustraciones cargadas.
El retraso de varios de mexicanos en su desarrollo económico también refleja una cultura que por una parte es rica en mitos y juicios de valor, y por otra, no le brinda al individuo la posibilidad de enriquecer sus potencialidades intelectuales, así como una “salud” emocional que le brinde estabilidad al yo, y por lo tanto coherencia en sus necesidades y acciones, que a su vez le brinde satisfacciones formando parte de su sociedad.
Pero, en vez que se pueda tener un desarrollo satisfactorio, se presenta una invalidez para desenvolverse en las distintas áreas de la sociedad, existen personas que parecieran tener una inadecuación para adaptarse a las tareas que brinda el medio para desarrollarse. Estas personas pueden estar vinculadas a un Yo presidido por el principio del placer, que desarrolló una dependencia, la cual bien pudo reforzarse debido a dos cosas, la primera, que fue por gratificaciones continuas que generó una necesidad apremiante de satisfacciones junto a poca tolerancia a la frustración; y segundo, la estructuración del masoquismo en la personalidad, el cual, pone al sujeto del lado del sufrimiento, del autocastigo, de la devaluación y la demanda de “limosnas” afectivas por parte de los demás.
En el primer caso se observan a aquellas personas que pueden presentar una tendencia a la violación de las leyes y los derechos de los demás, viendo en los otros sólo proveedores de satisfacciones pulsionales. En el segundo caso, es común encontrar a personas que se compadecen de sí mismas, que culpan a los demás de su propia desgracia, o que se aferran a explicaciones del destino o religiosas. En todos los casos, se deja ver una deformada visión de la realidad, una inadecuada toma de conciencia acerca de los propios actos y visiones subjetivas y fantasiosas de las consecuencias y hechos alrededor de ellos.
La cultura le permite al individuo introducirse a su sociedad de una manera eficiente, pero esto no tiene relación directa con el contacto con la realidad de cada sociedad. Si bien es cierto que para marcar una conducta desadaptativa se tiene como referencia a los hechos habituales que en una sociedad se manifiestan, no se puede determinar que tan apegado o no están las conductas de los individuos a los hechos ‘reales’. Esto puede dar paso a la discusión acerca de la construcción de la realidad, a la significación de las cosas, pero, más allá que es indudable la subjetividad en la formación de relaciones con el mundo, se llegan a presentar construcciones fantásticas (que pueden caer en lo imposible) que rigen la vida y las conductas de las personas, y sólo cuando presentan una repercusión observable (o manifiesta) es cuando se destaca la ineficiencia o la inadecuación de las mismas.
BIBLIOGRAFIA RELACIONADA
El laberinto de la Soledad
Octavio Paz
Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico,
Trabajos sobre metapsicología y otras obras (1914-1916)
Tomo XIV
Sigmund Freud
-algunos tipos de carácter dilucidados por el trabajo psicoanalítico – (1916)
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