lunes, 23 de mayo de 2011

CONCEPTUALIZACION DEL SISTEMA HOMBRE-TIERRA

La relación entre el ser humano y el planeta es una callada noticia que tiene que ver con la poca conciencia que el primero posee acerca de su función dentro de un sistema mayor. Vamos a posicionarnos de que el planeta tierra es la casa donde habitamos todos los que obviamente vivimos en él, y que si bien podemos poner un pie en la duda de si acaso hubo en elemento extraterrestre que cayó en este planeta y se desarrolló como una entidad parásita dentro del mismo, no podemos tampoco soslayar que todo organismo terrestre existe debido a la adaptación a las condiciones prevalecientes en esta entidad estelar. Ahora bien, al evolucionar nuestra especie en el planeta, y como seres biológicos que somos, podemos apostar que tenemos una función sistémica, así como todas las demás entidades; yo apuesto que nosotros junto con todas las especies animales somos un regulador homeostático de la tierra, ya que si sólo existieran las plantas junto con las rocas y el agua, éstas invadieran la mayor parte del territorio y probablemente generarían otras condiciones atmosféricas siendo un planeta diferente. Por lo tanto todos los seres que habitamos la tierra tenemos una función ‘biológica’ dentro de la misma.
         Pero con el grado de desarrollo cerebral que hemos tenido, los seres humanos nos hemos vuelto un cáncer para el propio planeta, es como si uno de sus reguladores se haya salido de control y su desarrollo vaya gastando las condiciones que le permiten al mismo hombre vivir dentro de su ‘hogar’. Nuestra especie, por lo tanto, se acerca a la concepción de esa figura parásita que mencioné anteriormente, que trata de obtener cuanto puede del lugar donde se encuentre no trayendo ningún beneficio a la estabilidad y mantenimiento del organismo que habita. Este planteamiento se ofrece con el objetivo de proponer una visión ‘biológica-funcional’ del ser humano en cuanto a su constitución, y esto cómo se relacionaría con su psicología.
         Si partimos de que somos una entidad necesaria para mantener la homeostasis del planeta, como un organismo importante dentro del mismo, así como lo puede ser un átomo o un tejido para el cuerpo humano, debemos pensar que nuestra reproducción se asocia a la necesidad de expansión de la población de seres humanos, así como si fuéramos glóbulos blancos o rojos; entonces, la tendencia biológica es sumamente importante como individuos, el ciclo de vida nos brindaría la idea de ser más funcionales en cuanto al servicio que le brindaríamos al planeta; ya que si pensamos en la muerte, cuando un individuo muere se entierra y al ser seres orgánicos, nuestra constitución física pasa a ser producto o alimento de otras entidades propias del planeta, manteniendo un tipo de equilibrio. Así que, todas aquellas ideas sociales que reprimen la parte biológica-instintiva del hombre son contrarias a la estabilidad del individuo humano como ser sistémico, y podemos apreciar que cuando esto sucede el sujeto enferma física o psicológicamente y además puede empezar a afectar a otras entidades cercanas a él, es como cuando una parte del cuerpo enferma repercute inmediatamente en su proximidad.
         Pero vayamos a un posicionamiento importante que tiene que ver con el establecimiento social del humano. Si se revisa la vida de los animales, muchos de ellos tienden a ser seres sociales, necesitan de otros para poder desarrollarse, aquí podríamos poner el ojo una vez más en el ciclo de vida: nacer, crecer, reproducirse y morir. Entraría entonces la importancia de la sexualidad como una función de vital importancia para el mantenimiento de esa homeostasis ‘planetaria’; la función sexual es una génesis para la ‘creación’ de nuevos seres; y en este sistema, la mayoría de especies tiene dos componentes de cualidades diferentes para la consumación del funcionamiento de este catalizador genésico; por lo tanto la unión de seres lleva a los individuos a organizarse en grupos, igualmente porque tienen que ser cuidados por otros mientras pueden valerse por sí mismos. Las organizaciones funcionan para proteger a sus integrantes, sirve por lo tanto para el mantenimiento de la especie. De esto, podemos intuir que las reglas que los miembros más viejos (y sabios) del grupo sirvieron primeramente para crear una ‘conciencia’ en los nuevos individuos, y nuevamente con el objetivo de cuidarlos, pero poco a poco se ha ido distorsionando esta visión comunitaria por una visión individual; y así, los más grandes y fuertes han sometido a su servicio a los más débiles. La parte biológica de la personalidad que Freud distinguió como Ello, conlleva esta necesidad de conservación, y por esta cualidad hay un posicionamiento ‘egoísta’ en cada individuo. Entonces, esta necesidad de conservación que todo ser lleva en su estructura, en el hombre se vuelve también parte de su impulso agresivo, y es totalmente constitucional.
         Lo que ha acontecido una vez que se ha desarrollado una ‘conciencia’ colectiva por decirlo de un modo, es que la construcción del poder del más fuerte o más viejo se ha transformado continuamente y ha mutado en un sistema de dominación hacia el otro. Si entendemos la psicología animal, el defender un territorio es algo igualmente instintivo, así que los hombres también defienden su territorio y sus ‘posesiones’ ante otros hombres, y hay incluso hasta luchas a muerte. La psicología del humano ha hecho de esta circunstancia una necesidad para su satisfacción, ha pasado de la satisfacción como producto de la función, a una búsqueda de la satisfacción como símbolo de la función, pero esta última como un mero pretexto que a lo largo de la historia se ha distorsionado y se ha olvidado ante la negación de un pasado ‘animal’ que nos uniría mucho más al sistema “planeta tierra”. Ahora, el referirme al pasado ‘animal’ lo hago no como una alusión directa a la propuesta darwiniana, sino que lo considero como ese pasado donde no había una escritura ni medios de comunicación verbal entre los individuos (lenguaje verbal), con organizaciones pequeñas y primitivas donde resolvían necesidades que ahora podemos llamar ‘básicas’, pero que entonces era todo lo que constituía su campo como especie. Es entonces que puedo entender que la cultura es lo que ha hecho separarse al hombre de la conciencia de su pertenencia al sistema biológico que compartimos con la entidad planetaria. Con esto no quiero decir que la cultura sea contraproducente, sino que la malinterpretación de las funciones que el individuo tiene como especie y el deseo de someter a otros hombres para satisfacciones personales es lo que ha llevado a la mayoría de comunidades culturales a pervertir el ideario del hombre funcional, y lo ha vuelto una especie parásita dentro del sistema.
         Pero bien se me pudiera cuestionar ¿Qué hubiera pasado si no hubiese existido alguien que dirigiese y pusiera reglas sobre los demás? Es aquí donde voy a insertar una idea sobre el miedo común de todos los hombres e incluso de los animales; este es: el miedo a lo desconocido. Los primeros hombres no sabían acerca de los rayos, de la lluvia, de la sequía, de los movimientos del planeta; es entonces que empezó a generar explicaciones de las cosas, algunas de esas cosas con el paso del tiempo fue entendiéndolas desde su marco contextual, otras que eran menos comunes o recurrentes fueron inquietándolo más. Es probable que las primeras ‘neurosis’ o angustias crónicas estuviesen relacionadas a eventos climáticos o a otras especies animales, esto debido al ya mencionado instinto de protección; ahora, una vez que el hombre no podía tener el dominio sobre ciertas cosas que le inquietaban empezó a erigirse ciertas ‘reglas’ o ‘mandamientos’ para protegerse de tales eventos; si lo ponemos en nuestra perspectiva actual, tales reglas son totalmente irracionales, tales como los tabúes o mitos que por ejemplo, podemos encontrar en diferentes grupos étnicos. Pero es por esas angustias y defensas contra las mismas que los principios del hombre primitivo fueron tomando un rumbo que fue el que lo llevó a establecer un ‘orden’ social, esto aunado a sus propias necesidades, comida, protección, reproducción, cuidado, acicalamiento, y satisfacciones concomitantes. Y obviamente no podemos omitir que el principio de realidad lleva al individuo a mantener una funcionalidad con respecto a la adaptabilidad con el medio, y ante una vida apegada a la vivencia del día sin mayor proyección a futuro más que aquello que les mandaba el deseo, el principio del placer no fue tan importante para el Yo del individuo hasta que la satisfacción se erigió más allá de un simple acompañante de la consecución de la función. Mecanismos adaptativos o defensas como las llamó Freud fueron importantes en esa primera etapa de la especie humana, el desplazamiento y la proyección como los más destacados, fueron una piedra angular en la estructuración del Yo en nuestra especie. La figuración plástica con la que trabajan los procesos psíquicos permitían el desplazamiento, y la necesidad de repeler aquello ‘peligroso’ sirvió de base a la proyección.
         Entonces, regresando a la pregunta presentada anteriormente podría plantearme otra pregunta: ¿es que los hombres estábamos destinados a ser egoístas, parásitos y neuróticos? Hay animales que matan a sus crías y hembras que matan a los machos después de la unión genésica, y sigue siendo su naturaleza sin tener por ‘fuerza’ un mal; el hombre podría ser la especie animal de mayor desarrollo y complejidad evolutiva, teniendo la posibilidad de manipular ciertos elementos a su favor así como otras especies lo hacen instintivamente o reactivamente a partir de una base estrictamente biológica como las plantas, esa posibilidad se llama conciencia e inteligencia. O es también que la inteligencia es el arma del hombre para adaptarse al medio, debido a que anatómicamente no cuenta con ciertas cualidades como otros animales. Entonces, ante tales especulaciones inciertas, para fines del presente escrito podría decir que el hombre “Es”, sin caer en una conceptualización del “qué hubiera pasado si…”  o simplemente del destino. Pero creo que en esta explicación aún no he contestado la pregunta planteada.
         Así como el planeta necesita reguladores como lo expuse en el principio, es muy probable que las especies en sí necesiten autorregularse a sí mismas para mantener una armonía en el sistema global; en muchas especies animales los reguladores pueden ser otras especies que devoran a aquellos que regulan el crecimiento de las plantas, o sea, carnívoros eliminan herbívoros; el ser humano, al no tener un ‘enemigo’ natural se regula a sí mismo, y he ahí, creo yo, el meollo del asunto.

lunes, 9 de mayo de 2011

LA CULTURA Y SUS DERIVADOS MÁGICOS EN LA PSICOPATOLOGÍA


La exploración de la dinámica psíquica de los obsesivos-compulsivos muestra que las soluciones planteadas por ellos ante su angustia concomitante están fuertemente influenciadas por la fantasía de rituales mágicos que le dan libre paso al sujeto frente a las vicisitudes que los atormentan. El proceso primario de todas las personas es elemental para una primera elaboración del mundo, sobre todo ante la imposibilidad neuronal y fisiológica (inmadurez) de los primeros años de la vida, así, la aparición indubitable de la madre no solo refuerza en el origen la omnipotencia, sino que satisface sin lugar a dudas todo requerimiento pulsional.

         Cuando la madre empieza a espaciar su presencia frente a la exigencia del niño, retira el narcisismo primario, la frustración llega al infante, y se incorpora el masoquismo como una reacción natural ante la ausencia (dolor) que se recompensa con una nueva visita de la progenitora. Pero antes que pueda volverse la presencia de la madre o el padre una referencia de la estructura lingüística en desarrollo, se ha instaurado en el inconsciente, las imágenes y las sensaciones placenteras catectizadas que dejan una impresión importante en el psiquismo.

         Aunado a este proceso “natural”, lo cultural está invariablemente anexo, los padres pertenecientes a un grupo étnico, le inculcan a su hijo directa o indirectamente toda la estructura de una cultura que a su vez da la pauta para la instauración del superyó. Las canciones, las historias, las leyendas, los mitos, las reglas, los ritos, la religión, ideologías político-económicas, la presentación de los afectos, los ideales, la identificación con una raza y una historia nacionalista. Todo esto forma parte de la estructura del individuo, y es aquí donde se presenta una interacción sui-géneris entre el inconsciente de los ‘padres-cultura-historia personal’ con el inconsciente del hijo. Este inconsciente conlleva desde luego todos los impulsos del ello, y de esta manera es como el yo empieza a estructurarse.

         El medio externo, constituido por las leyes de la sociedad y su cultura, trata de someter a sus integrantes por medio de ciertas reglas o inculcando temores. Dios mismo es una entidad de regulación social, y de ahí, se desprenden las autoridades gubernamentales y los castigos que pueden llevar a cabo si se violan las reglas sociales, los padres y sus propias reglas y castigos; y a partir de ahí vienen muchos temores “sobrenaturales” que causan preocupación en la población, muchos de ellos relacionados al fin de reprimir una conducta pulsional o incluso pudieran presentar un carácter instintivo.

         Entonces, en considerables ocasiones los reaseguramientos contra la angustia se forman a partir de figuras conformadas a partir del superyó, este superyó culturizado que además también está fusionado con procesos primarios y que al tener vínculos con el ello, fortalecen tales reaseguramientos. Pareciera, que la omnipotente presencia y ayuda de las figuras parentales que se vivió en la primera infancia, así como la fe que se desarrolló ante la incorporación de los derivados culturales reguladores de la conducta y brindadores de protección, sirvieran a modo de escudos protectores contra estímulos generadores de angustia. Este llamado a las fuerzas defensoras, sirve como un paliativo que la mayor parte de las veces es efectivo, y por lo mismo, ante la eficacia como reductor de la angustia, se queda incrustado en los patrones conductuales usuales y que si han tenido presencia desde la niñez, se funden con la personalidad misma.

         Cuando se presenta una estructura masoquista, el modo ‘masoquista’ de reasegurarse contra la angustia es el predominante, y por lo tanto, se tienen satisfacciones eróticas cada vez que se necesita presentar las defensas. Obviamente, estas satisfacciones presentan un carácter inconsciente, pero, ante la misma excitación se erige la represión, y a su vez, ante la demanda de la satisfacción también se desarrolla un sentimiento de culpa, que es mucho más conciente.

         Así, un miedo al éxito por ejemplo, está acompañado de “mandamientos superyoicos” inhibidores de conducta; entonces, en un principio, el niño pudo haber sido reprimido o criticado por alguna conducta de exploración, y a su vez, castigado por la misma. Otro tipo de introyección del superyó puede venir de principios religiosos sobre la bondad, la humildad, la misericordia, el altruismo, el sacrificio y la renuncia a placeres “carnales”. La desobediencia de los mandamientos o de tales principios religiosos conlleva un castigo, y por lo tanto, se genera culpa que se trata de expiar por medio de la inhibición de tales conductas o por medio de sustitutos, que son otro tipo de conductas que tienen por objeto “pagar” aquello (deseos) que bien pudo solamente haberse pensado.  

         Todos aquellos recurrentes fracasos en cualquier ámbito de las actividades humanas, sobresaliendo aquellas que conllevan una competencia con otros, pueden ser resultado de una incompetencia desarrollada inconscientemente con el fin de bloquear la satisfacción que causaría la consecución del placer ante la excitación del narcisismo ‘omnipotente’ (demanda filogenética del mismo ello). Por el contrario, aquellos que obtienen el éxito, han logrado por vía de la sublimación la herramienta necesaria para obtener el placer sexual ‘deformado’ por medio del logro de esas actividades que cobraron relevancia para ellos en su medio ambiente, y por lo tanto, además de la propia satisfacción ‘ello-yo’, obtienen el reconocimiento del superyó alcanzando sus ideales, así, se congracian con el mismo reforzando en ciertos casos el éxito de la resolución del Edipo.

         Por desgracia, en los seres humanos, nada es determinante ni lineal, hay una gran cantidad de excepciones que paradójicamente se volverían regla en lugar de casos aislados. Así, habrá casos de éxito que esconden fuertes impulsos parricidas, estructuras antisociales e impulsos perversos; y casos de fracaso en donde pareciera que las personas reflejan sublimaciones con resultados excepcionales, pero que a final de cuentas no logran el éxito anhelado. Ante estos hechos obvios, lo único que deja entrever una luz de esperanza es que ante todo caso siempre hay una explicación, una piedra angular que desenmaraña el misterio del devenir humano. Tal, se puede hallar precisamente en aquellas fantasías incorporadas y que parecen tener una vigencia ilimitada sino fuera porque al ser confrontadas con la realidad se tambalean y son viables a perder su fuerza, esto, mediante un análisis riguroso que lleve a la persona a abandonar los reaseguramientos infantiles.

         Otra variante importante es la anarquía y los impulsos antisociales avasallantes en la sociedad mexicana actual. Desde el hecho en cómo se ve el problema, se demuestra la falta de pertenencia de la sociedad ante un hecho propio. Por ejemplo, se hace referencia a la “inseguridad” como algo ajeno de México, a los “maleantes” como venidos de otro estrato y latitud lejos del país. Y es precisamente esta falta de pertenencia de la masa cultural “superyoica” ante sus problemas y sus angustias, lo que ha ocasionado que sus “hijos” quieran recuperar aquello perdido en la niñez, ese narcisismo abandonado de sus padres, ese extrañamiento de sus figuras omnipotentes ante sus exigencias pulsionales, y que ante la frustración desarrollada se vuelcan violentamente ante aquellos que en sus fantasías no son más que las representaciones de los objetos represores que no gozan de ningún favor porque a su vez, éstos no dejaron impreso ninguno en el sujeto demandante. Entonces, al pensarse el problema como algo ajeno a “las buenas costumbres” de los mexicanos no se analiza debidamente, o sea, debido a los propios vicios de la cultura desarrollada, de las propias ambiciones de la sociedad, del mantenimiento de ideales sociales sobre las pulsiones genéticamente determinadas, de  la necesidad del mantenimiento de apariencias que demarcan la solvencia económica y que sigue vigente a pesar de tener como origen la identificación con la ostentación monárquica dominante en la historia del ser humano, pero obsoleta en aplicación en nuestra contemporaneidad, como causa de esto es que la sociedad actual se moviliza de la forma en que lo hace; y una cosa más, que es la necesidad de dominación sobre el otro, que a su vez es un posible rival que “te puede quitar todo”. Este último pensamiento es todavía una reminiscencia del conquistado en el siglo XVI por los españoles, puesto que todavía se ve en el “blanco” alguien diferente, un ser idealizado por un lado (por ser descendiente de Quetzalcóatl) pero odiado por querer destruir un imperio y sus deidades. La diferencia de clases se hacia patente una vez instaurada la Nueva España, y a su vez, desde la independencia hasta la revolución, parecía que nadie podía confiarse de nadie, todos necesitaban obtener cualquier tipo de beneficios ante la amenaza constante de una posible guerra con las pérdidas de tierra y bienes concomitantes. Así, desde la generación de la revolución se mantiene un pensamiento trasmitido consecutivamente a los descendientes, permaneciendo una actitud defensiva rebelde instaurada en el más próximo preconsciente en la estructura del mexicano.
                                                                                                                                
         Obviamente, estos prejuicios transmitidos por la cultura, con la “dosis correcta” de influencias psicológicas, generan en gran parte los impulsos destructivos, antisociales.

         Otro punto fundamental, es la ambivalencia de las necesidades y juicios expresados por la sociedad misma. Por un lado, se ensalzan los valores religiosos y patrios, y por otro se afirman las ambiciones de poder que no son otra cosa más que suministros narcisísticos que se establecieron en el desarrollo de la personalidad.

         Esta ambivalencia como referente de la sociedad crea una gran incertidumbre, tensión y culpa en las personas. Las inminentes frustraciones son grandes, ya que existe una gran exigencia sobre el yo, y por lo tanto, se trata de compensar esas faltas con la obtención de objetos que tienen un valor importantísimo para la estabilidad del mismo Yo, así, estos objetos sirven como refuerzos narcisistas. Y no importa como se obtengan estos objetos necesarios, y hasta se puede resumir esta acción con ‘obtener lo más con el menor esfuerzo y los medios más fáciles’; es por esto que en un grueso de mexicanos puede lanzarse el prejuicio de que se esfuerzan poco, de que son flojos, y/o algo que sería peor, tratar de pasar sobre la ley de cualquier forma con tal de tener beneficios o salvar castigos.

         ¿De qué manera entra la fantasía en este hecho? Nuevamente por vía del proceso primario; para el bebé, la aparición mágica de la madre para calmar sus carencias, dolor y angustia es vital. Pero cuando la madre se ausenta de manera continua, cuando no es constante su presencia, el niño tiene que suplirla de algún modo, del mismo modo en que por los juegos trata de controlar su angustia. Así, las conductas antisociales violentas, pueden perseguir diversos fines inconscientes. Ante el hecho de sentirse in-merecedor de amor, y sentirse culpable ante este hecho, se trata entonces de, expiar la culpa como lo mencionó Freud, haciendo algo con lo cual pueda ser castigado; hacer algo y escapar demostrando que puede escapar al castigo, o en su defecto, buscar el amor por medio de la identificación con un padre-madre golpeador, vejador. Y a la vez, también estarán aquellos que en su adolescencia se unen a un grupo delictivo, y que por la necesidad de identificación y ‘pertenencia’ liberan sus pulsiones destructivas reprimidas y que son activadas rápidamente por las frustraciones cargadas.

         El retraso de varios de mexicanos en su desarrollo económico también refleja una cultura que por una parte es rica en mitos y juicios de valor, y por otra, no le brinda al individuo la posibilidad de enriquecer sus potencialidades intelectuales, así como una “salud” emocional que le brinde estabilidad al yo, y por lo tanto coherencia en sus necesidades y acciones, que a su vez le brinde satisfacciones formando parte de su sociedad.

         Pero, en vez que se pueda tener un desarrollo satisfactorio, se presenta una invalidez para desenvolverse en las distintas áreas de la sociedad, existen personas que parecieran tener una inadecuación para adaptarse a las tareas que brinda el medio para desarrollarse. Estas personas pueden estar vinculadas a un Yo presidido por el principio del placer, que desarrolló una dependencia, la cual bien pudo reforzarse debido a dos cosas, la primera, que fue por gratificaciones continuas que generó una necesidad apremiante de satisfacciones junto a poca tolerancia a la frustración; y segundo, la estructuración del masoquismo en la personalidad, el cual, pone al sujeto del lado del sufrimiento, del autocastigo, de la devaluación y la demanda de “limosnas” afectivas por parte de los demás.

         En el primer caso se observan a aquellas personas que pueden presentar una tendencia a la violación de las leyes y los derechos de los demás, viendo en los otros sólo proveedores de satisfacciones pulsionales. En el segundo caso, es común encontrar a personas que se compadecen de sí mismas, que culpan a los demás de su propia desgracia, o que se aferran a explicaciones del destino o religiosas. En todos los casos, se deja ver una deformada visión de la realidad, una inadecuada toma de conciencia acerca de los propios actos y visiones subjetivas y fantasiosas de las consecuencias y hechos alrededor de ellos.

         La cultura le permite al individuo introducirse a su sociedad de una manera eficiente, pero esto no tiene relación directa con el contacto con la realidad de cada sociedad. Si bien es cierto que para marcar una conducta desadaptativa se tiene como referencia a los hechos habituales que en una sociedad se manifiestan, no se puede determinar que tan apegado o no están las conductas de los individuos a los hechos ‘reales’. Esto puede dar paso a la discusión acerca de la construcción de la realidad, a la significación de las cosas, pero, más allá que es indudable la subjetividad en la formación de relaciones con el mundo, se llegan a presentar construcciones fantásticas (que pueden caer en lo imposible) que rigen la vida y las conductas de las personas, y sólo cuando presentan una repercusión observable (o manifiesta) es cuando se destaca la ineficiencia o la inadecuación de las mismas.



BIBLIOGRAFIA RELACIONADA

El laberinto de la Soledad
Octavio Paz


Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico,
Trabajos sobre metapsicología y otras obras (1914-1916)
Tomo XIV
Sigmund Freud

-algunos tipos de carácter dilucidados por el trabajo psicoanalítico – (1916)