lunes, 21 de mayo de 2012

PROLIJIDAD


La prolijidad es la tendencia del sujeto a hablar sobre un tema o referirse a algo por medio de rodeos, utilizando explicaciones amplias que bien se pueden alejar del tema central, es muy parecido al mexicanismo “cantinflear”. L. Kolb en su Psiquiatría Clínica Moderna nos explica que la prolijidad es un trastorno en el curso del pensamiento, y que el sujeto puede alcanzar a transmitir la idea que desea pero luego de una serie de “detalles triviales e innecesarios que lo llevan a disgresiones fatigantes”. Nos explica a la vez un hecho que es muy importante, tal, es que las personas con este trastorno no pueden diferenciar entre lo “esencial y lo secundario”. Si bien, esta circunstancia se puede presentar en pacientes con algún tipo definido de trastorno mental, también esta tendencia en el pensamiento y en el discurso puede ser observable en personas que no tienen diagnosticado un trastorno. Otro contexto que es usual y que es de llamar la atención es la escuela, hay alumnos que pueden no llegar a definir un tema cuando se les pregunta algo y se “van por las ramas” sin llegar a una conclusión convincente. En este caso podemos sospechar que la ansiedad es lo que le hace pasar un mal momento a los estudiantes y que también la falta de conocimiento sobre un tema provoca que traten de compensar su ignorancia con explicaciones diversas y busquen una salida ante esa contingencia escolar. Esto podría ser normal y no darnos más material para el análisis, pero también nos genera una asociación a otra circunstancia bastante común.

          Hay muchas personas que en su vida cotidiana hacen cosas y explican su vida a partir de comportamientos o discursos extenuantes y que tienen por cometido mantener reprimido el material psíquico que genera angustia en ellos. Podemos pensar que la prolijidad es una tendencia a mantener la angustia contenida a manera de defensa como lo podría ser la racionalización, más allá de ser una incidencia generada por un trastorno de posible causa biológica. Si la prolijidad surge a partir de un retardo mental o por una demencia senil, podríamos pensar que no tiene un fin psicodinámico, pero cuando existe una tendencia similar en un paciente que no aqueja ningún trastorno específico, entonces podríamos pensar que sirve a la represión.

          Si nos acercamos a la neurosis, podría parecer normal que el sujeto gaste su energía en darle vueltas a un tema sin aterrizar en el mismo, al distorsionar la realidad el sujeto necesita una serie de argucias para poder satisfacer esas  necesidades ‘pulsionales’ de forma encubierta que se niega a hacerlo de manera franca, como por ejemplo, los síntomas parecieran un prolijidad de lo que el inconsciente sabe y el yo niega. La forma de vivir por parte del individuo puede estar llena de compensaciones, defensas, adicciones, hábitos, que ayudan al reaseguramiento contra la angustia y que bien pueden formar parte de la personalidad. Las cosas que se van añadiendo a la vida del sujeto y que son inútiles para la funcionalidad del mismo son aquellas que cobran fuerza a partir de fantasías que forman parte de lo imaginario y encubren lo esencial. Esto esencial que va de la mano con lo inconsciente también conlleva a las mismas pulsiones que son obstaculizadas por el Yo y el superyó. Así, la cultura y la idiosincrasia de un pueblo son parte del mecanismo represor y dinamiza esa ‘prolijidad’ neurótica que hace gozar al sujeto, como bien se sabe a partir de las proposiciones de Lacan, el sujeto goza sufriendo su existencia, tomando satisfacciones sustitutivas que lo acercan más a lo que piensa que debe ser y no a lo que quiso ser.

viernes, 6 de abril de 2012

TOMA DE CONCIENCIA PARA ALCANZAR LA SATISFACCION Y EL DESARROLLO PERSONAL

La multiplicidad de problemas que las personas pueden presentar en su vida tienen causas específicas que muchas veces no se toman en cuenta y se tratan de encubrir por medio de explicaciones que llegan a ser más asequibles para el entendimiento común, por ejemplo, creencias, justificaciones del uso cotidiano, por condiciones físicas desfavorables, o por la “culpa” de un tercero, llámese persona o institución. Ante tales circunstancias, las soluciones en ocasiones son utópicas o muy difíciles, y la persona sigue viviendo una vida de insatisfacciones, de quejas, con síntomas o con una conducta desadaptativa que la hace tener más dificultades.

          Los métodos terapéuticos a partir del Psicoanálisis, nos han enseñado a tomar conciencia de nuestro propio ser y de los acontecimientos pasados que han influido en nosotros, más tarde, diferentes corrientes psicológicas han hablado de las posibilidades y recursos de ser humano para evolucionar y alcanzar las metas que se plantea; los inconvenientes que las personas se enfrentan para alcanzar su desarrollo pleno como seres humanos son aquellos prejuicios, defensas contra la angustia, autoconceptos distorcionados y una estima personal deficiente, asimismo, ideas negativas sobre ciertos temas espinosos para la sociedad como lo puede ser la sexualidad, inflexibilidad de pensamiento y fantasías sobre el futuro que no se ajustan a los estándares ideales del sujeto. Las emociones guardadas hacia ciertas personas o situaciones también cobran relevancia en el devenir de la vida psicológica del sujeto. Estas circunstancias psíquicas son las que habría que “trabajar” para que el individuo pueda hacer uso de sus recursos internos para salir adelante.

          Pero aun hay 2 factores de importancia en este devenir hacia la satisfacción y el desarrollo personal, tales son la educación y la idiosincrasia. La educación del hombre y sus circunstancias culturales lo posicionan en ventaja o desventaja con respecto a los demás (no sin perder de vista las interpretaciones subjetivas que se hacen de otras circunstancias culturales desde donde se hacen juicios de los demás pensando que no tienen las capacidades mentales como nosotros), y es a partir de estos posicionamientos sociales que el hombre se desarrolla, dándoles fundamentos cognitivos aunados a las instancias emocionales que estructuran la personalidad.

          La personalidad se va integrando a partir de las experiencias vividas, junto a las organizaciones biológicas que se destacan por la genética y los factores constitucionales. Las reacciones anteriormente mencionadas son producto de los mecanismos psicológicos que el individuo tiene para adaptarse a la vida. Y pareciera que estos productos psíquicos tratan de ‘defender’ al individuo de angustias que conllevarían además un considerable gasto de energía, esta misma idea es lo que Freud nos enseña en sus escritos; y es que pareciera que el ser humano cuando recuerda eventos que le son desagradables lo agitan de tal manera que se vivencia como una insatisfacción, cosa que sería intolerable si partimos de la idea de que somos seres hedonistas por excelencia a partir de nuestras cualidades orgánicas donde placer-displacer, dolor-bienestar son ampliamente valoradas por el sujeto. También, las superposiciones de contenidos mentales que estructuran la personalidad hacen que la toma de conciencia de hechos pasados y de los hitos de nuestro desarrollo sea más difícil de lograr, además que las convicciones adquiridas por los efectos de una educación estricta y en ocasiones hasta dogmática vuelven a la persona un ser inflexible y hasta carente de autocrítica, ante este panorama, el ‘desbloqueo’ de nuestros procesos mórbidos es una tarea ardua que podría iniciar simplemente con la sola motivación para lograr el cambio.

          Un último asunto en cuanto a la problematización de nuestro tema. ¿De qué depende el cambio? Se observa en los pacientes que asisten a psicoterapia, así como aquellos que recurren a un psicoanálisis, que existe una resistencia a compartir hechos de su vida con su terapeuta/analista; esta resistencia puede ser consciente o inconsciente, obviamente será consciente cuando el sujeto sabe que hay algo que no quiere compartir por vergüenza, culpa o temor; será inconsciente cuando puede el sujeto esforzarse por recordar o simplemente narra los hechos mentales o emocionales que le acontecen pero no logra asociarlo con algunas otras circunstancias que son importantes para su trabajo terapéutico. Esta resistencia es en cuanto al contenido, habrá otra en cuanto al cambio, o sea, una resistencia a la acción que llevaría a la persona a hacer cosas diferentes de las que viene haciendo y lo catapultarían a otra dimensión psíquica, emocional y conductual. Esta resistencia, si la estudiamos a partir de la enseñanza freudiana, es influida por aquella instancia psíquica llamada “superyó”, que representa la moral del sujeto, así como su ideal de ‘ser’ que tiene para sí mismo, siempre a partir del reflejo de su sociedad y sus referentes principales de identificación (padres, maestros, personajes admirados). Lo que en la mayoría de ocasiones detiene a los sujetos a cambiar, es el miedo por trasgredir las normas y los parámetros de la escala de valores que su educación le ha instruido, el miedo a lo nuevo o desconocido, o incluso el miedo a sus propios deseos (pulsionales de vida [sexuales] o muerte [destrucción]. En muchas ocasiones también se argumenta el miedo a hacerle daño a alguien más, o defraudar la confianza del otro, lo que le ocasionaría al sujeto una culpa moral. Es entonces, primero que todo, abrir esos candados o hacer una negociación con las demandas morales de la persona, para poder acceder y volver a significar los contenidos mentales que impiden el desarrollo pleno del individuo.

          Pues bien, una vez que el sujeto se ha permitido flexibilizar su ser de cierto modo, ya sea por la toma conciencia y/o por el deseo del cambio, está en la posibilidad de desarrollarse en los ámbitos de su vida que desee. La satisfacción y el desarrollo personal van ligados ya que cuando se empieza a disfrutar de las cosas que se hacen o se viven, puede haber un indudable crecimiento, aunque si bien no toda satisfacción lleva a un desarrollo, podemos pensar que todo desarrollo conllevaría una satisfacción independientemente de los “dolores” emocionales que ésta pueda incluir. Para esto tenemos que decir, que el término “desarrollo personal” que se maneja en este trabajo incluye a los ámbitos psicológicos que le sirven a la persona para mejorar y valorar positivamente su autoconcepto, estima, habilidades sociales y los campos de acción como lo son el trabajo, la escuela, la familia o la comunidad, teniendo una mejor y satisfactoria funcionalidad en estas áreas. Incluso también en actividades como el arte, el deporte o cualquier otra que sea importante para el sujeto.

          Enumeraré a continuación acciones que son relevantes para lograr la satisfacción y el desarrollo, si bien pueden no estar en un orden estricto a razón de receta de cocina, sí es una sugerencia para alcanzar lo propuesto.

1.      Disfrutar las cosas que se hacen. Para muchas personas, el trajín de la vida les ocasiona pesar emocional, enojos, tristeza o estrés; pareciera además que tienen una manda inconsciente de no disfrutar las cosas por buenas que éstas sean y siempre ponen ‘peros’ a la mayoría de cosas que pasan por su vida (p.ej. las vacaciones son bonitas pero me gustaría tener más dinero). Es importante preguntarse qué de lo que hacen, piensan o sienten no les permite disfrutar de las cosas de la vida, y entonces empezar a vivir los momentos presentes y disfrutarlos tal y como son, dejar de lado los ideales, los recuerdos frustrantes o todo aquello que genera una insatisfacción emocional y empezar a apreciar los instantes a los cuales tenemos acceso.

2.      Tener un autoconcepto apegado a la realidad. Describirse es una tarea que hemos puesto en marcha tiempo atrás, pero en ocasiones esa consideración personal puede ser un tanto fantaseada, idealizada o descalificada. Nuestro autoconcepto se construye desde la niñez y está basado en aquellas cosas que nos dicen que somos, después en lo que vemos que somos capaces de hacer pasando por aquello que vemos en el espejo, además de nuestros propios logros y frustraciones. A partir de eso y de los ideales de la cultura, tenemos una referencia acerca de lo que somos y hacemos continuas comparaciones con los demás, eso influye grandemente a nuestra estima personal. Cuando este autoconcepto no logra deshacerse de las consideraciones subjetivas y externas que son interpretaciones de un tercero, o de los prejuicios que nos enseñaron a tener y a los cuales sometemos a nuestra persona, es fácil que no tengamos una dimensión clara y bien estructurada de nuestras capacidades y potencialidades, por lo tanto, cuantas veces queramos, podemos someter a nuestra persona a un nuevo escudriñamiento, podemos replantear nuestro concepto y así saber qué somos capaces de hacer hoy y qué no.

3.      Aceptar y entender los sentimientos que los hechos del pasado nos han dejado. Todas las personas experimentamos alguna vez un acontecimiento que nos ha marcado de una manera negativa, de los cuales tenemos recuerdos dolorosos y que ni siquiera quisiéramos tocar. A ese recuerdo lo significamos de una manera, además que está ligado a un afecto específico, y lo que nos queda muchas veces es un producto, ya sea una reacción emocional, conductual, criterios sobre los cuales basar nuestros juicios que nos hacen Ser, miedos ‘paralizantes’ o síntomas. Si bien nuestro ‘Yo’ nos protege de toda aquella angustia inmanejable, hay cosas que podemos ir tocando y re-significando, comprendiendo que no tiene porqué seguir causando el mismo impacto emocional ya que las circunstancias pasadas tuvieron un espacio-tiempo y una razón de ser, además que ya fueron, ahora se está en otro contexto, con posibilidades y objetivos diferentes, es dejar de quererse relacionar con los significados del pasado. Al mismo tiempo, contactar de forma conciente con los sentimientos que nos dejaron aquellos acontecimientos pretéritos, nos permite a la vez, aceptarlos y significarlos de la mejor manera, esto nos puede abrir otras puertas que habían permanecido cerradas.

4.      Reivindicar el Deseo sobre el deber. Es importante volver a tomar el impulso por las iniciativas genuinas, en la infancia nos fueron delimitando las cosas que podríamos hacer por medio de la ‘educación’ que nuestros padres o maestros nos fueron inculcando, si bien esta labor formadora tiene su relevancia, una de las consecuencias negativas puede llegar a ser la dependencia y la falta de iniciativa para emprender nuevas empresas que son productos de nuestro deseo. Muchas veces acontece que se hacen cosas que son buenas para los demás, para los padres, hermanos, amigos, pareja, pero no son fuentes de satisfacción para uno mismo, pareciera como si las otras personas reprimieran nuestros anhelos más genuinos y nos impusieran sus deseos. Así se vive a partir del otro, no de uno mismo, por lo tanto no se experiencia ese gozo por vivir, sino solamente las satisfacciones parciales de tratar de hacer sentir bien a los demás. Por lo tanto, es importante darle un valor a nuestro deseo, posicionarlo de mejor manera en cuanto a nuestras prioridades.

5.      Dejar de controlar y ser controlado. La necesidad de control es para muchas personas un pilar importante para menguar su propia angustia, el querer que los demás hagan lo que uno quiere es una tendencia inconsciente que se disfraza de una racionalización que parte del juicio de que nosotros somos expertos en ciertas cosas y sabemos qué es lo que le puede hacer bien a los otros. Pero bien sabemos que cada individuo tiene una forma de pensar y anhelos diferentes e incluso divergentes a los nuestros, por lo tanto, puede ser desgastante emocionalmente el querer mantener el control de todas las acciones que nos rodean ya que muchas veces las cosas no saldrán como lo deseamos y de ahí se derivaría una frustración. Por otra parte, el dejarse controlar también llega a cubrir necesidades inconscientes, sobre todo afectivas, y por lo tanto no existiría en sí la ‘libertad’ de ser, solamente se seguiría el deseo de ser querido o aceptado por alguien más, lo que indicaría que la estima personal también se ve comprometida y disminuida, por lo tanto, para zafarse de las ataduras del control, primero habría que revalorar nuestro autoconcepto, identidad e individualidad.

6.      Ser Flexible. La educación que se nos ha dado ha moldeado nuestra mente de una forma específica, tenemos ideas fijas sobre ciertos temas y acontecimientos, y nos conducimos a partir de lo que pensamos que está bien; pero muchas veces aquello que se nos ha dicho deja de ser funcional para nuestra vida, y es entonces que llega el momento de hacer una crítica de nuestra ‘forma de pensar’, y llegar a volvernos más flexibles y dejar influenciarnos por nueva información que puede sernos de mucha ayuda para las distintas necesidades que tengamos. Ser flexible en la forma de apreciar las cosas nos ayudará a pensar en más posibilidades cuando se presenten circunstancias a las que no estamos acostumbrados o eventos no deseados, existirá a la vez mayor tolerancia y podremos ser menos aprehensivos.

7.      Tolerancia a la frustración. Cuando algo nos sale ‘mal’ o con los resultados no esperados, es fácil enojarnos, desesperarnos o entristecernos, además de auto-flagelarnos con culpas; todo esto puede contribuir al estancamiento de acciones propositivas que nos ayuden a superar las circunstancias que nos han acontecido. Por lo tanto, saber que podemos errar o que las cosas pueden llegar a ser diferentes a las que esperábamos es primordial si queremos superar los obstáculos que se nos presenten. En ocasiones podemos ser tan exigentes con nosotros mismos, inflexibles o intolerantes que cuando algo no nos sale bien llegamos a ‘explotar’ o tener reacciones emocionales y conductuales que pueden causar mayores estragos en nuestra vida, y esto ocurre debido a las creencias que nuestra educación nos ha dejado, todo aquello que nuestros padres nos han dicho o también por los ideales que nos hemos formado. Los seres humanos, así como todos los animales de la tierra somos falibles, y aceptar que los somos es un paso importante para desarrollar esa tolerancia, podemos pensar que los demás nos señalarán, criticarán o se enojarán, pero ¿Quién no se ha equivocado? Y esta tolerancia corre en dos vías, admitir y comprender que los demás se pueden equivocar, y de la misma manera, nosotros.

lunes, 12 de diciembre de 2011

LA TRADICIÓN Y EL DUELO

Los seres humanos a partir de sus capacidades mentales superiores han desarrollado a lo largo de su historia una cultura que se ha ido nutriendo a través del lenguaje; la función de la memoria y la simbolización (aunado a la interpretación) de los acontecimientos que ocurren en la vida diaria ayudan al individuo a tener mecanismos psicológicos para hacer frente a circunstancias emocionales diversas. Se revisará a continuación el planteamiento de la función de la tradición en la vida de los sujetos.
         La tradición es: “la transmisión hecha de generación en generación, de hechos históricos, doctrinas, leyes, costumbres, etc.” / “costumbres o norma transmitida de esa manera”; a partir de esta definición entendemos que para poder transmitir un hecho a alguien más, a una generación posterior, debe existir un suceso que desencadene la comunicación; este hecho habría de tener un impacto profundo en la vida del o los individuos para que éste o estos necesiten preservarlo en la memoria, en forma de recuerdo. Si nos dejamos guiar por las asociaciones inconscientes, las palabras “memoria” y “recuerdo” tienen al menos dos significados, el primero de ellos tiene que ver con lo descriptivo y lo funcional en cuanto a una función cognoscitiva; Memoria es la “capacidad mental que permite fijar, conservar y evocar información de situaciones que el sujeto percibe como pertenecientes al pasado” y el Recuerdo es “hacer conciente una vivencia pasada almacenada en la memoria, sabiendo que se trata de un acontecimiento pretérito”. Pero también ambas palabras se utilizan para designar “ese” mismo hecho pasado pero asignándole un Valor que conlleva una carga afectiva, una memoria podría ser un “recuerdo valioso”, y un recuerdo volverse tangible mediante un objeto que signifique algo, o intangible si es una evocación mental de un suceso o persona, un ritual, o una celebración que sirva para honrar algo o a alguien pasado.
         Entonces, todo hecho puede dejar una huella importante en el sujeto, esto dependerá de la forma en que lo signifique, los acontecimientos habituales por lo general se ‘pierden’ en el inconsciente, levantarse a determinada hora, bañarse, comer, salir al trabajo, etc.; pero hay sucesos que se presentan de manera fortuita o planeada y que le causan un impacto al individuo, ya sea porque la impresión emocional (cualquiera que fuese) cala profundamente en el ánimo del sujeto o porque se le anuda un afecto al evento acaecido. En cuanto al recuerdo de este tipo de eventos, el proceso psicológico es automático, involuntario, es un mecanismo adaptativo del Yo para mantener la estabilidad en el mismo, esto influido de manera significativa por la “compulsión de repetición” a la que se refiere Freud y que deviene de la pulsión de Muerte. Esto es un plano individual en cuanto al recuerdo de sucesos al cual regresaré más adelante, existe también el plano social, el cual se comentará a continuación.
         Para empezar, haré una consideración acerca de la figura más representativa de un pueblo en cuanto a su poder y su influencia sobre los demás; en este sentido podríamos pensar que las deidades o las representaciones totémicas son referentes obligados para todo individuo, por lo tanto su ley, sus mandatos e incluso su propia investidura es imperativa para todas las personas allegadas a su representación a que se le venere, se le ame, se le siga, se le respete, se le cumpla, se le Recuerde. Pero como bien lo podemos intuir, esto también se asocia a la instancia del superyó, por lo tanto es algo estructural, por lo que si la ley del “dios” o del “padre” exige un ritual o un tributo para alabarlo o recordarlo el sujeto consciente e inconscientemente seguirá ese mandato inevitablemente.
         ¿Qué pasa entonces si se deja de rendir tributo a esta figura ensalzada? Sabemos que el sujeto se podría revelar y desear no querer estar más por debajo de su autoridad, fundando una nueva investidura en su persona o alabando a alguien más, pero quienes no tienen la misma suerte, faltar a un designio que su sociedad le señale le acarreará cierta culpa y sentirá que ha faltado a un principio elemental, esto por consecuencia le hará reprocharse por su falta (no necesitaría ser señalado por otros) y recaerá sobre su Yo (y autoconcepto) una reprimenda a partir de su propio sentido crítico (superyó) no saliendo tan bien librado de tal querella. Así, un destino de este conflicto puede ser la tristeza, e incluso en cierto casos la depresión. Se ha observado en personas con tendencia a la melancolía y a la depresión, la acción de un superyó crítico y punitivo que los empujan a denigrar su propio ser, reclamándose “no hacer nada bien” o simplemente ser sujetos infelices debido a la incapacidad a adaptarse a circunstancias diversas.
         Ahora, habría que entender también que la veneración a un dios, a una figura representativa o la conmemoración de un hecho por lo general va acompañada de un ritual, un festejo o ambas actividades que los individuos toman con ánimo y gusto, son menos los casos de personas que no ven con “buenos ojos” las festividades de su pueblo. Siendo así, en los significantes asociados a dichas conmemoraciones se encuentran las circunstancias que componen la “festividad” en general, así, muchos de nosotros que celebramos las tradiciones no sabemos el origen de las mismas y no estamos concientes de la razón por la cual hacemos tal o cual acto ‘ritual’. Entonces la omisión del seguimiento de una tradición o de la veneración a algo o alguien no precisamente conlleva la culpa por haber “faltado” a una ley o mandato superior porque ni siquiera estaría escrito en el inconsciente algo que ni siquiera se sabe, solamente habría una referencia a partir de los hechos existentes en la misma celebración o la idea asociada tal como la navidad nos recuerda al “nacimiento de Jesús” pero bien podría haber alguien que no conozca en profundidad su filosofía o su sentido religioso. Así, no se estaría faltando a la entidad sino a la celebración en su nombre, y sabemos que la celebración en sí no generaría una culpa, este proceso pudiera tener una semejanza con los retoños de lo reprimido en cuanto a que lo reprimido sería aquella instancia suprema por la cual devienen todas las celebraciones, siendo éstas los retoños, a este punto regresaré más adelante para cerrar nuestra disertación. De estos últimos hechos planteados podemos pensar entonces, que la falta de participación en una celebración influiría en el ánimo del sujeto independientemente de la causa por la cual exista, esto nos lleva a algo muy sencillo como lo es la frustración asociada a la no satisfacción de algo deseado (principio del placer); pero también al sentimiento de “no pertenencia” al estar alejado de la participación social en ‘Ese Algo’ que une a los integrantes de la sociedad dentro de su cultura.
         Hablemos ahora acerca del duelo; Freud (1915) refiere que el duelo es: “… la reacción frente a la pérdida de una persona amada o de una abstracción que haga sus veces, como la patria, la libertad, un ideal, etc.” A partir de esto, se explica que el duelo no podría considerarse de carácter patológico mas no así la melancolía, afecto con características muy similares a las que se sienten en el duelo salvo por la “perturbación del sentimiento de sí”. Ahora, bien se me pudiera argumentar que la “no-celebración” de un rito no precisaría un duelo porque no existe una pérdida “real”, y atendiendo eso así es, pero como el sujeto vive su presente y el inconsciente es atemporal, ese hecho actual de alejarse del ritual que el individuo ha hecho durante toda la vida lo dispone a un estado afectivo melancólico debido a que no tiene contacto con los simbolismos a los cuales está acostumbrado. En este hecho presente, su tradición ha sido cancelada, ha faltado a la misma, si bien la pudiera revivir tiempo después, en ese momento no se puede consumar la unión de su persona con los significantes que su tradición conlleva. Pero aún pudiéramos argumentar algo más; el sujeto comprende la universalidad e inmortalidad de su tradición, así que no la ve por entero perdida, siendo así, no existiría un duelo profundo porque sus símbolos ahí siguen, por lo que las reacciones emocionales serían sólo una ilusión del duelo, se acercaría más a la melancolía sabiendo que podría existir un encadenamiento inconsciente que genera el afecto doloroso, por lo que se refuerza la idea de que no sería un duelo por lo “no-celebrado” sino por algún significante que enlazado a la tradición le genera al sujeto tal sentimiento. Cosa que probablemente sí pudiera representar una pérdida, aunque no conciente.
         Con lo último, podríamos pensar que se ha esclarecido en algo el panorama, pero hay un hecho más que nos haría volver a dudar; Freud refiere que en la melancolía existe un empobrecimiento del Yo, y en el duelo no, sólo una visión “pobre y vacía” del mundo. Cuando no se sigue la tradición, lo más probable es que el sujeto vea con gran tristeza el día o los días actuales, pero por lo regular no tendrá un autorreproche tan grande sobre su persona, salvo que la culpa lo consuma y aleje la consideración buena de sí mismo a un lugar apartado (de su psiquismo) para solo describirse como una “mala persona”. Pero como se mencionó anteriormente, en sí un ritual no genera una culpa, sino que solamente la podría generar la misma entidad venerada, siendo así, serán menos el número de personas que sufran de sentimientos de culpa por haber faltado a la “ley” a la que alaban.
         Así, lo que este ensayo ha ido tejiendo, es la necesidad humana de recordar hechos memorables y la afectación que los sujetos pueden tener al dejar de lado las tradiciones que han venido celebrando desde chicos. La parte final de la descripción del tema, nos deja la duda de si acaso es un duelo o un sentimiento melancólico el que el individuo siente por dejar de llevar a cabo su tradición, y se han abierto distintas posibilidades. Una razón más, que es importante señalarla como variable es el motivo por el cual el sujeto no ha celebrado su tradición, las causas específicas son muchas, pero dentro de las razones generales puede ser el decidir no hacerlo, por una circunstancia fortuita, por un estado emocional que influye en su ánimo o por la influencia de alguien más. Cada una de estas razones puede causar efectos diferentes, podemos pensar que una decisión ‘voluntaria’ no causaría demasiados estragos emocionales en el individuo, pero aquellos casos donde fue orillado sin querer, la persona se sentirá “removida” de un deseo, lo que le ocasionará un pesar. Pero de esto último, a pesar de la importancia para el entendimiento creo que no necesita más elucidación puesto que se aprecia claramente una frustración. Pasemos ahora al punto que da pie a la conclusión.
         ¿Existe un duelo por no celebrar una tradición? Ante la posibilidad que sólo sea melancolía tendríamos que ser un tanto cautos al generar nuestra conclusión; en líneas anteriores ya se había generado una discusión en este respecto y se tuvo al alcance una idea. Para complementar la misma tendríamos que pensar acerca de lo reprimido. Como se comentó anteriormente, cada tradición conlleva símbolos y significados que la estructuran, pero además de su génesis “pura” existen varios agregados que la enriquecen, estos agregados pueden ser culturales, familiares o individuales. Regresando al ejemplo de la navidad, y plasmándolo de una manera escueta, ésta celebración se refiere al nacimiento de Jesús, es su base y su razón de existir, lo que Jesús significa para las personas es lo que mantiene viva esta fecha, basándose además en una ideología cristiana, aunque sabemos que no todos los cristianos celebran la fecha porque parten de otras referencias históricas. Ahora bien, cada cultura puede celebrar la navidad con ciertas variantes y le agrega sus propias representaciones y baña la conmemoración con sus propios bagajes tales como la comida, las ropas, los ritos, las prácticas sociales de la ‘temporada’, las emociones compartidas a partir de identificaciones (que creo que sería otra forma de entender eso que Jung denominó inconsciente colectivo, o sea, los simbolismos y los afectos que se extienden a partir de identificaciones); y una vez que se tiene ese acervo inconsciente, se pasa a lo familiar, los usos de cada familia, las cosas que repiten cada año, las personas que asisten, eso pareciera que va integrando una totalidad en el significante de una tradición en la psique del niño, momento de la vida en la que el sujeto empieza a abrazar y a sentirse parte de una cultura.
         Y por último, las vivencias que cada sujeto tiene al estar siguiendo una tradición, las experiencias y los recuerdos relacionados a una fecha o celebración tienen un especial significado para el individuo; tales recuerdos parecieran ser ‘envueltos’ por una cantidad de libido que los vuelve importantes y motivo de satisfacción al serlos expuestos a la conciencia, podrían volverse momentáneamente en objetos (esto por la envestidura libidinal), pero no sólo esos recuerdos, sino que muchos significantes de los referidos en líneas anteriores, y es por esto que una tradición conlleva una fuerte carga afectiva para el sujeto, porque van pasando a ser parte de su propia satisfacción en el devenir de su vida.
          Pero hay algo más, existen casos en que una los simbolismos de una tradición, forman parte de los retoños de lo reprimido y pudieran funcionar como los síntomas; personas que les afecta emocionalmente con melancolía la llegada de una celebración pueden presentar este tipo de formaciones, unen una vivencia emocional dolorosa a la investidura de la tradición, y pueden existir dos situaciones, una en que recuerden muy bien la causa de su dolor, u otra en que sepan que esa celebración no les agrada pero no sepan porqué, repitiendo conductas y hábitos que bien no son necesariamente parte del ritual de la tradición sino formas particulares de vivir la misma (alcoholizarse, comprar compulsivamente, llorar, etc.).  En estos casos, la falta de celebración se resentiría más, puesto que a lo “normal” que para todo sujeto en una cultura significa una tradición se sumaría algo de índole afectiva o incluso de la propia neurosis que el individuo sigue sufriendo. Resumiendo, habría todo un mar de significantes culturales que han sido y son parte de la estructura del individuo (dispuestos en el superyó) y también recuerdos inconscientes que retoñan en usos y costumbres para seguir manteniendo reprimido aquello que no se quiere recordar pero que se necesita de alguna forma para vivir.
         Hasta aquí esta exposición que nos puede ligar a la pregunta ¿qué melancolías y qué duelos son los que el hombre de hoy vive?

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
“Duelo y Melancolía”
Freud, Sigmund
(1917 [1915])
Amorrortu Editores 2007

Diccionario de Psicología
Edit. Oceano
Tomo 4

El pequeño Larousse ilustrado
1999

sábado, 30 de julio de 2011

EL SUEÑO COMO MECANISMO ADAPTATIVO

El sueño se ha referido como un mecanismo inconsciente que es satisfactor de deseos, como protector del estado fisiológico de dormir, o como un medio de brindar un blindaje ante eventos futuros que generan angustia al individuo. Precisamente este último punto es de un particular interés, porque es entonces en donde se presentan los mecanismos defensivos del yo ante la angustia generada por el conflicto de un estímulo ambiental de posible ocurrencia futura y afectos particulares.

         Esto conduce a la idea que inconscientemente se mueven mecanismos adaptativos que son básicos para el desenvolvimiento del yo con respecto a las influencias ambientales, puede ser entonces, el contenido manifiesto del sueño relevante para un entendimiento de las defensas impuestas inconscientemente y que son de difícil accesibilidad para la crítica conciente.

         Se revelan en el sueño varios factores asociados a la conflictiva del sujeto, los miedos concomitantes fundidos con la habitual pauta de respuesta del sujeto ante los mismos, los afectos primarios (infantiles) inmersos en las reacciones adultas ante el dolor, la pérdida o la culpa, que a su vez forman parte de la personalidad, asimismo la anticipación de las reacciones posibles que el sujeto podría tener al enfrentar en la realidad el evento soñado. Este contenido manifiesto del sueño y lo verbalizado al despertar, puede endurecer las defensas de la persona, puesto que se ha puesto en contacto con los miedos preconcientes concomitantes, y es ahí donde se ubica el filtro donde se erigen las defensas y se desarrollan los mecanismos de adaptación. Este argumento lo podemos apuntalar en el sentido que lo recordado o verbalizado del sueño es viable a levantar una resistencia si es que ese material se quiere interpretar por medios empíricos, por interpretaciones culturales comunes, o incluso si es que el soñante trata de hacer una elucidación psicoanalítica y sus defensas le impiden el paso; ante este hecho y no contando con la guía del analista o por lo menos con el empuje para llegar al meollo del sueño, el sujeto puede guiarse ante la vida con la influencia de la interpretación subjetiva de su sueño conteniendo la angustia con actitudes, pasajes al acto, omisiones, compensaciones o negaciones, formando una barrera más para la defensa de lo inconsciente.

         El contenido latente sin embargo, como en cualquiera de los sueños, se puede traducir a través del impacto emocional que al soñador le genere, la agitación que le cause se relaciona con los afectos desarrollados en los sueños que están relacionados con las conflictivas originales. Los simbolismos asociados que son como siempre los más oscuros se tendrán que resolver en la interpretación tratando de imponerse al tema principal del sueño (en cuanto al contenido manifiesto) que, además, puede ocupar una parte importante de las preocupaciones conscientes y preconscientes del sujeto; la preocupación consciente está relacionada en parte con el mantenimiento de la estima y la estabilidad de la ‘personalidad’ misma, las preocupaciones ‘preconscientes’ son las que procuran la facilitación de las defensas. Es entonces el análisis del contenido absurdo y menos relevante del sueño, lo que se impone como un reto al análisis.

         La pulsión de muerte influye a su vez en el individuo, los eventos pasados insatisfactorios que se repiten en el sueño tratan de “rectificar” o “rehacer” un pasado que pueda ser más “digerible”; la resolución de las problemáticas fundidas con las fijaciones pregenitales son comunes como causas del soñar repetido; se trata de buscar solución por medio de mecanismos infantiles de adaptación.

         Pareciera que el dejar huellas de mecanismos adaptativos en la personalidad a lo largo del crecimiento es un medio que tiene la pulsión de muerte para no apartarse de fases previas, como el llorar del niño que parece el mecanismo predilecto para expresar el disgusto de haberse separado de la madre. Las regresiones narcisistas que marcan un egocentrismo parecen también las siguientes huellas; así como el ensimismarse en las propias frustraciones y las propias ideas como medio para repeler el mundo punitivo, cosa que después se identifica como orgullo. Aceptar las pérdidas en una forma adulta podría ser una pregunta interesante para el analizado.

lunes, 11 de julio de 2011

APUNTES SOBRE LA MORAL

Pareciera que los ajustes de la moral, la escala de valores y los esfuerzos por lograr la asertividad ponen a los pacientes y a los psicólogos en una paradoja. Paradoja que es producto del deseo de llevar a término decisiones personales que pretenden ser libres de toda influencia social pero que a la vez no se pueden eludir.

          La regulación de la conducta tiene como origen la interpretación de la realidad, así como prohibiciones del superyó y la conformación de sus ideales. Pero la apertura de la conciencia hacia las fantasías que los padres crearon en los niños para regular su comportamiento facilita los juicios lógicos que tratan de desmantelar los mitos generados, estos son aquellos que conllevan la religión y los símbolos y supersticiones de la cultura; claro está que éstos generan en los niños el miedo de que sí ellos faltan a las normas establecidas algo muy grave les podría suceder, toda esta ideación es fácilmente adquirida por los niños y se funde con el proceso primario que es también una parte importante de la generación de la personalidad. Debido a esto, cuando se logra un entendimiento adulto (racional) de todas aquellas cosas que fueron dadas por hecho en la infancia, se logran romper ciertas ataduras que controlaban la conducta y el individuo se guiará de una forma mucho más conciente.

         Pero ¿qué pasa cuando se desmitifica todos aquellos principios y regulaciones culturales? Si bien es cierto que la personalidad tiene una concretización importante una vez acabada la adolescencia, pareciera que romper las sujeciones fantásticas de la cultura conllevara un tipo de regresión a la etapa del establecimiento del superyó. Se sabe que los psicópatas no interiorizaron las reglas de una manera efectiva, así como presentan la imposibilidad de tener ligas afectivas importantes, una extrema ambivalencia de los padres motiva al niño a mantenerse alejado de las transacciones con ellos. La generación de ‘reglas’ propias es común en los psicópatas, asimismo, las personas que empiezan a ajustar sus propias escalas de valor con relación a su personalidad se ven impelidas a denegar reglas sociales; este acto conlleva un juicio conciente que llega a generar angustia y vergüenza, pero por otra parte hay un empuje inconsciente importante que tiene que ver con las pulsiones (el ello) que liberadas de las ataduras infantiles negocian con el Yo su establecimiento, pero la conformación del superyó vía identificación con los padres y figuras significativas hacen que se conserven las convicciones de la propia conducta con relación a los demás. Analizando un poco más, es también una fuerza importante, puesto que las identificaciones conservan una parte de libido ligada.

         Entonces, se podría pasar al punto del conflicto entre las satisfacciones narcisistas y satisfacciones objetales. El egocentrismo primario con el que todo ser nace se enfrenta primero a las frustraciones generadas por los padres, y en esa etapa de la vida lo que necesita el niño es poder seguir las normas parentales para asegurar el amor y los suministros de aquellos, es también importante identificar que los padres que procuran el narcisismo secundario en sus hijos son una importante fuente de satisfacción, y por lo mismo la identificación que los niños encuentren de ellos será elemental para su personalidad. Una vez que se llega a cierta independencia, la misma confianza para tomar decisiones que le fue brindada en la niñez llevará al individuo a modificar de alguna forma su escala de valores y ajustarlas a su propio medio. Aún también aquellas personas que crecieron con desconcierto y desconfianza debido a su medio familiar, ajustarán sus principios de acuerdo al común social, en cualquiera de los casos, las pulsiones empujarán y solamente se podrán regular de la manera en que les fueron ‘enseñadas’ (inconscientemente) a domeñarlas. Cuando hay agujeros más grandes en el superyó la conducta será un tanto más caótica y anárquica.

         Una característica de las pulsiones es que al ser representaciones se inscriben en el lenguaje y tomarán una especificidad para cada persona, y de ahí, la forma en que se reprimen, se subliman, se desplazan o se manifiestan por cualquier otra vía contraria o diferente al fin de las mismas. Las pulsiones se dividen en 2 de acuerdo a su origen y meta (de vida y muerte), y a pesar que tienen esa raíz común, la descripción de cada una de ellas y sus ramificaciones son exclusivas de cada individuo, por lo mismo no se llegan a empatar las definiciones de amor u odio en 2 o más personas; es por esto que una empatía exitosa conlleva una identificación con el inconsciente del otro. Es esto lo que hace tan difícil el consejo terapéutico como una herramienta eficiente y eficaz, y así, de la misma manera, el consejo de las personas comunes con base en la experiencia es en muchas ocasiones una tarea en vano puesto que los diques construidos para un flujo pulsional no pueden contener al deseo encarnado del Otro, sólo cuando la misma persona puede construir el suyo; así, usando esta analogía, la labor del terapeuta es educar al paciente en las artes del construir sus propios causes.

         Retomando el conflicto entre tendencias narcisistas y objetales se denota que éstas últimas satisfacen necesidades sexuales y de destrucción, existe una imperiosa demanda del objeto, esto es también una reminiscencia de la liga con los padres y de las satisfacciones que éstos proporcionaron al niño; o sea, establecidas las relaciones objetales se necesita al objeto así como la determinación natural hizo que el hombre necesitara la comida y el agua para poder vivir. Cuando se enviste libidinalmente un objeto aunado al deseo, el sujeto buscará todas las formas para poder satisfacer ese deseo, de una manera real o imaginaria, alcanzando la meta intacta o deformada de la pulsión original, y además, también se crearán derivados de la satisfacción pulsional “total”, estos muy parecidos a los objetos parciales que tiene el niño de pecho. Esto es, hablando de un objeto de amor, de una persona, el sujeto que desea alcanzará diversos tipos de satisfacción con esa sola persona, no solamente el coito y el orgasmo que sería el punto último en término fisiológico-sexual, sino que a su vez satisface pulsiones que tienen un gran significado inconsciente (en términos del lenguaje), esto trae excitaciones y reaseguramientos esenciales para el Yo; el beso, el contacto corporal, la exploración, el Ser amado, el Ser deseado, la compañía, el ser inscrito en la sociedad como un sujeto adulto con éxito en sus distintas áreas, el cumplimiento de expectativas parentales, las fantasías infantiles y adolescentes. Todas ellas llevan consigo fines activos y pasivos que cumplen a cabalidad esas necesidades humanas inscritas congénitamente y en el curso de su desarrollo.

         Entonces, se puede observar que cuando ambas tendencias chocan, las normas que regulan los impulsos entran en conflicto y la moral del individuo se trastoca de una u otra forma y se ajustará consciente o inconscientemente a las circunstancias que rodean al sujeto, y esto sólo por la consecución de la satisfacción (genuina o deformada). Seguir el modelo de las normas preestablecidas lleva al individuo al congraciamiento con los nudos sociales, esto tiene que ver con el cumplimiento de una pasividad que satisface al individuo y su yo ideal. Esto de alguna manera incrementa mucho más la censura y vuelve al individuo más puntilloso en cuanto a sus juicios emitidos contra los impulsos originales, en otras palabras, las defensas como la formación reactiva y la racionalización incrementan su acción, y en muchos casos el desplazamiento tiene que reforzar la contención de la pulsión y su paso hacia la conciencia y la concomitante identificación con el Yo. Pero como ya se ha mencionado, la pulsión es incontenible, una vez que arriba como representación-palabra, tiene por fin su satisfacción (cosa que no la anula) o su derivación hacia cualesquiera de las áreas del dominio psíquico, o sea, debido a la plasticidad del proceso primario y su implicación con el lenguaje, y a la economía psíquica, la pulsión permanece como una entidad mental subjetiva inconsciente o conciente (pensamientos, complejos, ideas, fantasías, representaciones, sueños, neurosis, etc.) o como una tendencia viable a la representación sustitutiva (síntomas, enfermedades psicosomáticas).

         Por otra parte, cuando el individuo es más flexible, sucede el ajuste de la moral, entonces, da paso a la intención de la pulsión y trata de satisfacerla de alguna manera. Esto no lo libra de angustia, pero prefiere trasgredir las normas aprendidas a perderse del alcance que le impele su deseo. Es importante recalcar que el deseo y su satisfacción es alimento de la estructura, mantiene una estabilidad importante para el Yo simplemente porque las propias pulsiones que se marcaron desde el nacimiento fueron acompañando al sujeto deseante que en su incorporación al mundo de los objetos fue reforzando su estructura por medio de la satisfacción de sus necesidades y deseos cada vez más imperativos. En este caso, la moral llega a ser un contrincante bastante débil para las pulsiones, pero depende de los padres (educadores) para que con ‘triquiñuelas’ traten de mantenerlas al margen, cosa que en repetidas ocasiones sólo trae la ‘infelicidad’ del sujeto.

         Puesto que la Moral tiene que ver con los principios que rigen la convivencia entre las personas de una cultura, así como una responsabilidad personal y social es innegable su acción en la personalidad y por ende en los procesos mentales. Esto hace que todas las racionalizaciones que son de las defensas más comunes contengan un discurso pseudo-lógico, o sea, contiene precisiones que son aceptadas como razones de peso para ‘no hacer’ determinada conducta, pero el mismo discurso deja entrever indicios del deseo empujado por la pulsión, y por lo tanto, se denota una incongruencia entre lo que el individuo dice y lo que su ánimo refleja (por ejemplo, “si quiero tener relaciones sexuales pero que tal si se rompe el condón, no tengo dinero, etc.), esto trae consigo insatisfacción, que siempre mantiene vivo el cumplimiento deformado o en fantasía del impulso, y en un momento dado puede dejarse ver la fractura de la contención represora y se llega a alcanzar la satisfacción muchas veces por un acto impulsivo, y mientras sea así, el individuo no dejará de dudar acerca de su culpabilidad, cosa que trae consigo un placer culpabilizado. Así, un pasaje al acto, es el medio preferido para quitar del camino la represión erigida por medio de amenazas, de principios fantásticos irracionales e incomprensibles para el niño y no por medio de la identificación. El establecimiento del superyó por medio de la identificación crea una mayor convicción en el individuo puesto que siendo también un medio de satisfacción libidinal ya enviste por sí misma la estructura del individuo y construye caminos más estables hacia las satisfacciones objetales y negocia de mejor manera con los nudos sociales.

lunes, 27 de junio de 2011

CULTURA, APRENDIZAJE Y PSICOANALISIS

El aprendizaje ha sido objeto de estudio por mucho tiempo, diferentes teorías han explicado la forma en la que un individuo aprende o han descrito varios procesos por los cuales se interiorizan las experiencias para hacer uso de ese conocimiento adquirido en cualquier momento. Pero cuando se echa un vistazo al aprovechamiento escolar en nuestro contexto mexicano, podemos notar que hay ciertas deficiencias en el aprendizaje de contenidos de los alumnos de escuelas básicas, medio superiores y superiores; esto aunado a los niveles de deserción escolar, número de analfabetas o el grado de estudio promedio que posee el ciudadano mexicano.
         Si bien se sabe que como seres humanos poseeríamos las mismas cualidades mentales que cualquier otro habitante del mundo, nos podríamos preguntar acerca del factor que incide directamente en las circunstancias educativas de los mexicanos. La primera respuesta la podríamos encontrar en la organización social, y en la constitución histórica de nuestra población. Hace apenas 500 años, existían las culturas prehispánicas con sus propias formas de organización social y desarrollo ajustado a sus propios tiempos de evolución como cultura, vemos en los mexicas una distinción del espacio educativo para personas de distintas clases, así como el desarrollo científico de los mayas; incluso hoy, por ejemplo, hay estudios que destacan los cálculos mayas en astronomía
         Pero a partir de la conquista, la población autóctona que se encontraba en lo que hoy es el territorio mexicano, fue relegándose y siendo menospreciada, así como su organización social que fue desapareciendo a partir de la misma imposición de la cultura española. Aparece a la vez la distinción de clases, que es el ‘gran’ evento en cuanto a la influencia en la organización social que se empezó a desarrollar en el territorio y que podemos apreciar que aún existe en nuestros días. El hecho que exista una diferenciación ‘violenta’ de clases, obliga a que no exista una identificación del individuo indígena o aún mestizo con aquellos sujetos ‘blancos’ o ‘ricos’ que sustentan el poder y son la punta de la pirámide social y que además determinan las políticas públicas del país (provincia), siendo la educación una parte de ellas.
         El primer adoctrinamiento del español sobre el habitante mesoamericano fue una imposición más que una oportunidad para conocer, conforme pasó el tiempo y se fue infiltrando la cultura occidental en el tuétano del Novo-hispano, la aceptación de los preceptos educativos fue viéndose como una posibilidad para trascender, mas sin embargo, aún existía un grueso de la población que estaba muy lejos de ostentar un bienestar junto a los nuevos dueños de las tierras y las formas de pensar.
         Aunado a la ambivalencia afectiva que existía por el ‘padre’ español, el individuo empobrecido por las formas económicas que se impusieron en los nuevos centros de población batallaba por adaptarse, siendo esta adaptación un conflicto psicológico puesto que no acababa por aceptar del todo las nuevas disposiciones y quería a la vez rescatar hasta donde se pudiese lo que sus más lejanos ancestros le heredaron alguna vez. Esta situación, es una fuente de motivación para las guerras que se nombraron como ‘independencia’ y ‘revolución’; y la clase ‘popular’ siguió siendo la misma clase que ocupaba la posición más precaria de esa pirámide social mencionada anteriormente, y vemos que hasta nuestros días aún persiste.
         Entonces, de esto se puede hacer la lectura que la educación no es el principal objetivo del sujeto mexicano debido a que históricamente no ha tenido una completa identificación con los sujetos que representan la autoridad y que ofrecen el servicio. Es muy importante puesto que luego entonces, existe una oposición por someterse a las reglas o a las demandas que un gobierno (que a la vez es una figura de autoridad) dicta, y esta figura de autoridad pasa también como significante del padre, ese padre descompuesto que nunca pudo situarse como alguien por completo amado una vez que se instituyó a la fuerza (aquel sujeto español), y es entonces que la madre pasa a ser una representante de gran valía, y una de ellas para la cultura mexicana fue y sigue siendo para muchos la virgen de Guadalupe, quien salvaguardó a Juan Diego, el indígena mexicano por excelencia. En nuestra cultura, la madre siempre será bienhechora, amorosa, condescendiente y abnegada, de la cual los mexicanos han sabido aprovecharse a cambio de un poco de sometimiento que se acerca al fantasma edípico que Freud describió.
         En este tenor religioso, la virgen es aquella que hace los milagros, quien ayuda y protege, mientras que los padres (sacerdotes) son quienes evangelizan, quienes mandan la penitencia, quienes catequizan y son una autoridad muchas veces poco flexible y a quien hay que darle el diezmo para estar en paz con Dios; pero las personas como agentes de perversión tratan de pasar por encima de esta figura autoritaria y gozar lo máximo que se pueda con el favor de la virgen, sólo para caer en alguna ocasión por motivo de la culpa en la confesión, tal como puede ser también el diván en la consulta del analista.
         Por otra parte, el aprendizaje tiene que ver con el deseo, aunque podría alejarse del principio del placer lo que nos lleva directamente a lo inconsciente. Sabemos que una gran parte de procesos mentales devienen del inconsciente, la atención de las percepciones presentes es sólo aquella parte que el Yo ha sabido utilizar a lo largo del tiempo por la necesidad de adaptarse a las circunstancias actuales. Aquellas cosas que se enganchan con las circunstancias que son apreciables para el sujeto son mayormente valoradas y por ende interiorizadas por el mismo, de ahí que se explica el ‘aprendizaje significativo’.
         El niño será un tanto más influenciable a nuevas experiencias y se prestará de mejor forma a aprender nuevos contenidos a partir de los vínculos que tenga con el medio, el desarrollo del Yo será primordial en este sentido, ya que si va estructurándose a partir de los preceptos que los padres le inculcan al niño a partir de la lógica y de la adecuación de las satisfacciones pulsionales con base en los diferentes contextos en los que el niño crece, éste tendería a circunscribir su atención de mejor forma a los diferentes estímulos que un ambiente escolar le proveería, puesto que no tendría necesidad de satisfacer en la escuela necesidades o impulsos reprimidos en casa, y prestaría mejor atención a las demandas educativas de sus maestros. A esto es importante sumar los afectos que el niño desarrolla, en muchas ocasiones afectos con un carácter positivo en cuanto al ánimo del individuo como el amor o la felicidad que a su vez conllevan una satisfacción personal adecuada a un autoconcepto favorable de sí, fomentan la motivación para encarar los contenidos de las materias, esto también se anuda a los ideales que el niño tiene a partir de sus padres, familia extensa, contexto cultural, amigos o referentes como algunos ídolos que ven en la televisión o algún otro medio de comunicación; por lo contrario, los afectos que tienen un carácter negativo en cuanto a la productividad que el niño puede tener en su funcionamiento cotidiano, tal como el enojo, ira, tristeza, miedo o vergüenza, éstos son nocivos para el aprendizaje; pueden deberse a fuertes represiones de las pulsiones, contenidas e insatisfechas por coerciones parentales violentas o irracionales que no sirven para un vínculo adecuado entre padres e hijos, y, por desplazamiento, las figuras de autoridad en general también se vuelven causa de rechazo no siendo nada provechoso para los docentes el trato con estos niños, además que éstos están más preocupados y ocupados por satisfacer sus impulsos reprimidos mediante la conducta caótica, la agresión, la consecución de placer por encima del principio de realidad o la desatención (distracción) generada por fantasías (ensoñaciones) continuas en donde pueden lograr aquello que no se les ha permitido.
         Lo que se ha presentado aquí son elementos inconscientes que influyen en la motivación a aprender, muchas veces no es el hecho de la capacidad intelectual, los programas, las técnicas pedagógicas utilizadas o incluso la pobreza, sino circunstancias que fluyen “secretamente” en cada sujeto que a su vez está inmerso en una sociedad (y cultura) que en ciertos estratos no se valora la educación sino otras fuentes de satisfacción narcisista como el dinero, el poder o la simple ganancia de placer.

miércoles, 8 de junio de 2011

FUNDAMENTOS PSICOLOGICOS DE LAS TENDENCIAS CULTURALES

La evolución del hombre y su cultura se presenta a partir de los cambios sociales, económicos, políticos y mediáticos. En nuestra cultura occidental, hay dos aspectos muy importantes que parecen dirigir la vida de los hombres, el dinero y el poder. Aunque esta situación se ha venido dando en muchas culturas a lo largo de la historia, lo que nos hace pensar que el valor que le concede el hombre a estos dos significantes es muy alto. El poder en sí es la vuelta a la omnipotencia que el niño pequeño tenía cuando era atendido por su madre y gozaba de privilegios importantes, esto se relaciona desde luego con el narcisismo y las satisfacciones orales concomitantes; el dinero por otra parte va tomando un significado muy importante en cuanto a que le ayuda al individuo a conseguir ciertas satisfacciones que no son fácilmente asequibles para el mismo, cabe entonces en el orden del ‘Deseo’, un deseo que empuja como pulsión, la cual como se sabe es inagotable. Entonces, poder y dinero se funden con los impulsos más arraigados del hombre, con aquello que lo liga con el principio del placer, y eso es un factor inseparable de la naturaleza humana, solamente domeñable por medio de la cultura.
         En el presente, los medios de comunicación son una prioridad para la economía de las sociedades, y también llegan a ser una referencia para el establecimiento de tendencias sociales, las cuales se van estableciendo progresivamente hasta situarse como ‘objetos’ de identificación que le pueden brindar a los sujetos una satisfacción del orden del narcisismo o bien pueden ser reaseguradores contra la angustia. Para que estas tendencias puedan situarse de una manera efectiva, se muestran a través de personajes que aparecen como ideales sociales, en cuanto a belleza, fuerza, astucia, inteligencia, simpatía, poder, erotismo o incluso hasta con características agresivas o perversas; y son con estos personajes con los que muchas personas quieren identificarse para gozar y participar de cierta forma de esos atributos que ven en el Otro. En el caso del adolescente o el infante, las identificaciones tienen una participación en la construcción de ciertos rasgos de personalidad o de la elaboración de ciertas fantasías que pueden integrarse al repertorio conductual que puede tener una duración variable, aunque si éstas se funden con conflictos afectivos o pulsionales pueden tomar cierta fuerza que le podría provocar después algunos problemas al sujeto.
         Ahora, con respecto al establecimiento de modas, éstas pueden tomar participación en los pueblos a partir de qué tan atractivas puedan ser para la idiosincrasia del mismo, cosa dependiente  también de la cultura, pero también hay tendencias que son globales y se comparten en varios países, tales como modas en la vestimenta, en algunos pasatiempos, en la música. En general, la adquisición de estas modas son parte de aquello que ya se comentó al principio de este ensayo, y se añade además la necesidad de pertenecer y de sentirse identificado con un grupo, cosa que le puede brindar al individuo un estatus, pero además de eso pareciera que muchas modas están matizadas de varios significantes que se asocian directamente a ‘imágenes’ inconscientes que le son de una relevancia significativa  al sujeto, y es ahí donde se abre la pregunta de ¿por qué un sujeto escoge una moda y otro otra? Cada cual se adueña de aquello que siente que le pertenece, y si es algo que en un principio no le es suyo, lo toma para incorporarlo a sí mismo ya que de alguna manera lo necesita, no porque necesariamente le falte sino porque lo alimenta, lo desea.