lunes, 11 de julio de 2011

APUNTES SOBRE LA MORAL

Pareciera que los ajustes de la moral, la escala de valores y los esfuerzos por lograr la asertividad ponen a los pacientes y a los psicólogos en una paradoja. Paradoja que es producto del deseo de llevar a término decisiones personales que pretenden ser libres de toda influencia social pero que a la vez no se pueden eludir.

          La regulación de la conducta tiene como origen la interpretación de la realidad, así como prohibiciones del superyó y la conformación de sus ideales. Pero la apertura de la conciencia hacia las fantasías que los padres crearon en los niños para regular su comportamiento facilita los juicios lógicos que tratan de desmantelar los mitos generados, estos son aquellos que conllevan la religión y los símbolos y supersticiones de la cultura; claro está que éstos generan en los niños el miedo de que sí ellos faltan a las normas establecidas algo muy grave les podría suceder, toda esta ideación es fácilmente adquirida por los niños y se funde con el proceso primario que es también una parte importante de la generación de la personalidad. Debido a esto, cuando se logra un entendimiento adulto (racional) de todas aquellas cosas que fueron dadas por hecho en la infancia, se logran romper ciertas ataduras que controlaban la conducta y el individuo se guiará de una forma mucho más conciente.

         Pero ¿qué pasa cuando se desmitifica todos aquellos principios y regulaciones culturales? Si bien es cierto que la personalidad tiene una concretización importante una vez acabada la adolescencia, pareciera que romper las sujeciones fantásticas de la cultura conllevara un tipo de regresión a la etapa del establecimiento del superyó. Se sabe que los psicópatas no interiorizaron las reglas de una manera efectiva, así como presentan la imposibilidad de tener ligas afectivas importantes, una extrema ambivalencia de los padres motiva al niño a mantenerse alejado de las transacciones con ellos. La generación de ‘reglas’ propias es común en los psicópatas, asimismo, las personas que empiezan a ajustar sus propias escalas de valor con relación a su personalidad se ven impelidas a denegar reglas sociales; este acto conlleva un juicio conciente que llega a generar angustia y vergüenza, pero por otra parte hay un empuje inconsciente importante que tiene que ver con las pulsiones (el ello) que liberadas de las ataduras infantiles negocian con el Yo su establecimiento, pero la conformación del superyó vía identificación con los padres y figuras significativas hacen que se conserven las convicciones de la propia conducta con relación a los demás. Analizando un poco más, es también una fuerza importante, puesto que las identificaciones conservan una parte de libido ligada.

         Entonces, se podría pasar al punto del conflicto entre las satisfacciones narcisistas y satisfacciones objetales. El egocentrismo primario con el que todo ser nace se enfrenta primero a las frustraciones generadas por los padres, y en esa etapa de la vida lo que necesita el niño es poder seguir las normas parentales para asegurar el amor y los suministros de aquellos, es también importante identificar que los padres que procuran el narcisismo secundario en sus hijos son una importante fuente de satisfacción, y por lo mismo la identificación que los niños encuentren de ellos será elemental para su personalidad. Una vez que se llega a cierta independencia, la misma confianza para tomar decisiones que le fue brindada en la niñez llevará al individuo a modificar de alguna forma su escala de valores y ajustarlas a su propio medio. Aún también aquellas personas que crecieron con desconcierto y desconfianza debido a su medio familiar, ajustarán sus principios de acuerdo al común social, en cualquiera de los casos, las pulsiones empujarán y solamente se podrán regular de la manera en que les fueron ‘enseñadas’ (inconscientemente) a domeñarlas. Cuando hay agujeros más grandes en el superyó la conducta será un tanto más caótica y anárquica.

         Una característica de las pulsiones es que al ser representaciones se inscriben en el lenguaje y tomarán una especificidad para cada persona, y de ahí, la forma en que se reprimen, se subliman, se desplazan o se manifiestan por cualquier otra vía contraria o diferente al fin de las mismas. Las pulsiones se dividen en 2 de acuerdo a su origen y meta (de vida y muerte), y a pesar que tienen esa raíz común, la descripción de cada una de ellas y sus ramificaciones son exclusivas de cada individuo, por lo mismo no se llegan a empatar las definiciones de amor u odio en 2 o más personas; es por esto que una empatía exitosa conlleva una identificación con el inconsciente del otro. Es esto lo que hace tan difícil el consejo terapéutico como una herramienta eficiente y eficaz, y así, de la misma manera, el consejo de las personas comunes con base en la experiencia es en muchas ocasiones una tarea en vano puesto que los diques construidos para un flujo pulsional no pueden contener al deseo encarnado del Otro, sólo cuando la misma persona puede construir el suyo; así, usando esta analogía, la labor del terapeuta es educar al paciente en las artes del construir sus propios causes.

         Retomando el conflicto entre tendencias narcisistas y objetales se denota que éstas últimas satisfacen necesidades sexuales y de destrucción, existe una imperiosa demanda del objeto, esto es también una reminiscencia de la liga con los padres y de las satisfacciones que éstos proporcionaron al niño; o sea, establecidas las relaciones objetales se necesita al objeto así como la determinación natural hizo que el hombre necesitara la comida y el agua para poder vivir. Cuando se enviste libidinalmente un objeto aunado al deseo, el sujeto buscará todas las formas para poder satisfacer ese deseo, de una manera real o imaginaria, alcanzando la meta intacta o deformada de la pulsión original, y además, también se crearán derivados de la satisfacción pulsional “total”, estos muy parecidos a los objetos parciales que tiene el niño de pecho. Esto es, hablando de un objeto de amor, de una persona, el sujeto que desea alcanzará diversos tipos de satisfacción con esa sola persona, no solamente el coito y el orgasmo que sería el punto último en término fisiológico-sexual, sino que a su vez satisface pulsiones que tienen un gran significado inconsciente (en términos del lenguaje), esto trae excitaciones y reaseguramientos esenciales para el Yo; el beso, el contacto corporal, la exploración, el Ser amado, el Ser deseado, la compañía, el ser inscrito en la sociedad como un sujeto adulto con éxito en sus distintas áreas, el cumplimiento de expectativas parentales, las fantasías infantiles y adolescentes. Todas ellas llevan consigo fines activos y pasivos que cumplen a cabalidad esas necesidades humanas inscritas congénitamente y en el curso de su desarrollo.

         Entonces, se puede observar que cuando ambas tendencias chocan, las normas que regulan los impulsos entran en conflicto y la moral del individuo se trastoca de una u otra forma y se ajustará consciente o inconscientemente a las circunstancias que rodean al sujeto, y esto sólo por la consecución de la satisfacción (genuina o deformada). Seguir el modelo de las normas preestablecidas lleva al individuo al congraciamiento con los nudos sociales, esto tiene que ver con el cumplimiento de una pasividad que satisface al individuo y su yo ideal. Esto de alguna manera incrementa mucho más la censura y vuelve al individuo más puntilloso en cuanto a sus juicios emitidos contra los impulsos originales, en otras palabras, las defensas como la formación reactiva y la racionalización incrementan su acción, y en muchos casos el desplazamiento tiene que reforzar la contención de la pulsión y su paso hacia la conciencia y la concomitante identificación con el Yo. Pero como ya se ha mencionado, la pulsión es incontenible, una vez que arriba como representación-palabra, tiene por fin su satisfacción (cosa que no la anula) o su derivación hacia cualesquiera de las áreas del dominio psíquico, o sea, debido a la plasticidad del proceso primario y su implicación con el lenguaje, y a la economía psíquica, la pulsión permanece como una entidad mental subjetiva inconsciente o conciente (pensamientos, complejos, ideas, fantasías, representaciones, sueños, neurosis, etc.) o como una tendencia viable a la representación sustitutiva (síntomas, enfermedades psicosomáticas).

         Por otra parte, cuando el individuo es más flexible, sucede el ajuste de la moral, entonces, da paso a la intención de la pulsión y trata de satisfacerla de alguna manera. Esto no lo libra de angustia, pero prefiere trasgredir las normas aprendidas a perderse del alcance que le impele su deseo. Es importante recalcar que el deseo y su satisfacción es alimento de la estructura, mantiene una estabilidad importante para el Yo simplemente porque las propias pulsiones que se marcaron desde el nacimiento fueron acompañando al sujeto deseante que en su incorporación al mundo de los objetos fue reforzando su estructura por medio de la satisfacción de sus necesidades y deseos cada vez más imperativos. En este caso, la moral llega a ser un contrincante bastante débil para las pulsiones, pero depende de los padres (educadores) para que con ‘triquiñuelas’ traten de mantenerlas al margen, cosa que en repetidas ocasiones sólo trae la ‘infelicidad’ del sujeto.

         Puesto que la Moral tiene que ver con los principios que rigen la convivencia entre las personas de una cultura, así como una responsabilidad personal y social es innegable su acción en la personalidad y por ende en los procesos mentales. Esto hace que todas las racionalizaciones que son de las defensas más comunes contengan un discurso pseudo-lógico, o sea, contiene precisiones que son aceptadas como razones de peso para ‘no hacer’ determinada conducta, pero el mismo discurso deja entrever indicios del deseo empujado por la pulsión, y por lo tanto, se denota una incongruencia entre lo que el individuo dice y lo que su ánimo refleja (por ejemplo, “si quiero tener relaciones sexuales pero que tal si se rompe el condón, no tengo dinero, etc.), esto trae consigo insatisfacción, que siempre mantiene vivo el cumplimiento deformado o en fantasía del impulso, y en un momento dado puede dejarse ver la fractura de la contención represora y se llega a alcanzar la satisfacción muchas veces por un acto impulsivo, y mientras sea así, el individuo no dejará de dudar acerca de su culpabilidad, cosa que trae consigo un placer culpabilizado. Así, un pasaje al acto, es el medio preferido para quitar del camino la represión erigida por medio de amenazas, de principios fantásticos irracionales e incomprensibles para el niño y no por medio de la identificación. El establecimiento del superyó por medio de la identificación crea una mayor convicción en el individuo puesto que siendo también un medio de satisfacción libidinal ya enviste por sí misma la estructura del individuo y construye caminos más estables hacia las satisfacciones objetales y negocia de mejor manera con los nudos sociales.

No hay comentarios:

Publicar un comentario