lunes, 21 de mayo de 2012

PROLIJIDAD


La prolijidad es la tendencia del sujeto a hablar sobre un tema o referirse a algo por medio de rodeos, utilizando explicaciones amplias que bien se pueden alejar del tema central, es muy parecido al mexicanismo “cantinflear”. L. Kolb en su Psiquiatría Clínica Moderna nos explica que la prolijidad es un trastorno en el curso del pensamiento, y que el sujeto puede alcanzar a transmitir la idea que desea pero luego de una serie de “detalles triviales e innecesarios que lo llevan a disgresiones fatigantes”. Nos explica a la vez un hecho que es muy importante, tal, es que las personas con este trastorno no pueden diferenciar entre lo “esencial y lo secundario”. Si bien, esta circunstancia se puede presentar en pacientes con algún tipo definido de trastorno mental, también esta tendencia en el pensamiento y en el discurso puede ser observable en personas que no tienen diagnosticado un trastorno. Otro contexto que es usual y que es de llamar la atención es la escuela, hay alumnos que pueden no llegar a definir un tema cuando se les pregunta algo y se “van por las ramas” sin llegar a una conclusión convincente. En este caso podemos sospechar que la ansiedad es lo que le hace pasar un mal momento a los estudiantes y que también la falta de conocimiento sobre un tema provoca que traten de compensar su ignorancia con explicaciones diversas y busquen una salida ante esa contingencia escolar. Esto podría ser normal y no darnos más material para el análisis, pero también nos genera una asociación a otra circunstancia bastante común.

          Hay muchas personas que en su vida cotidiana hacen cosas y explican su vida a partir de comportamientos o discursos extenuantes y que tienen por cometido mantener reprimido el material psíquico que genera angustia en ellos. Podemos pensar que la prolijidad es una tendencia a mantener la angustia contenida a manera de defensa como lo podría ser la racionalización, más allá de ser una incidencia generada por un trastorno de posible causa biológica. Si la prolijidad surge a partir de un retardo mental o por una demencia senil, podríamos pensar que no tiene un fin psicodinámico, pero cuando existe una tendencia similar en un paciente que no aqueja ningún trastorno específico, entonces podríamos pensar que sirve a la represión.

          Si nos acercamos a la neurosis, podría parecer normal que el sujeto gaste su energía en darle vueltas a un tema sin aterrizar en el mismo, al distorsionar la realidad el sujeto necesita una serie de argucias para poder satisfacer esas  necesidades ‘pulsionales’ de forma encubierta que se niega a hacerlo de manera franca, como por ejemplo, los síntomas parecieran un prolijidad de lo que el inconsciente sabe y el yo niega. La forma de vivir por parte del individuo puede estar llena de compensaciones, defensas, adicciones, hábitos, que ayudan al reaseguramiento contra la angustia y que bien pueden formar parte de la personalidad. Las cosas que se van añadiendo a la vida del sujeto y que son inútiles para la funcionalidad del mismo son aquellas que cobran fuerza a partir de fantasías que forman parte de lo imaginario y encubren lo esencial. Esto esencial que va de la mano con lo inconsciente también conlleva a las mismas pulsiones que son obstaculizadas por el Yo y el superyó. Así, la cultura y la idiosincrasia de un pueblo son parte del mecanismo represor y dinamiza esa ‘prolijidad’ neurótica que hace gozar al sujeto, como bien se sabe a partir de las proposiciones de Lacan, el sujeto goza sufriendo su existencia, tomando satisfacciones sustitutivas que lo acercan más a lo que piensa que debe ser y no a lo que quiso ser.

viernes, 6 de abril de 2012

TOMA DE CONCIENCIA PARA ALCANZAR LA SATISFACCION Y EL DESARROLLO PERSONAL

La multiplicidad de problemas que las personas pueden presentar en su vida tienen causas específicas que muchas veces no se toman en cuenta y se tratan de encubrir por medio de explicaciones que llegan a ser más asequibles para el entendimiento común, por ejemplo, creencias, justificaciones del uso cotidiano, por condiciones físicas desfavorables, o por la “culpa” de un tercero, llámese persona o institución. Ante tales circunstancias, las soluciones en ocasiones son utópicas o muy difíciles, y la persona sigue viviendo una vida de insatisfacciones, de quejas, con síntomas o con una conducta desadaptativa que la hace tener más dificultades.

          Los métodos terapéuticos a partir del Psicoanálisis, nos han enseñado a tomar conciencia de nuestro propio ser y de los acontecimientos pasados que han influido en nosotros, más tarde, diferentes corrientes psicológicas han hablado de las posibilidades y recursos de ser humano para evolucionar y alcanzar las metas que se plantea; los inconvenientes que las personas se enfrentan para alcanzar su desarrollo pleno como seres humanos son aquellos prejuicios, defensas contra la angustia, autoconceptos distorcionados y una estima personal deficiente, asimismo, ideas negativas sobre ciertos temas espinosos para la sociedad como lo puede ser la sexualidad, inflexibilidad de pensamiento y fantasías sobre el futuro que no se ajustan a los estándares ideales del sujeto. Las emociones guardadas hacia ciertas personas o situaciones también cobran relevancia en el devenir de la vida psicológica del sujeto. Estas circunstancias psíquicas son las que habría que “trabajar” para que el individuo pueda hacer uso de sus recursos internos para salir adelante.

          Pero aun hay 2 factores de importancia en este devenir hacia la satisfacción y el desarrollo personal, tales son la educación y la idiosincrasia. La educación del hombre y sus circunstancias culturales lo posicionan en ventaja o desventaja con respecto a los demás (no sin perder de vista las interpretaciones subjetivas que se hacen de otras circunstancias culturales desde donde se hacen juicios de los demás pensando que no tienen las capacidades mentales como nosotros), y es a partir de estos posicionamientos sociales que el hombre se desarrolla, dándoles fundamentos cognitivos aunados a las instancias emocionales que estructuran la personalidad.

          La personalidad se va integrando a partir de las experiencias vividas, junto a las organizaciones biológicas que se destacan por la genética y los factores constitucionales. Las reacciones anteriormente mencionadas son producto de los mecanismos psicológicos que el individuo tiene para adaptarse a la vida. Y pareciera que estos productos psíquicos tratan de ‘defender’ al individuo de angustias que conllevarían además un considerable gasto de energía, esta misma idea es lo que Freud nos enseña en sus escritos; y es que pareciera que el ser humano cuando recuerda eventos que le son desagradables lo agitan de tal manera que se vivencia como una insatisfacción, cosa que sería intolerable si partimos de la idea de que somos seres hedonistas por excelencia a partir de nuestras cualidades orgánicas donde placer-displacer, dolor-bienestar son ampliamente valoradas por el sujeto. También, las superposiciones de contenidos mentales que estructuran la personalidad hacen que la toma de conciencia de hechos pasados y de los hitos de nuestro desarrollo sea más difícil de lograr, además que las convicciones adquiridas por los efectos de una educación estricta y en ocasiones hasta dogmática vuelven a la persona un ser inflexible y hasta carente de autocrítica, ante este panorama, el ‘desbloqueo’ de nuestros procesos mórbidos es una tarea ardua que podría iniciar simplemente con la sola motivación para lograr el cambio.

          Un último asunto en cuanto a la problematización de nuestro tema. ¿De qué depende el cambio? Se observa en los pacientes que asisten a psicoterapia, así como aquellos que recurren a un psicoanálisis, que existe una resistencia a compartir hechos de su vida con su terapeuta/analista; esta resistencia puede ser consciente o inconsciente, obviamente será consciente cuando el sujeto sabe que hay algo que no quiere compartir por vergüenza, culpa o temor; será inconsciente cuando puede el sujeto esforzarse por recordar o simplemente narra los hechos mentales o emocionales que le acontecen pero no logra asociarlo con algunas otras circunstancias que son importantes para su trabajo terapéutico. Esta resistencia es en cuanto al contenido, habrá otra en cuanto al cambio, o sea, una resistencia a la acción que llevaría a la persona a hacer cosas diferentes de las que viene haciendo y lo catapultarían a otra dimensión psíquica, emocional y conductual. Esta resistencia, si la estudiamos a partir de la enseñanza freudiana, es influida por aquella instancia psíquica llamada “superyó”, que representa la moral del sujeto, así como su ideal de ‘ser’ que tiene para sí mismo, siempre a partir del reflejo de su sociedad y sus referentes principales de identificación (padres, maestros, personajes admirados). Lo que en la mayoría de ocasiones detiene a los sujetos a cambiar, es el miedo por trasgredir las normas y los parámetros de la escala de valores que su educación le ha instruido, el miedo a lo nuevo o desconocido, o incluso el miedo a sus propios deseos (pulsionales de vida [sexuales] o muerte [destrucción]. En muchas ocasiones también se argumenta el miedo a hacerle daño a alguien más, o defraudar la confianza del otro, lo que le ocasionaría al sujeto una culpa moral. Es entonces, primero que todo, abrir esos candados o hacer una negociación con las demandas morales de la persona, para poder acceder y volver a significar los contenidos mentales que impiden el desarrollo pleno del individuo.

          Pues bien, una vez que el sujeto se ha permitido flexibilizar su ser de cierto modo, ya sea por la toma conciencia y/o por el deseo del cambio, está en la posibilidad de desarrollarse en los ámbitos de su vida que desee. La satisfacción y el desarrollo personal van ligados ya que cuando se empieza a disfrutar de las cosas que se hacen o se viven, puede haber un indudable crecimiento, aunque si bien no toda satisfacción lleva a un desarrollo, podemos pensar que todo desarrollo conllevaría una satisfacción independientemente de los “dolores” emocionales que ésta pueda incluir. Para esto tenemos que decir, que el término “desarrollo personal” que se maneja en este trabajo incluye a los ámbitos psicológicos que le sirven a la persona para mejorar y valorar positivamente su autoconcepto, estima, habilidades sociales y los campos de acción como lo son el trabajo, la escuela, la familia o la comunidad, teniendo una mejor y satisfactoria funcionalidad en estas áreas. Incluso también en actividades como el arte, el deporte o cualquier otra que sea importante para el sujeto.

          Enumeraré a continuación acciones que son relevantes para lograr la satisfacción y el desarrollo, si bien pueden no estar en un orden estricto a razón de receta de cocina, sí es una sugerencia para alcanzar lo propuesto.

1.      Disfrutar las cosas que se hacen. Para muchas personas, el trajín de la vida les ocasiona pesar emocional, enojos, tristeza o estrés; pareciera además que tienen una manda inconsciente de no disfrutar las cosas por buenas que éstas sean y siempre ponen ‘peros’ a la mayoría de cosas que pasan por su vida (p.ej. las vacaciones son bonitas pero me gustaría tener más dinero). Es importante preguntarse qué de lo que hacen, piensan o sienten no les permite disfrutar de las cosas de la vida, y entonces empezar a vivir los momentos presentes y disfrutarlos tal y como son, dejar de lado los ideales, los recuerdos frustrantes o todo aquello que genera una insatisfacción emocional y empezar a apreciar los instantes a los cuales tenemos acceso.

2.      Tener un autoconcepto apegado a la realidad. Describirse es una tarea que hemos puesto en marcha tiempo atrás, pero en ocasiones esa consideración personal puede ser un tanto fantaseada, idealizada o descalificada. Nuestro autoconcepto se construye desde la niñez y está basado en aquellas cosas que nos dicen que somos, después en lo que vemos que somos capaces de hacer pasando por aquello que vemos en el espejo, además de nuestros propios logros y frustraciones. A partir de eso y de los ideales de la cultura, tenemos una referencia acerca de lo que somos y hacemos continuas comparaciones con los demás, eso influye grandemente a nuestra estima personal. Cuando este autoconcepto no logra deshacerse de las consideraciones subjetivas y externas que son interpretaciones de un tercero, o de los prejuicios que nos enseñaron a tener y a los cuales sometemos a nuestra persona, es fácil que no tengamos una dimensión clara y bien estructurada de nuestras capacidades y potencialidades, por lo tanto, cuantas veces queramos, podemos someter a nuestra persona a un nuevo escudriñamiento, podemos replantear nuestro concepto y así saber qué somos capaces de hacer hoy y qué no.

3.      Aceptar y entender los sentimientos que los hechos del pasado nos han dejado. Todas las personas experimentamos alguna vez un acontecimiento que nos ha marcado de una manera negativa, de los cuales tenemos recuerdos dolorosos y que ni siquiera quisiéramos tocar. A ese recuerdo lo significamos de una manera, además que está ligado a un afecto específico, y lo que nos queda muchas veces es un producto, ya sea una reacción emocional, conductual, criterios sobre los cuales basar nuestros juicios que nos hacen Ser, miedos ‘paralizantes’ o síntomas. Si bien nuestro ‘Yo’ nos protege de toda aquella angustia inmanejable, hay cosas que podemos ir tocando y re-significando, comprendiendo que no tiene porqué seguir causando el mismo impacto emocional ya que las circunstancias pasadas tuvieron un espacio-tiempo y una razón de ser, además que ya fueron, ahora se está en otro contexto, con posibilidades y objetivos diferentes, es dejar de quererse relacionar con los significados del pasado. Al mismo tiempo, contactar de forma conciente con los sentimientos que nos dejaron aquellos acontecimientos pretéritos, nos permite a la vez, aceptarlos y significarlos de la mejor manera, esto nos puede abrir otras puertas que habían permanecido cerradas.

4.      Reivindicar el Deseo sobre el deber. Es importante volver a tomar el impulso por las iniciativas genuinas, en la infancia nos fueron delimitando las cosas que podríamos hacer por medio de la ‘educación’ que nuestros padres o maestros nos fueron inculcando, si bien esta labor formadora tiene su relevancia, una de las consecuencias negativas puede llegar a ser la dependencia y la falta de iniciativa para emprender nuevas empresas que son productos de nuestro deseo. Muchas veces acontece que se hacen cosas que son buenas para los demás, para los padres, hermanos, amigos, pareja, pero no son fuentes de satisfacción para uno mismo, pareciera como si las otras personas reprimieran nuestros anhelos más genuinos y nos impusieran sus deseos. Así se vive a partir del otro, no de uno mismo, por lo tanto no se experiencia ese gozo por vivir, sino solamente las satisfacciones parciales de tratar de hacer sentir bien a los demás. Por lo tanto, es importante darle un valor a nuestro deseo, posicionarlo de mejor manera en cuanto a nuestras prioridades.

5.      Dejar de controlar y ser controlado. La necesidad de control es para muchas personas un pilar importante para menguar su propia angustia, el querer que los demás hagan lo que uno quiere es una tendencia inconsciente que se disfraza de una racionalización que parte del juicio de que nosotros somos expertos en ciertas cosas y sabemos qué es lo que le puede hacer bien a los otros. Pero bien sabemos que cada individuo tiene una forma de pensar y anhelos diferentes e incluso divergentes a los nuestros, por lo tanto, puede ser desgastante emocionalmente el querer mantener el control de todas las acciones que nos rodean ya que muchas veces las cosas no saldrán como lo deseamos y de ahí se derivaría una frustración. Por otra parte, el dejarse controlar también llega a cubrir necesidades inconscientes, sobre todo afectivas, y por lo tanto no existiría en sí la ‘libertad’ de ser, solamente se seguiría el deseo de ser querido o aceptado por alguien más, lo que indicaría que la estima personal también se ve comprometida y disminuida, por lo tanto, para zafarse de las ataduras del control, primero habría que revalorar nuestro autoconcepto, identidad e individualidad.

6.      Ser Flexible. La educación que se nos ha dado ha moldeado nuestra mente de una forma específica, tenemos ideas fijas sobre ciertos temas y acontecimientos, y nos conducimos a partir de lo que pensamos que está bien; pero muchas veces aquello que se nos ha dicho deja de ser funcional para nuestra vida, y es entonces que llega el momento de hacer una crítica de nuestra ‘forma de pensar’, y llegar a volvernos más flexibles y dejar influenciarnos por nueva información que puede sernos de mucha ayuda para las distintas necesidades que tengamos. Ser flexible en la forma de apreciar las cosas nos ayudará a pensar en más posibilidades cuando se presenten circunstancias a las que no estamos acostumbrados o eventos no deseados, existirá a la vez mayor tolerancia y podremos ser menos aprehensivos.

7.      Tolerancia a la frustración. Cuando algo nos sale ‘mal’ o con los resultados no esperados, es fácil enojarnos, desesperarnos o entristecernos, además de auto-flagelarnos con culpas; todo esto puede contribuir al estancamiento de acciones propositivas que nos ayuden a superar las circunstancias que nos han acontecido. Por lo tanto, saber que podemos errar o que las cosas pueden llegar a ser diferentes a las que esperábamos es primordial si queremos superar los obstáculos que se nos presenten. En ocasiones podemos ser tan exigentes con nosotros mismos, inflexibles o intolerantes que cuando algo no nos sale bien llegamos a ‘explotar’ o tener reacciones emocionales y conductuales que pueden causar mayores estragos en nuestra vida, y esto ocurre debido a las creencias que nuestra educación nos ha dejado, todo aquello que nuestros padres nos han dicho o también por los ideales que nos hemos formado. Los seres humanos, así como todos los animales de la tierra somos falibles, y aceptar que los somos es un paso importante para desarrollar esa tolerancia, podemos pensar que los demás nos señalarán, criticarán o se enojarán, pero ¿Quién no se ha equivocado? Y esta tolerancia corre en dos vías, admitir y comprender que los demás se pueden equivocar, y de la misma manera, nosotros.