La prolijidad es la tendencia del
sujeto a hablar sobre un tema o referirse a algo por medio de rodeos, utilizando
explicaciones amplias que bien se pueden alejar del tema central, es muy
parecido al mexicanismo “cantinflear”. L. Kolb en su Psiquiatría Clínica
Moderna nos explica que la prolijidad es un trastorno en el curso del
pensamiento, y que el sujeto puede alcanzar a transmitir la idea que desea pero
luego de una serie de “detalles triviales e innecesarios que lo llevan a disgresiones
fatigantes”. Nos explica a la vez un hecho que es muy importante, tal, es que
las personas con este trastorno no pueden diferenciar entre lo “esencial y lo
secundario”. Si bien, esta circunstancia se puede presentar en pacientes con
algún tipo definido de trastorno mental, también esta tendencia en el
pensamiento y en el discurso puede ser observable en personas que no tienen diagnosticado
un trastorno. Otro contexto que es usual y que es de llamar la atención es la
escuela, hay alumnos que pueden no llegar a definir un tema cuando se les
pregunta algo y se “van por las ramas” sin llegar a una conclusión convincente.
En este caso podemos sospechar que la ansiedad es lo que le hace pasar un mal
momento a los estudiantes y que también la falta de conocimiento sobre un tema
provoca que traten de compensar su ignorancia con explicaciones diversas y
busquen una salida ante esa contingencia escolar. Esto podría ser normal y no
darnos más material para el análisis, pero también nos genera una asociación a
otra circunstancia bastante común.
Hay muchas personas que en su vida
cotidiana hacen cosas y explican su vida a partir de comportamientos o
discursos extenuantes y que tienen por cometido mantener reprimido el material
psíquico que genera angustia en ellos. Podemos pensar que la prolijidad es una
tendencia a mantener la angustia contenida a manera de defensa como lo podría
ser la racionalización, más allá de ser una incidencia generada por un
trastorno de posible causa biológica. Si la prolijidad surge a partir de un
retardo mental o por una demencia senil, podríamos pensar que no tiene un fin
psicodinámico, pero cuando existe una tendencia similar en un paciente que no
aqueja ningún trastorno específico, entonces podríamos pensar que sirve a la
represión.
Si nos acercamos a la neurosis,
podría parecer normal que el sujeto gaste su energía en darle vueltas a un tema
sin aterrizar en el mismo, al distorsionar la realidad el sujeto necesita una
serie de argucias para poder satisfacer esas necesidades ‘pulsionales’ de forma encubierta
que se niega a hacerlo de manera franca, como por ejemplo, los síntomas
parecieran un prolijidad de lo que el inconsciente sabe y el yo niega. La forma
de vivir por parte del individuo puede estar llena de compensaciones, defensas,
adicciones, hábitos, que ayudan al reaseguramiento contra la angustia y que
bien pueden formar parte de la personalidad. Las cosas que se van añadiendo a
la vida del sujeto y que son inútiles para la funcionalidad del mismo son
aquellas que cobran fuerza a partir de fantasías que forman parte de lo imaginario
y encubren lo esencial. Esto esencial que va de la mano con lo inconsciente
también conlleva a las mismas pulsiones que son obstaculizadas por el Yo y el
superyó. Así, la cultura y la idiosincrasia de un pueblo son parte del
mecanismo represor y dinamiza esa ‘prolijidad’ neurótica que hace gozar al
sujeto, como bien se sabe a partir de las proposiciones de Lacan, el sujeto
goza sufriendo su existencia, tomando satisfacciones sustitutivas que lo
acercan más a lo que piensa que debe ser y no a lo que quiso ser.
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