La relación entre el ser humano y el planeta es una callada noticia que tiene que ver con la poca conciencia que el primero posee acerca de su función dentro de un sistema mayor. Vamos a posicionarnos de que el planeta tierra es la casa donde habitamos todos los que obviamente vivimos en él, y que si bien podemos poner un pie en la duda de si acaso hubo en elemento extraterrestre que cayó en este planeta y se desarrolló como una entidad parásita dentro del mismo, no podemos tampoco soslayar que todo organismo terrestre existe debido a la adaptación a las condiciones prevalecientes en esta entidad estelar. Ahora bien, al evolucionar nuestra especie en el planeta, y como seres biológicos que somos, podemos apostar que tenemos una función sistémica, así como todas las demás entidades; yo apuesto que nosotros junto con todas las especies animales somos un regulador homeostático de la tierra, ya que si sólo existieran las plantas junto con las rocas y el agua, éstas invadieran la mayor parte del territorio y probablemente generarían otras condiciones atmosféricas siendo un planeta diferente. Por lo tanto todos los seres que habitamos la tierra tenemos una función ‘biológica’ dentro de la misma.
Pero con el grado de desarrollo cerebral que hemos tenido, los seres humanos nos hemos vuelto un cáncer para el propio planeta, es como si uno de sus reguladores se haya salido de control y su desarrollo vaya gastando las condiciones que le permiten al mismo hombre vivir dentro de su ‘hogar’. Nuestra especie, por lo tanto, se acerca a la concepción de esa figura parásita que mencioné anteriormente, que trata de obtener cuanto puede del lugar donde se encuentre no trayendo ningún beneficio a la estabilidad y mantenimiento del organismo que habita. Este planteamiento se ofrece con el objetivo de proponer una visión ‘biológica-funcional’ del ser humano en cuanto a su constitución, y esto cómo se relacionaría con su psicología.
Si partimos de que somos una entidad necesaria para mantener la homeostasis del planeta, como un organismo importante dentro del mismo, así como lo puede ser un átomo o un tejido para el cuerpo humano, debemos pensar que nuestra reproducción se asocia a la necesidad de expansión de la población de seres humanos, así como si fuéramos glóbulos blancos o rojos; entonces, la tendencia biológica es sumamente importante como individuos, el ciclo de vida nos brindaría la idea de ser más funcionales en cuanto al servicio que le brindaríamos al planeta; ya que si pensamos en la muerte, cuando un individuo muere se entierra y al ser seres orgánicos, nuestra constitución física pasa a ser producto o alimento de otras entidades propias del planeta, manteniendo un tipo de equilibrio. Así que, todas aquellas ideas sociales que reprimen la parte biológica-instintiva del hombre son contrarias a la estabilidad del individuo humano como ser sistémico, y podemos apreciar que cuando esto sucede el sujeto enferma física o psicológicamente y además puede empezar a afectar a otras entidades cercanas a él, es como cuando una parte del cuerpo enferma repercute inmediatamente en su proximidad.
Pero vayamos a un posicionamiento importante que tiene que ver con el establecimiento social del humano. Si se revisa la vida de los animales, muchos de ellos tienden a ser seres sociales, necesitan de otros para poder desarrollarse, aquí podríamos poner el ojo una vez más en el ciclo de vida: nacer, crecer, reproducirse y morir. Entraría entonces la importancia de la sexualidad como una función de vital importancia para el mantenimiento de esa homeostasis ‘planetaria’; la función sexual es una génesis para la ‘creación’ de nuevos seres; y en este sistema, la mayoría de especies tiene dos componentes de cualidades diferentes para la consumación del funcionamiento de este catalizador genésico; por lo tanto la unión de seres lleva a los individuos a organizarse en grupos, igualmente porque tienen que ser cuidados por otros mientras pueden valerse por sí mismos. Las organizaciones funcionan para proteger a sus integrantes, sirve por lo tanto para el mantenimiento de la especie. De esto, podemos intuir que las reglas que los miembros más viejos (y sabios) del grupo sirvieron primeramente para crear una ‘conciencia’ en los nuevos individuos, y nuevamente con el objetivo de cuidarlos, pero poco a poco se ha ido distorsionando esta visión comunitaria por una visión individual; y así, los más grandes y fuertes han sometido a su servicio a los más débiles. La parte biológica de la personalidad que Freud distinguió como Ello, conlleva esta necesidad de conservación, y por esta cualidad hay un posicionamiento ‘egoísta’ en cada individuo. Entonces, esta necesidad de conservación que todo ser lleva en su estructura, en el hombre se vuelve también parte de su impulso agresivo, y es totalmente constitucional.
Lo que ha acontecido una vez que se ha desarrollado una ‘conciencia’ colectiva por decirlo de un modo, es que la construcción del poder del más fuerte o más viejo se ha transformado continuamente y ha mutado en un sistema de dominación hacia el otro. Si entendemos la psicología animal, el defender un territorio es algo igualmente instintivo, así que los hombres también defienden su territorio y sus ‘posesiones’ ante otros hombres, y hay incluso hasta luchas a muerte. La psicología del humano ha hecho de esta circunstancia una necesidad para su satisfacción, ha pasado de la satisfacción como producto de la función, a una búsqueda de la satisfacción como símbolo de la función, pero esta última como un mero pretexto que a lo largo de la historia se ha distorsionado y se ha olvidado ante la negación de un pasado ‘animal’ que nos uniría mucho más al sistema “planeta tierra”. Ahora, el referirme al pasado ‘animal’ lo hago no como una alusión directa a la propuesta darwiniana, sino que lo considero como ese pasado donde no había una escritura ni medios de comunicación verbal entre los individuos (lenguaje verbal), con organizaciones pequeñas y primitivas donde resolvían necesidades que ahora podemos llamar ‘básicas’, pero que entonces era todo lo que constituía su campo como especie. Es entonces que puedo entender que la cultura es lo que ha hecho separarse al hombre de la conciencia de su pertenencia al sistema biológico que compartimos con la entidad planetaria. Con esto no quiero decir que la cultura sea contraproducente, sino que la malinterpretación de las funciones que el individuo tiene como especie y el deseo de someter a otros hombres para satisfacciones personales es lo que ha llevado a la mayoría de comunidades culturales a pervertir el ideario del hombre funcional, y lo ha vuelto una especie parásita dentro del sistema.
Pero bien se me pudiera cuestionar ¿Qué hubiera pasado si no hubiese existido alguien que dirigiese y pusiera reglas sobre los demás? Es aquí donde voy a insertar una idea sobre el miedo común de todos los hombres e incluso de los animales; este es: el miedo a lo desconocido. Los primeros hombres no sabían acerca de los rayos, de la lluvia, de la sequía, de los movimientos del planeta; es entonces que empezó a generar explicaciones de las cosas, algunas de esas cosas con el paso del tiempo fue entendiéndolas desde su marco contextual, otras que eran menos comunes o recurrentes fueron inquietándolo más. Es probable que las primeras ‘neurosis’ o angustias crónicas estuviesen relacionadas a eventos climáticos o a otras especies animales, esto debido al ya mencionado instinto de protección; ahora, una vez que el hombre no podía tener el dominio sobre ciertas cosas que le inquietaban empezó a erigirse ciertas ‘reglas’ o ‘mandamientos’ para protegerse de tales eventos; si lo ponemos en nuestra perspectiva actual, tales reglas son totalmente irracionales, tales como los tabúes o mitos que por ejemplo, podemos encontrar en diferentes grupos étnicos. Pero es por esas angustias y defensas contra las mismas que los principios del hombre primitivo fueron tomando un rumbo que fue el que lo llevó a establecer un ‘orden’ social, esto aunado a sus propias necesidades, comida, protección, reproducción, cuidado, acicalamiento, y satisfacciones concomitantes. Y obviamente no podemos omitir que el principio de realidad lleva al individuo a mantener una funcionalidad con respecto a la adaptabilidad con el medio, y ante una vida apegada a la vivencia del día sin mayor proyección a futuro más que aquello que les mandaba el deseo, el principio del placer no fue tan importante para el Yo del individuo hasta que la satisfacción se erigió más allá de un simple acompañante de la consecución de la función. Mecanismos adaptativos o defensas como las llamó Freud fueron importantes en esa primera etapa de la especie humana, el desplazamiento y la proyección como los más destacados, fueron una piedra angular en la estructuración del Yo en nuestra especie. La figuración plástica con la que trabajan los procesos psíquicos permitían el desplazamiento, y la necesidad de repeler aquello ‘peligroso’ sirvió de base a la proyección.
Entonces, regresando a la pregunta presentada anteriormente podría plantearme otra pregunta: ¿es que los hombres estábamos destinados a ser egoístas, parásitos y neuróticos? Hay animales que matan a sus crías y hembras que matan a los machos después de la unión genésica, y sigue siendo su naturaleza sin tener por ‘fuerza’ un mal; el hombre podría ser la especie animal de mayor desarrollo y complejidad evolutiva, teniendo la posibilidad de manipular ciertos elementos a su favor así como otras especies lo hacen instintivamente o reactivamente a partir de una base estrictamente biológica como las plantas, esa posibilidad se llama conciencia e inteligencia. O es también que la inteligencia es el arma del hombre para adaptarse al medio, debido a que anatómicamente no cuenta con ciertas cualidades como otros animales. Entonces, ante tales especulaciones inciertas, para fines del presente escrito podría decir que el hombre “Es”, sin caer en una conceptualización del “qué hubiera pasado si…” o simplemente del destino. Pero creo que en esta explicación aún no he contestado la pregunta planteada.
Así como el planeta necesita reguladores como lo expuse en el principio, es muy probable que las especies en sí necesiten autorregularse a sí mismas para mantener una armonía en el sistema global; en muchas especies animales los reguladores pueden ser otras especies que devoran a aquellos que regulan el crecimiento de las plantas, o sea, carnívoros eliminan herbívoros; el ser humano, al no tener un ‘enemigo’ natural se regula a sí mismo, y he ahí, creo yo, el meollo del asunto.