Haciendo cita de la palabra “aún” se pueden esbozar varias ideas con respecto al efecto que el lenguaje tiene sobre las personas. Para iniciar rápidamente con un ejemplo del mismo, se puede retomar el efecto que podría provocar la palabra ‘aún’ en una persona. El ‘aún’ tiene que ver con el hecho de la prolongación de un hecho, el mantenimiento ‘vigente’ de un evento, lo que en un momento dado representaría una esperanza. Esta esperanza provoca un efecto psicológico muy importante, puesto que mantiene a la persona abrazando su fantasía de sujetar algo que siente indispensable, y más aún si piensa que lo puede perder.
Para el psiquismo de la persona, el ‘aún’ es algo que hace que aquello que aún está signifique permanencia, o en un momento dado, “vida”. Es importante comentar que dependerá mucho de aquello que ‘aún’ permanece. Si se habla del amor, y del amor que aún permanece del objeto amado hacia el sujeto amante, y con la posible pérdida del amor; este ‘aún’ hay amor, hace extender el efecto de la presencia del afecto. La esperanza por preservar lo que aún hay hace que la persona movilice diferentes mecanismos adaptativos que en tempranas etapas de la vida es estructurante; y es importante a la vez, los efectos fisiológicos que acompañan al estado psicológico, así como también las satisfacciones concomitantes, sobre todo sexuales. Aquellas percepciones internas concientes o inconscientes tienen un efecto parecido a los de las drogas (estímulos externos que se introducen) sobre el organismo y el psiquismo, así, se refuerza por una parte los mecanismos psicológicos puesto que también se asocian a un estado placentero del orden orgánico, o en su defecto, si existe una estructura masoquista, también el displacer será un aliciente para la persona.
Las palabras tienen un efecto trascendental para la persona que las escucha, el lenguaje en general forma parte de toda la construcción de la personalidad. Un ‘te amo’ va a hacer que la persona amada se sienta deseada, esto a su vez acarrea una excitación y el reforzamiento de un narcisismo que crece a la par de la significación que la persona se da a sí misma. Con las palabras de aprobación y la calidez de las mismas el individuo crece aceptando sus conductas como positivas y se vuelven un medio de reaseguramiento del amor y del sentirse identificado y parte de otros (familia), esto, mezclado con el concepto que la persona tenga de sí misma; por ejemplo, el verse ante un espejo y con el valor que la cultura da a las características corporales hace que la persona se amé por ser como es o se deteste o critique por verse en un reflejo que no le agrada. Una vez más, el valor que se le da a lo que se le pone nombre y se juzga estructura la manera en que el individuo se vivencie a sí mismo y por consecuencia, lo que de esto proyecte en sus relaciones.
Por otro lado, un ‘te odio’ cae en la persona como una pesada losa que podría significar un rechazo violento, y por lo tanto también podría desembocar en una respuesta violenta, con una agresión que también podría llevar en sí, el rechazo de la persona hacia sí misma, como si existiera una identificación con las palabras de aquel que odia. O un ‘no te quiero’ puede producir un sentimiento de desesperanza que hace que la persona no se sienta valiosa, ni parte de un grupo, parte de su padre o madre o de cualquier sistema. El niño, al extender su visión del mundo y ya no solo ubicarse en el contexto familiar, puede trasladar estas palabras y la lógica de que sí una persona puede expresar una frase de rechazo, otras personas también tienen la misma posibilidad de hacerlo, sobre todo si ha escuchado en su medio ambiente a diferentes personas con expresiones semejantes. Así, la persona condicionará su conducta a razón de no escuchar esa frase que a la vez estructuró una personalidad con mecanismos defensivos como la represión, la proyección, la formación reactiva o la anulación; estas defensas tienen como objetivo la esperanza de recuperar el amor, y esto debido precisamente a otra forma de lenguaje, el corporal.
Cuando existen padres ambivalentes, es común que los hijos busquen continuamente reaseguramientos contra la angustia de no ser queridos. Y así como se reciben comunicaciones de desaprobación o amenazantes acerca de retirar el amor, también hay mensajes que contienen afecto y con tendencia hacia la aprobación; así, se mantiene hasta cierto punto un ‘aún’ inconsciente que busca el amor de los padres, el individuo crece con la idea de realizar cosas que sirvan para ganarse el afecto. Obviamente, hay una gran cantidad de angustia acompañando estos intentos de conducta, y a su vez, una gran timidez e incertidumbre acerca de si lo que se hace esta ‘bien’ o ‘mal’. La angustia entonces, entorpece la efectividad y la espontaneidad de las conductas a realizar, la persona entonces, se cree incapaz de alcanzar lo deseado.
Las palabras también pueden no tener un solo sentido, sino que al ser acompañadas de ironía contienen un doble significado que crean una confusión, por una parte es captada la literalidad de las mismas, y por otro lado se capta la intención y lo mas subjetivo y abstracto del mensaje. Los niños al no tener completamente desarrollada la habilidad de entender los mensajes irónicos de los adultos adaptan los mismos conforme a su propio entendimiento, esto es, la palabra junto con una emoción, enojo, tristeza, alegría; pero como el mensaje expresado por el adulto no contiene precisa o puramente este afecto, los niños se desconciertan con la conducta seguida después del mensaje expresado; por ejemplo, los niños ya saben las conductas de los padres cuando se enojan, a lo mejor los golpean, les dejan de hablar o los regañan; en este caso, cuando son irónicos, probablemente después de lo que han dicho, los padres sonrían, canten, prosigan con lo que están haciendo, etc.; esto no tiene lógica para el niño, lo que lo lleva a desconfiar de los padres y probablemente de los adultos.
Los gestos, movimientos, emociones de las personas son captados e interpretados de acuerdo al estadio evolutivo del individuo, así como a su naciente, en desarrollo o determinada estructura de personalidad, entonces, es un encuentro de palabras y significaciones en el inconsciente, es por esto de lo subjetivo de las reacciones de cada individuo ante los mismos o diversos hechos. Tal vez esto tenga relación con aquello que haría alusión a Lacan acerca de que una plática entre dos personas es un encuentro de 2 monólogos.
El medio por el cual los seres humanos conocen el mundo es el lenguaje, la cultura, por lo mismo, es parte de la constitución como especie; la parte animal, instintiva, es lo que lleva al hombre a vivir biológicamente, a mantenerse como especie, así, ambos, son los referentes primordiales de la personalidad. Todo aquello que tiene que ver con el placer y la supervivencia es imperativo para el ser, el lenguaje es entonces lo que trastoca todo lo biológico filogenéticamente determinado. Así, los instintos se vuelven pulsiones, y tienen nombre, y son viables entonces a ser reprimidas, y pueden ser coartadas como intención voluntaria, pero una expresión deformada encuentra la forma de mantener la satisfacción parcial de aquello biológicamente dado. Es por esto que el psicoanálisis hace hincapié en la sexualidad, y por otro lado en las reacciones agresivas, ya que tanto el hambre y la sed como pulsiones (instintos) de vida no tienen una marca despectiva por parte de la sociedad, así, la sexualidad como instinto queda sola como representante animal inherente a todo ser; y si ésta es inhibida por la cultura y sus derivados, entonces el funcionamiento global del organismo y el psiquismo se perturba, y entonces, se encuentran sustitutivos que por lo regular son insatisfactorios para los sujetos.
Entonces, el psicoanálisis no tiene ese ‘fin perverso’ en descubrir la sexualidad de las personas, sino tiene el objetivo de retirar los juicios derivados de la cultura que prohíben el desarrollo natural de la sexualidad y su expresión. Pero lo que crea una mayor resistencia es aquel afán humano de preservar el amor “desexualizado” de los padres, o de un representante mayor (dios). Para el infante es más importante sus satisfacciones orales o anales que las genitales, es por esto que prefieren el tipo de amor que los padres le dan a esa edad, pero que en resumen, sigue siendo parte de una satisfacción sexual propia de ese estadio evolutivo; así, las personas fijadas psicológicamente en tales estadios, llegan reprobar la sexualidad genital (con sus componentes psíquicos) ante el miedo y angustia que les provocaría satisfacciones diferentes a las orales o anales, es entonces, un reaseguramiento que es tan importante en sus vidas que se mezcla con su personalidad y ‘principio’ de vida.
excelente tema...ademas de muy acertado..gracias por compartir sus ensayos...los cuales ayudan a ver las cosas desde otra perspectiva...
ResponderEliminargracias... la psicología se presta para ver las cosas desde diferentes perspectivas, y eso es lo valioso, sumar ideas
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